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A los niños les encanta pintar. Cogen rotuladores de todos los colores y a base de unos cuantos garabatos hacen un dibujo sobre el papel, las cortinas o las paredes de casa. Son pequeños artistas. Sin embargo, cuando crecen, la mayoría de ellos esconde inconscientemente su lado más creativo. Para remediar esta situación, el Museo Picasso de Barcelona decidió celebrar La Fiesta del Dibujo o Big Draw, la primera en España, una oportunidad en la que dar rienda suelta a la imaginación hasta dejar sin punta al lápiz. De once de la mañana a seis de la tarde del 24 de Octubre, gente de todas las edades se animó a participar en alguno de los doce talleres propuestos, que no sólo se desarrollaban dentro del Museo Picasso de Barcelona sino en diversos puntos clave de los barrios de Sant Pere, Santa Caterina y la Ribera.

Con uno de los patios del museo como estudio, los amantes del retrato pudieron poner en práctica su habilidad, orientados por los consejos del diseñador gráfico y dibujante argentino América Sánchez, que dirigía la actividad. Carboncillo en mano, unos cuantos participantes retrataban a sus compañeros, mientras otros, sentados frente a un espejo, se atrevían a inmortalizar sobre el papel su propio reflejo. Actividad muy diferente a la propuesta en el patio contiguo, donde el colectivo Papermind sugería a los voluntarios ilustrar una frase en veinte paneles que luego colgar en la pared y fotografiar para finalmente poder crear, a partir de esas instantáneas, un fanzine en directo.

Y cómo la fiesta estaba pensada para todo el mundo, el Museo Picasso de Barcelona también habilitó una sala en la que los más pequeños pudieron explicar en dibujos todo tipo de vivencias, con la ayuda de la dibujante catalana Pilarín Bayés. Así mismo, la entidad impulsó un taller más en el recinto, esta vez para pequeños y no tan pequeños, y dirigido por el diseñador Pau Estrada. Revestidas de papel de arriba abajo, las paredes de la sala de actos se convirtieron en lienzo en el que trazar un garabato en tan solo cinco minutos para despertar así el placer de dibujar espontáneamente.

Igualmente interesantes fueron los talleres que no tuvieron el Museo Picasso de Barcelona como telón de fondo. En Disseny Hub Barcelona, el artista plástico Javier Peñafiel proponía crear entre todos los participantes un gran dibujo a partir de la aportación artística de cada uno. En la escuela de arte Eina y bajo la supervisión del diseñador gráfico Óscar Guayabero, cada participante debía perderse entre callejones y dibujar el que más le gustase. Al final de la jornada, cada pintura se convirtió en una pieza de puzle. Mediante la unión de todas ellas se logró crear un gran plano de rincones del barrio de la Ribera.

La calle también fue escenario de talleres al aire libre. Todo aquel que quisiera podía acercarse al Born para contribuir a pintar un gran mural con el artista estadounidense Philip Stanton, expresar mediante dibujos qué debería cambiar en el barrio con el diseñador industrial Curro Claret, esbozar escenarios para obras de teatro gracias a Brossa Espai Escènic, calcar sobre papel la silueta de su sombra en el taller a cargo de La Puntual, sentir el placer de dibujar a lápiz con Miguel Gallardo o recordar con David Ymbernon lo divertido de mancharse las manos de naranja pintando en el suelo. No faltaron propuestas, tampoco espacios ni participación. Y mucho menos, grandes dosis de inventiva. Fue una fiesta con barra libre para la fantasía.

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