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Ilustra Evelio Gómez.

Estos días pasados entre la «boira», me trajeron una amargura con olor a curas, si, esos muertos que caminan flagelándose por los pecados del mundo.  Para cambiar el perfume  he recordado Campo dei Fiori. No me gustan las grandes ciudades. Las ciudades intermedias te permiten predecir, controlar. Las grandes ciudades no. Pero en 1994 me tocó en suerte Roma. Me vi obligada a vivir unos ocho meses en ella. Debo decir que era joven y ello me permitió disfrutar de la ciudad y mis piernas me ayudaron a caminarla y a enamorarme de ella.

Hay una plaza en el centro de Roma a la que le tengo un aprecio especial, Campo dei Fiori.  Allí, en medio del barullo cotidiano del mercado abierto, se alza una estatua encapuchada y de rostro severo, la de Giordano Bruno. El pensador nunca está solo, de día el mercado, de noche los Erasmus y el resto del estudiantado de La Sapienza que se pasea con sus vinos conversando de lo que se conversa cuando se tiene el universo por futuro. Ese universo que Bruno imagino infinito.

Bruno era un hombre inquieto, viajo por la Europa del Renacimiento experimentando religiosidades, regalando su ciencia de la memoria y su rebeldía. Nació en  Nola, Nápoles, en 1548  y se consagro a los 17 años como monje dominico. Viajo a  Génova, Toulouse, París y Londres, Marburgo, Mainz, Wittenberg, Praga, Helmstedt, Frankfurt y Zurich. El primer viaje fue forzoso escapaba de un juicio por desviaciones doctrinales y el resto, pues más o menos. No era un hombre fácil, entre los señores a los que les deshonro las señoras, los juicios por herejía y la peste se  pasó la vida caminando, huyendo o simplemente buscando. Fue luterano por unos días, provocó al Papa de Roma, escribió sátira y también, como no, ofendió al «establishment» del momento proponiendo con urgencia:

“… la necessità di una «riformazione» dell’animo umano, dei valori e delle leggi che governano la «civile conversazione». Bruno indica come portatrici di valori positivi (Verità, Bontà, Prudenza, Fortezza, Filantropia, Magnanimità: «Nessuna legge che non è ordinata alla prattica del convitto umano deve essere accettata») Il compito della «nova filosofia» è quindi il recupero delle radici della storia dell’umanità, il capovolgimento del rapporto tra cristianesimo e sapienza antica, riaffermando finalmente la perduta unità fra uomo, Natura e Dio.”  (1)

En 1591 recibió una invitación para ir a Venecia de parte de Giovanni Mocenigo, un señorito que pretendía que Giordano le enseñara la magia y el arte de la memoria. El mecenas descubrió pronto que lo que Bruno podía enseñarle era que el sol era más grande que la tierra y que no era el centro del universo, a memorizar estudiando y sobre todo, y por supuesto lo más peligroso, era que el maestro le podía enseñar a pensar libremente.  El desencanto llevo a Mocenigo a denunciar a Bruno a la Santa Inquisición. De Venecia un último viaje a Roma,  allí paso ocho largos años en prisión. Intento defenderse pero cansado y convencido de que nadie más lo escucharía, el Nolano cerró la boca para siempre. El 19 de febrero de 1600 sin otorgarle la gracia de matarlo antes, lo quemaron vivo con un bozal como accesorio. Se cuenta que sus últimas palabras fueron: “Forse con più timore pronunciate questa sentenza contro di me di quanto ne provi io nell’accoglierla”(2). En esa misma plaza que en un tiempo fue un campo de flores, ardió en la hoguera amordazado una de las tantas víctimas del poder de la Iglesia, tan atenta a cortar de raíz todas aquellas ideas que le puedan quitar su cuota de dominio.

La Plaza tiene su historia, no es una plaza y basta, era un campo que arrebataron a las flores y a Flora, el amor de Pompeo, quien, según la leyenda, construyo allí un teatro para entretenerla. En 1456, el Papa Callisto III urbanizó la zona. La plaza y su entorno prosperaron hasta convertirse en el lugar de las ejecuciones capitales y los castigos a latigazos públicos, diversión popular de gran tirón mediático de la época y la gran figura de 1600 fue Bruno.

Pero su osadía de hereje no se olvidó. La primera estatua de Bruno se erigió en plena Republica Romana en 1849 y fue destruida por Pio IX en la Restauración.

A finales del XIX los movimientos liberales rescataron la figura de Giordano Bruno y propusieron retornar la estatua en 1888, avalaron dicha propuesta Víctor Hugo, Bakunin y el compositor George Ibsen entre otros.  Mikel Zabaleta resume la cuestión:

“Este monumento se planteaba como homenaje al libre pensamiento y, de paso, como ataque al Papa; lo cual provocó manifestaciones y algaradas entre  partidarios  y contrarios, “bruniani” y “antibruniani”, como se les conocía por aquel entonces. Finalmente, en junio de 1888, los anticlericales  se impusieron en las elecciones municipales de Roma y el camino para el monumento quedaba libre. Un año después, el 9 de junio de 1889, entre amenazas del Papa de abandonar Roma y la algazara de sus contrarios, el monumento fue inaugurado oficialmente.”(3)

Lo divertido de todo esto es que el debate llego a Rentería y los íntegros católicos del partido Integristas tuvieron algo que decir sobre la estatua y su simbolismo herético contrapapal.

Anticlericales, liberales y quizás también uno pocos masones, como muchos seguidores del pensamiento de Bruno, el Presidente del Consejo de Ministros Francesco Crispi alzó nuevamente la estatua  del Nolano allí donde fue quemado, el escultor Ettore Ferrari fue quien fundió el bronce.  El  Papa Leon XIII pilló un cabreo considerable y amenazó con irse de Roma. Crispi casi casi logra cambiar de residencia al Papa y sólo gracias a lo que representa el pensamiento bruniano.

Cómo decía un texto de la época:

«Noi godiamo oggi della libertà di scienza e di coscienza, di parola e di discussione; conosciamo la dichiarazione dei diritti e quella dei doveri dell’uomo; abbiamo una patria, perché dal rogo di Aonio Paleario a quello di Bruno e di Giulio Cesare Vanini, dall’esilio di Dante a quello di Mazzini, dal carcere di Campanella alle torture di Galileo, dai campi di Calatafimi e Volturno ad Aspromonte a Bezzecca a Mentana, gli eroi del pensiero e dell’azione fecero di sé olocausto, affermando e perpetuando nei secoli che —anche senza la Chiesa e contro la Chiesa— gli uomini sono capaci dei grandi sacrifici per l’adempimento dei grandi pensieri»(4)

A veces cuando estoy cansada de clérigos, obispos, papas, curas y oscurantismos varios me consuelo con la idea de que Bruno está velando por las ideas locas de los estudiantes bajo su capucha rapera.

Notas y traducciones de los textos:

(1) «… la necesidad de una «reforma» del alma humana, los valores y las leyes que rigen la «conversación civilizada.» Bruno muestra la manera de promover los valores positivos (verdad, bondad, prudencia, fortaleza, filantropía, la magnanimidad: «Ninguna ley que no está ordenada o sea práctica al interno del ser humano debe ser aceptada») Por tanto, la tarea de la «nueva filosofía» es la recuperación de las raíces la historia de la humanidad, la inversión de la relación entre el cristianismo y la sabiduría antigua, finalmente, reafirmando la unidad perdida entre el hombre, la naturaleza y Dios”

(2) “Quizás con más temor pronunciáis esta sentencia contra mí, más temor de cuanto yo pruebo en acogerla”. Existe una poesía a la que se le adjudica la autoría a Bruno, pero no la he podido encontrar ni en  italiano ni en latin, por ello dudo de que sea suya, pero os paso el enlace por si tenéis curiosidad:

http://www.filosofiadelaeducacion.cl/articulo-archivo/bruno_giordano_-_poema_a_sus_verdugos.pdf

(3) http://www.errenteria.net/es/ficheros/40_14948es.pdf

(4) “Ahora disfrutamos de la libertad de la ciencia y de conciencia, de expresión y debate, sabemos de la Declaración de los Derechos y Deberes del Hombre, y tenemos una patria, gracias a la quema de Aonio Paleario, la de Bruno y Giulio Cesare Vanini, por el exilio de Dante, el de Mazzini, por la cárcel de Campanella, la tortura de Galileo, los campos de Calatafimi y Volturno en Aspromonte en Bezzecca en Mentone, los héroes del pensamiento y la acción hicieron de ellos el holocausto, afirmando y perpetuando por  siglos – incluso fuera de la Iglesia o en contra de la Iglesia – los hombres son capaces de grandes sacrificios por el cumplimiento de los grandes pensamientos”

Toda la bibliografía de Giordano Bruno: http://www.giordanobruno.info/nolano/download.htm

Y en por la plaza han pasado: Rafael Alberti. “Gatos, grietas, basuras, paños tendidos, artesanos de las más variadas profesiones, el jaleo maravilloso de Campo de’ Fiori, con su Giordano Bruno como un fúnebre paraguas sobre el mar de verduras, pescados y zapatos…” (Texto de Rafael Alberti, prefacio a la edición italiana de Roma, pericolo per i viandanti, Milán, Mondadori (Lo Specchio) http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/casa-de-alberti-en-roma–0/html/0004522a-82b2-11df-acc7-002185ce6064_1.html

El poeta CZESLAW MILOSZ  recordó la Plaza estando en la trinchera mientras se quemaba el gueto de Varsovia:

Campo de fiori

A Roma in Campo de Fiori

Ceste di olive e limoni,

Selciato con spruzzi di vino

E con schegge di fiori.

Frutti rosati di mare

Ammassati sui banchi,

Bracciate d’uva nera

Sulle pesche vellutate.

Proprio su questa piazza

Fu arso Giordano Bruno,

Il boia accese il rogo

Fra il popolino curioso.

E appena il fuoco si spense,

La folla tornò a bere,

Ceste di olive e limoni

Sulle teste dei venditori.

Rammentai Campo de Fiori

A Varsavia presso la giostra,

Una chiara sera d’aprile,

Al suono d’una gaia orchestra.

La musica soffocava

Gli spari dal ghetto,

Volavano le coppie

Alte nel cielo terso.

A tratti il vento alle fiamme

Strappava neri aquiloni,

E la gente ridendo

La fuliggine afferrava.

Gonfiava le gonne alle ragazze

Quel vento dalle case in fiamme,

Scherzavano liete le folle

Nella domenica festosa.

Si dirà che la morale

E’ che a Varsavia o a Roma

La gente si diverte, ama

Incurante dei martiri sul rogo.

Oppure si vedrà la morale

Nella fugacità delle cose

Umane, nell’oblio che nasce

Prima ancora che il fuoco cessi.

Io invece pensavo allora

A quelli che muoiono soli,

Pensavo che quando Giordano

Salì su quel patibolo,

Non trovò nella lingua umana

Nemmeno una parola

Per dire addio all’umanità,

L’umanità che restava.

Già correvano a ubriacarsi,

A smerciare bianche asterie,

Ceste di olive e limoni

Recavan nel gaio brusìo.

E lui era già distante,

quasi fossero secoli,

La sua scomparsa nel fuoco

Essi attesero appena.

Di questi morenti, soli,

Già obliati dal mondo,

Anche la lingua ci è estranea,

Come lingua d’antico pianeta.

Finché tutto sarà leggenda

E allora dopo tanti anni

Nel nuovo Campo de Fiori

Un poeta accenderà la rivolta.

(1943, Varsovia)

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Redactora en Revista Rambla | Web | Otros artículos del autor

Licenciada en Geografía e Historia (UdL) y Antropología (URV).

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