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En un contexto de devastación social, económica y política, la Obra Social de “La Caixa” propone una exposición que invita al público a reflexionar sobre la realidad que nos rodea a partir del trabajo de creadores socialmente implicados.

La voluntad de la exposición es ilustrar el pensamiento de aquello que pasa, agregado al deseo de definir nuevos objetivos y que da como resultado una acción que permita intervenir delante de las desigualdades, los abusos, el poder y la avaricia del hombre y de las entidades.

En una salita pequeña adquieren protagonismo dos paredes opuestas donde se proyecta un duelo musical que nos habla de segregación: Turbulent.

A un lado vemos, mediante un plano fijo y frontal, un hombre árabe vestido de blanco que desde un escenario canta poesía  dirigiéndose a un auditorio lleno a rebosar de hombres que lo aplauden animadamente.

En la pared de enfrente, la imagen en movimiento de cámara  circular que gira en torno una mujer vestida de negro que canta con lamento. Se trata de un ser emocional al que no se le permite el lenguaje y que grita delante de un auditorio vacío al que se enfrenta de perfil. El contraste emociona y pone los pelos de punta. Quanta verdad!

Esta rígida dicotomía que representa la artista iraní Sirin Neshat ha sido fuertemente criticada. Quizás porque nos devuelve una imagen en la que los occidentales podemos percatarnos de  los propios estereotipos y el paternalismo que, también y aún,  caracteriza nuestra cultura.

Rosa Martínez es la comisaria encargada de combinar y reinterpretar unas obras y unos artistas ya consolidados, que forman parte de la colección que la Fundación conserva desde hace 25 años, aunque también ha decidido incluir algunas piezas de nueva adquisición nunca antes expuestas en nuestra ciudad.

Qué pensar, Qué desear y Qué hacer

Tres exposiciones que pueden leerse de forma autónoma o bien puede hacerse  una síntesis de las tres, y que pretende, a través de diferentes técnicas como la fotografía, el video, la escultura o la iconografía, acercar al espectador a, como lo define Martínez, las nuevas maneras de pintar de la actualidad.

La exposición ofrece diferentes discursos que la Fundación ofrece para poderse acercar a sus públicos, construyendo un espacio singular donde escolares, familias y público en general, puedan dialogar sobre el poder, sus efectos, sus abusos y sus víctimas. La mujer del Islam, el inmigrante, la naturaleza, la tradición y el dolor. Son algunas de las consecuencias de esa carrera de la ambición.

El ciclo sitúa como telón de fondo, como conexión entre pasado y presente, el mito de Ícaro donde el padre advirtió al hijo de no volar demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera de sus alas.

El mito es abordado en la antesala con la obra iconográfica de Rogelio López Cuenca y desde una perspectiva contemporánea que subvierte irónicamente los signos y que vuelve a insistir en esta avaricia del mito y del actual sistema capitalista causante de esta convulsión y declive global.

¿Al final, la misma pregunta, es el arte necesario para vivir?

¿ME PUEDO, YO PÚBLICO, RESPONDER ESTA PREGUNTA?

Mientras yo periodista reflexiono sobre las interesantes palabras de la comisaria cuando habla de arte y desigualdades sociales, me es casi imposible desvincularme del yo público, el yo social que inevitablemente transporta mi pensamiento a la realidad más cercana: las recientes e innumerables noticias sobre los centenares de desahucios promovidos y permitidos por entidades como la que a su vez, posibilita este espacio de reflexión sobre arte y desigualdades donde ahora me encuentro.

La fatalidad del desenlace del desahucio de ayer en la localidad de Barakaldo le da un vuelco irremediable a mi reflexión. El azar ha hecho que cuando me dispongo a escribir sobre una interesante exposición de la Obra social de “La Caixa” llegue a mi conocimiento el suicidio de una persona desahuciada por esta misma entidad.

¿Qué pensar ahora sobre el arte?

¿Alguien podrá decir que son cosas que no se deben mezclar? Que una cosa es la actividad lucrativa, financiera y que por otra vía discurre la responsabilidad social. Pero el yo social me ataca de nuevo. ¿De qué sirve que la misma maquinaria que atropella y destruye luego intente reparar? ¿No es acaso un sistema el doble de costoso cuando son ellos mismos los que nos hablan de ahorrar y recortar?

¿Mi modesta reflexión sobre el arte es que el arte no PUEDE servir para mirar hacia otro lado mientras hay quienes sufren. La pregunta adecuada sería: cómo puede el arte de nuestro tiempo denunciar y a la vez ser cómplice de esta desigualdad que inspira y al mismo tiempo financia esta exposición?

¿Cómo calificar el hecho de que La Fundación “La Caixa” quiera que su público, su entorno, sus clientes, sus afectados por la hipoteca reflexionen sobre el poder y la ambición desmedida?

¿Qué vínculo ético existe entre las entidades y sus acciones de mecenazgo cultural?

¿Quién es realmente el emisor de su mensaje? ¿Dónde está su coherencia, y su decencia?

¿Puede el público, ahora que está tan de moda esto que llaman feedback, hacer que sean ellos los que reflexionen sobre su doble moral? ¿Ellos, quienes se aseguran que su marca con la estrellita azul se incluya en toda superficie visible de dicha exposición?

Denunciar la segregación del Islam, el problema demográfico de la inmigración a nivel mundial que conduce a miles de personas a un destino aún más miserable, la preservación de la naturaleza, las dictaduras, el sentimiento apocalíptico, el propio dolor…

Los artistas observan, reflexionan, sufren, crean, y si son afortunados y lo suficientemente talentosos, exponen. “La Caixa” actúa de mecenas, como tantas otras entidades, mientras algunos espectadores nos hacemos tantas preguntas al respeto de esta extraña manera de funcionar que al final no entendemos nada. Pero sin lugar a dudas el arte hace pensar, y también provoca el sentir.

Y yo siento que no sirve de nada el pensar, si cuando pensamos nos damos cuenta de que nos están tomando el pelo y por tanto deseamos hacer algo, aunque hay demasiados que creen que los de abajo no podemos hacer nada.

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Periodista.

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