Soñé que despertaba en un país centroamericano cuyo realismo mágico mezclaba la realidad y la ficción. Todavía no podía dilucidar si me encontraba en México o quizá tal vez en Nicaragua, cuando apareció de repente un singular sacerdote al que todos llamaban «Pater Whisky». Era un día muy tórrido y él se notaba que sudaba bajo sus hábitos porque venía muy apurado huyendo de la justicia. Enseguida me llevó a un lugar oscuro de una cantina y comenzó a beber cerveza. La comida era sabrosa y él comenzó a contarme que lo de huir le venía de familia, porque había tenido familiares que tuvieron que huir de México por la guerra cristera. En efecto, su último sermón dominical parecía haber sido la gota que colmó el vaso y por eso ahora andaba muy preocupado. No en balde, Daniel Ortega estaba empezado a mirar con malos ojos a todos aquellos se habían erigido como pastores de rebaño y por eso sus soldados cargados con fusiles les esperaban en la puerta los domingos, cuando llenaban las iglesias para difundir la palabra de Dios. En ese preciso momento, una preciosa jovencita salió al escenario y se hizo el silencio, mientras ella se puso a cantar una visceral ranchera sobre un ingrato que se fue.

―Padre, debe de haber alguna manera de salir de aquí…

―Podemos huir juntos a México… hay un barco que sale pasado mañana a las tres.

―Parece que los dos tenemos mucha prisa por salir de aquí.

―Creo que me andan buscando…

―¿Y tú que has hecho? ―Preguntó el sacerdote.

―Nada. Supongo que me cansé de estar aquí y quiero volver a mi casa.

―¿Tienes dinero? Tenemos que sobornar a los marineros para pagar el viaje.

―Sí.

―¿Te fías de mí?

―Me caes bien, pero tengo que reconocer que nunca había visto un sacerdote tan bolichero…

―¿Cómo me has encontrado? ¿Por qué has venido aquí?

―Por nada en especial. Andaba buscando un dentista. Me dijeron que preguntara por aquí.

―No te aconsejo que vayas al dentista aquí. Es mejor que esperes a que lleguemos a México.

―¿Por qué?

―Te contaré un secreto. Daniel Ortega suele premiar a los afines a su régimen. En otras palabras, los estudiantes de odontología cuando comienzan el segundo curso pasan sin más al cuarto curso. Es decir, los dentistas del pueblo te pueden hacer una carnicería en un santiamén.

―Entiendo.

―Pero eso es lo menos malo que hace su régimen con los estudiantes.

―En efecto, todo el mundo conoce su brutal represión de las protestas estudiantiles. Algunos estudiantes nunca aparecen y todos sabemos que están muertos.

―¿Por qué crees que la revolución sandinista ha terminado así?

―No lo sé. Supongo que tiene mucho que ver que es una dictadura aislada. Una dictadura que critica a los sacerdotes de la Iglesia católica, y sin embargo, su régimen se dice esotérico y cuando le parece bien, se guía por los mensajes que la esposa de Daniel Ortega, interpreta en la posición de los astros. Algo que consigue gracias a que anda equipada con un gran telescopio, un aparato de última tecnología con el que alcanza a ver en el vasto cielo nocturno.

Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.

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