Del 22 de agosto y hasta el 27 de octubre se celebrará en Barcelona la 37 edición de la Copa América de Vela, la competición internacional más antigua del mundo y uno de los acontecimientos deportivos con más impacto económico, junto con los Mundiales de fútbol y los Juegos Olímpicos, según la Fundación Barcelona Capital Náutica (FBCN), de titularidad pública, y que se encarga de aglutinar a las administraciones que organizan el torneo. “Una gran oportunidad para la ciudad donde se celebra, puesto que le aporta beneficios como la atracción de visitantes, el desarrollo de iniciativas sociales y empresariales vinculadas al sector náutico, la posibilidad de abordar inversiones en infraestructuras y, por supuesto, gran visibilidad en todo el mundo. Todo ello tiene un impacto positivo en la economía, el prestigio y la reputación de la ciudad que merece la pena tener en consideración”, se puede leer en el Informe sobre el impacto económico ex ante de la celebración de la 37a Copa América en Barcelona, elaborado por la misma Fundación y la Universidad Pompeu Fabra. Se prevé la llegada de más de dos millones y medio de visitantes, además de los y las turistas habituales que acoge la ciudad Condal en esta época del año. El motivo de que Barcelona sea la sede de este evento que tanto malestar está causando entre la ciudadanía de los barrios de mar tiene una fácil explicación: el ganador de cada edición de la competición decide en qué ciudad se hará el próximo torneo. En este caso, fue el Emirates Team New Zealand ETNZ quien, en 2021, ganó la competición y decidió que la próxima Copa América iba a tener lugar en Barcelona.
Desde 2022, a la capital catalana han ido llegando personas que trabajan, de una manera u otra, en el evento deportivo: personal médico de los equipos, entrenadores, regatistas, ingenieros y mecánicos, entre otros profesionales. La mayoría de ellos han llegado acompañados de sus familias. Se instalan en el sitio donde se celebrará el torneo con meses de antelación para conocer bien el clima de la ciudad, las corrientes del mar y para poner a punto las embarcaciones con las que competirán. Se calcula que, hace un año, ya se habían instalado en Barcelona unas 2.500 personas relacionadas con la competición. En el BOE del 10 de septiembre de 2022, en el que se aprueban las instrucciones por las que se determina el procedimiento de entrada y permanencia de nacionales de terceros países que participan la Copa América, se puede leer: “Los preparativos de esta competición requieren, por su parte, que la mayor parte de las personas implicadas en la celebración de la competición empiecen a llegar y a residir en España con una antelación de dos años previos a esta. La preparación incluye no sólo los entrenamientos, sino también la construcción y adecuación de los veleros a las condiciones del mar”.
La Copa América no es un evento deportivo más: “Hay que tener en cuenta que no se trata solo de una prueba deportiva; constituye también un motor económico y de visibilidad de notoria trascendencia. […] se estima un impacto de la celebración de la Copa América en Barcelona en un mínimo de 1.000 millones de euros, pudiendo alcanzar los 1.700 millones y una creación de empleo de entre 21.000 y 30.000 puestos de trabajo, según la organización. También se estima que la celebración del evento significará un impulso al emprendimiento con la creación de 1000 nuevas empresas y spin-off que vendrán a reforzar el marco empresarial en Barcelona y toda su área, siguiendo la estela de explosión de actividades de I+D+i que acompañaron la celebración de la Copa América de Valencia en 2007”, se puede leer en el citado BOE.
En su momento, tanto desde la Generalitat de Catalunya como desde el Ajuntament de Barcelona, por aquel entonces en manos de los Comuns de Ada Colau, se celebró la elección de Barcelona como sede. Los argumentos que se emplearon para darle la bienvenida al evento son bien conocidos por la ciudadanía catalana: el impacto de las inversiones en la ciudad, las transformaciones de los barrios de mar, la construcción de nuevas instalaciones que ya quedarán para la ciudadanía o la potenciación de la imagen de Barcelona y Catalunya en el exterior. Los mismos argumentos que se emplearon para los Juegos Olímpicos de 1992, para el Forum de las Culturas de 2004, los mismos que se emplean cada año cuando se celebra el Mobile World Congress o las razones que se esgrimen cada vez que se pone sobre la mesa la ampliación del aeropuerto del Prat.
“El Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Catalunya han abierto las puertas a este evento de forma irresponsable y sin ningún tipo de debate pública. Le han destinado un mínimo de 55 millones de euros de los fondos públicos”, se puede leer en el argumentario de la plataforma No a la Copa América, formada por unas 135 entidades. La plataforma también se queja de la opacidad de las gestiones amparada en las cláusulas de confidencialidad. “Es totalmente inaceptable que las administraciones avalen con millones pertenecientes al dinero público este tipo de eventos elitistas, que empeoran las injusticias sociales, ambientales y climáticas que padecen la ciudad y el territorio”, denuncian.
La ciudadanía es la gran afectada
Si hay alguien que sufre los estragos de estos macroeventos es, sin lugar a dudas, la ciudadanía. En este caso, los vecinos más afectados son los de los barrios del litoral: Barceloneta, Poblenou y Poble-Sec. Según el Sindicat de Llogaters, que forma parte de la plataforma No a la Copa América, desde que se anunció que el evento se celebraría en Barcelona, el precio de los pisos en la Barceloneta se ha cuadriplicado. La presión inmobiliaria no solo ha afectado a los barrios del litoral, sino que se puede percibir en el resto de una ciudad ya muy tensionada por este tema.
“El precio de los alquileres es la problemática que conoce todo el mundo y lo que llama más la atención; pero además se dan otros problemas igual de graves, como la subida de la cesta de la compra o la saturación del transporte público”. Quien habla es Eva Fernández, vecina de la Barceloneta, activista vecinal y miembro de No a la Copa América, cuyo manifiesto ya han firmado más de 125 organizaciones y entidades. Además de los precios de los pisos, hay que tener en cuenta el tema de la temporalidad de los contratos: “Aquí ya no te hacen contratos por más de once meses. Los expats y los turistas han substituido a la población local. Esto es gravísimo, porque cuando la gente se va los barrios, las redes vecinales de apoyo intergeneracional se rompen. En este barrio hay muchas personas mayores, sobre todo mujeres que viven solas en pisos sin ascensor y que apenas bajan a la calle. Los hijos e hijas se han tenido que ir de la ciudad; por lo tanto, cuando estas personas necesitan ayuda, no hay nadie”, explica Eva. Y prosigue: “Las fruterías del barrio tienen precios carísimos, si los comparamos con los comercios de otras ciudades. Casi nadie va ya al mercado de la Barceloneta, pero se mantiene porque las tiendas venden a la gente de los yates. Delante de la Barceloneta está el puerto de mega yates, con lo cual, los precios de los comercios están en base a la población de estos. Por otra parte, está el tema del transporte y esta es una de las cosas que más nos preocupa de la Copa América. En la Barceloneta los autobuses ya están saturados y solo tenemos una parada de metro con una salida pequeña y estrecha que en verano no puede asumir la afluencia de gente”, explica la activista. La preocupación de los y las vecinas va más allá: “Si el espacio está colapsado, ¿qué pasará si tiene que entrar o salir una ambulancia, o los bomberos? Está claro que esto nos pone en riesgo”.
Visados exprés, beneficios fiscales, ocupación del espacio público e inversiones millonarias
Como sucede con los Juegos Olímpicos o los Mundiales, cuando un evento de tales dimensiones aterriza en una ciudad, las diferentes administraciones se ponen en marcha. La Copa América es mucho más que un torneo deportivo, y las acciones que se han tenido que llevar a cabo lo demuestran. En primer lugar, hay que hablar de los visados exprés para los participante del evento: en el Consejo de Ministros de septiembre de 2022 se acordó facilitar el procedimiento de entrada a las personas trabajadoras en la competición, puesto que el torneo está considerado “un evento de interés público excepcional”. En consecuencia, se ha procedido a la expedición de visados excepcionales que se gestionan con mucha más celeridad que cualquier otro visado, lo que provoca una injusticia para con el resto de la población. Este visado también va acompañado de beneficios fiscales y, para que la competición se pueda llevar a cabo con éxito, se han tenido que expedir licencias especiales para el uso del espacio público; en el caso de Barcelona, espacios como el Moll de la Fusta o ciertas partes de la Barceloneta. Desde el Consistorio también se han cedido espacios de instalaciones deportivas municipales en detrimento del uso de la ciudadanía.
Otra de las cuestiones que preocupa a los y las vecinas es el desembolse de gasto público destinado a servir los intereses de las empresas privadas: 55 millones de euros del erario público que podrían llegar a ser 80. “Este dinero va a parar a los grandes lobbies del turismo, de la restauración, de la hostelería y a grandes multinacionales. Por lo tanto, es dinero que no se va a quedar aquí. Se trata de inversiones a fondo perdido”, se queja Eva. De pérdidas y de la no recuperación de la inversión realizada saben mucho en Valencia, donde la Copa América de Vela se celebró hasta en dos ocasiones: en 2007 y en 2010. La factura del torneo le costó al ejecutivo valenciano, entre las dos ediciones, unos 370 millones de euros, y las pérdidas fueron millonarias. De hecho, aún se están pagando infraestructuras que se hicieron para el último evento. También Auckland, en Nueva Zelanda, donde se celebró la última edición del torneo, tuvo pérdidas: unos 94 millones de euros. Desde No a la Copa América se han pedido informes de transparencia respecto a las inversiones.
El pasado mes de mayo, el Ayuntamiento de Barcelona anunció la inversión de 31 millones de euros del presupuesto municipal para la mejora de los espacios públicos y las infraestructuras de la Barceloneta. Collboni insistió en que esas inversiones se hubieran llevado a cabo igualmente y los quiso desvincular de la competición náutica. También se anunció que se destinarían 10 millones de tasa turística a este barrio para “contrarrestar el impacto negativo de la celebración de la competición” que se emplearían para mejorar el transporte y los equipamientos públicos. Desde No a la Copa América se consideró que se trataba de una medida de “maquillaje”.
El impacto ambiental y el impacto en el patrimonio de la Copa América
Por otra parte, no hay que olvidar los impactos ambientales que tendrá la competición. En el contexto de sequía excepcional que se vive en Catalunya en estos momentos, este tipo de acontecimientos masivos empeoran la situación. El uso de agua se multiplica, y no solo para el consumo humano. “Durante este tiempo, esta gente ha estado limpiando los barcos con agua corriente. Llegaban a gastar hasta 5.000 litros de agua al día. Finalmente, por la sequía, parece que lo han dejado de hacer”, explica Eva.
Si bien las regatas no supondrán un impacto directo en los ecosistemas marinos, Pablo Rodríguez Ros, doctor en Ciencias del Mar y coordinador del proyecto‘30×30 en el Mediterráneo español’ de la Fundación Marilles, considera que el impacto vendrá dado por otros factores: “Cuando se trata de competiciones de vela, cuesta cuantificar el impacto a nivel general, porque depende mucho de cómo se lleve a cabo. Si hablásemos de motos de agua, estaría clarísimo: el ruido submarino. Al ser vela, resulta complicado cuantificar. Puede haber un impacto sonoro en el mar si se usan sistemas de megafonía, o pueden producirse daños si los sistemas de anclaje no son los adecuados; pero para habría que mirarse caso por caso. Si el evento hace las cosas bien, el impacto ambiental de la vela es nulo; pero si en el evento se hace dar la vuelta a los barcos mediante un sistema de anclaje y de boyas, se cargarán el fondo marino. En Baleares, nosotros [la Fundación Marilles] hemos colaborado con el Trofeo de Vela Princesa Sofía para que no ocurran estas cosas. El debate, desde un punto de vista climático, estaría en ver cuáles son las emisiones asociadas en la organización de este tipo de eventos deportivos; es decir, tener en cuenta la huella de carbono de las personas que se desplazan hasta el evento, entre otros”. Según la plataforma, 250.000 de toneladas de CO² de emisiones asociadas.
Por último, no se puede dejar de mencionar el impacto en el patrimonio que tienen esta clase de eventos. Sin ir más lejos, hace un par de semanas, durante el montaje del desfile de moda de Louis Vuitton, uno de los patrocinadores de la Copa América en el Park Güell, se destrozaron unas escaleras protegidas que formaban parte de la plaza Natura. Esto, junto con el cierre del parque para el desfile, provocó un gran malestar y diferentes protestas en la capital catalana. Los diferentes colectivos ya han anunciado que hasta que termine el evento llevarán acciones en señal de protesta contra la competición.
Desde la Fundación Barcelona Capital Nàutica no han querido contestar las preguntas de El Salto.