En las últimas semanas, ha habido una avalancha de informes de la corriente dominante sobre la situación absolutamente catastrófica de Ucrania. El más crudo hasta la fecha fue una larga investigación del Washington Post publicada el 2 de junio, Basic training in Ukraine is barely covering the basics, commanders say. Sus detalles constituyen una lectura escalofriante. No sólo por la terrible situación que se describe para Kiev en el campo de batalla, sino porque podrían anunciar la implicación formal de la OTAN en la guerra por poderes. La nueva ley de movilización de Ucrania abre al reclutamiento a casi toda la población masculina local a partir de los 16 años. Fue tan controvertida y contestada por los legisladores, que la legislación fue objeto de 4.500 enmiendas distintas durante su prolongada gestación en el parlamento. The Washington Post comienza señalando que la medida era un intento desesperado de «hacer frente a una escasez crítica de soldados en Ucrania en medio de la intensificación de los ataques rusos».
Se trata de un eufemismo nauseabundo para decir que cientos de miles de ucranianos en edad militar están muertos y enterrados, lo que deja a Kiev peligrosamente cerca de ser incapaz de mantener la guerra por poderes.
Industrias y empresas enteras de todos los sectores económicos tampoco pueden ahora contratar personal. Para empeorar aún más las cosas, «los comandantes sobre el terreno dicen que se están preparando para que la mayoría de las nuevas tropas lleguen con una formación deficiente». Un soldado de las FAU dijo que la enseñanza en los centros de entrenamiento locales «es un completo disparate… Todo se aprende sobre la marcha».
El medio informa cómo «los comandantes ucranianos se han quejado durante mucho tiempo sobre la preparación mediocre de los reclutas en los centros de entrenamiento». Su queja es aún mayor ahora, con «una afluencia de conscriptos bajo la nueva ley… todavía a meses de distancia,» y esos pocos conscriptos del «lote» actual aun llegando –habiendo sido arrancados violentamente de la vida civil por bandas de presión militar– habiendo recibido un «entrenamiento» que es «tan deficiente que a menudo deben dedicar semanas a enseñarles habilidades básicas», incluyendo «cómo disparar».
Un comandante de batallón citado en el artículo se lamentaba amargamente de cómo habían enviado a su unidad reclutas que «ni siquiera sabían desmontar y montar un arma». Entonces se vieron obligados a pasar una semana simplemente «asegurándose de que cada uno [recién llegado] disparaba al menos una caja de balas —unos 1.500 disparos— al día antes de pasar a tareas más complejas.» Esos soldados pronto podrían estar combatiendo cerca de Chasiv Yar, «donde las fuerzas rusas han estado haciendo avances». El comandante concluyó:
Estamos perdiendo mucho tiempo aquí en entrenamiento básico. Si, Dios no lo quiera, se produce un avance cerca de Chasiv Yar, y recibimos nueva infantería que no sabe cosas básicas, la enviaremos allí a morir sin más.
Después de dos años de guerra agotadora y de desgaste contra las fuerzas rusas, los propios soldados de Kiev están «críticamente faltos de personal y perdiendo terreno», enfrentándose a una «situación calamitosa». Sencillamente, no hay «tropas suficientes para defenderse de los incesantes asaltos», lo que ha creado una situación ridícula en la que los soldados han sido reasignados desde «funciones de retaguardia» seguras y «se les ha dado sólo dos semanas de preparación antes de ser enviados al combate, para llevar a cabo tareas que a veces requieren escabullirse tras las líneas enemigas». En otras palabras, potenciales misiones suicidas, probables o inevitables.
En este contexto, la referencia del Washington Post a que las autoridades ucranianas «tardan en intensificar los esfuerzos de movilización» debido a que la «cuestión» es «políticamente delicada» es extremadamente incongruente. El país lleva desde febrero de 2022 bajo ley marcial. El control estatal sobre los medios de comunicación y la censura no han cesado, y las voces críticas de ciudadanos y periodistas, el más reciente el socialista antibelicista Bogdan Syrotiuk, han sido silenciadas y encarceladas, y los partidos de la oposición prohibidos. Las elecciones se han aplazado indefinidamente. Volodímir Zelenski es de hecho presidente vitalicio, o hasta que decida dimitir.
¿Podría temer el gobierno que la movilización total precipitara una revolución o un golpe de Estado interno? Sea cual sea la verdad del asunto, el rechazo público de Zelenski a la petición del ahora ex jefe de las FAU, Valéry Zaluzhny, de 500.000 nuevos soldados debido a una supuesta falta de pruebas de que tal cifra fuera necesaria, y al hecho de que «Ucrania tendría dificultades económicas para pagar los sueldos de tantos nuevos soldados» es poco convincente. Una explicación alternativa podría ser simplemente que no quedan en el país medio millón de hombres ucranianos aptos para la guerra.
El rápido aumento de las bajas de Kiev es tan catastrófico que incluso los medios de comunicación occidentales se han visto obligados a reconocer el recuento de muertes. Los principales artículos de las últimas semanas han esbozado sombríos relatos de ciudades y pueblos enteros sin población masculina, debido a que todos los hombres locales murieron en el frente o huyeron del reclutamiento. Otra fuente anónima de las FAU fue citada por el Washington Post quejándose amargamente de la «calidad» de los reclutas restantes:
Si nos envían a reclutar a alguien, todos los buenos ya han sido cogidos por otras brigadas, y tienes que elegir entre los torcidos, cojos y enfermos. Y entonces eliges entre ellos, joder.
Dejando a un lado los problemas de mano de obra, la falta crónica de munición y la preocupación por su uso hacen que los reclutas tengan poca experiencia disparando munición real antes de ser enviados a la picadora de carne. Un oficial anónimo de la FAU afirmó que los reclutas reciben sólo 20 balas por persona, «no hay granadas para lanzar en los centros de entrenamiento, y no hay cartuchos de lanzagranadas en el centro de entrenamiento.
Éste es el problema. No disponemos de un sistema de entrenamiento adecuado», añadieron, antes de declarar que Ucrania «necesita que sus instructores reciban formación de instructores de la OTAN para condensar el entrenamiento básico estándar de dos meses en un mes… en instalaciones [en el extranjero] que no puedan ser objetivo de los bombardeos rusos.
El Washington Post continuó señalando que ya se estaba llevando a cabo entrenamiento militar en el extranjero. «Hasta ahora, Gran Bretaña ha proporcionado la formación más básica a los ucranianos», informó el periódico, mientras que «Francia está considerando enviar instructores a Ucrania para ayudar a preparar a los reclutas». Al parecer, se espera que la mejora de la formación alivie el temor a la conscripción entre la población general, evitando el éxodo preventivo de la población masculina y, presumiblemente, la aparición de más vídeos perjudiciales de jóvenes que son atacados violentamente y metidos en furgonetas por «reclutadores».
Aquí reside el mensaje propagandístico clave del artículo, en el eterno espíritu de «problema-reacción-solución». En esta narrativa, Ucrania no está perdiendo debido a una «escasez de mano de obra» absolutamente apocalíptica, sino porque los soldados restantes no están recibiendo suficiente formación militar occidental. Si esto aumentara considerablemente, y la OTAN se viera arrastrada aún más —y abiertamente— a la guerra por poderes, la marea, hasta ahora irreversible, podría cambiar. Posiblemente. Así que vamos a ver.
Seguramente no es casualidad que en los últimos meses se haya murmurado mucho sobre la posibilidad de despliegues militares occidentales formales en Ucrania. La sugerencia inicial en marzo del presidente francés Emmanuel Macron de enviar 30.000 soldados a Odesa fue rechazada enérgicamente por el portavoz adjunto de la Duma Estatal rusa Pyotr Tolstoy, quien prometió que las fuerzas de Moscú simplemente «matarían a todos los soldados franceses que llegaran al territorio de Ucrania». Tal acción representaría una clara violación de las líneas rojas del Kremlin.
Así pues, parece que la estrategia consiste en introducir lenta pero firmemente una presencia occidental formal en Ucrania, en forma de «asesores» e instructores. Los jefes políticos bálticos han instado abiertamente al entrenamiento en el país por parte de miembros de la OTAN, alegando que ello no representaría una escalada. Después, el 31 de mayo, el secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, prometió que la alianza, en adelante, «desempeñaría un mayor papel de coordinación en el suministro de equipo y entrenamiento», y apoyaría financiera y militarmente a Kiev «cada año, durante el tiempo que sea necesario».
Sólo dos días después, el Washington Post publicó su anuncio de entrenamiento de soldados ucranianos. No hay que olvidar nunca que, en el panorama de los medios de comunicación dominantes, fuertemente controlados, las coincidencias son algo realmente muy raro.
Fuente: https://english.almayadeen.net/articles/analysis/world-war-iii-impending–ukraine-s-frontline-nightmare
Traducción: https://observatoriodetrabajadores.wordpress.com