alt4 misiones de 9 meses, 36 meses, unas 150 semanas en el campo de batalla iraquí, 160 muertos contabilizados oficialmente como resultado del trabajo de Kyle, uno por semana, la vida no vale nada cuando se dice defender tu libertad y a tu país

 

 

 

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4 misiones de 9 meses, 36 meses, unas 150 semanas en el campo de batalla iraquí, 160 muertos contabilizados oficialmente como resultado del trabajo de Kyle, uno por semana, la vida no vale nada cuando se dice defender tu libertad y a tu país. Patriotismo, fascismo, integrismo, racismo, loa a la violencia de estado… dirán unos, repugnancia, antimilitarismo, pacifismo, no a las armas, alienación, pueden decir otros. Se avivan viejas y rancias polémicas, de nuevo la ideología del artista por encima de la obra o con independencia de la obra, incluso la polémica se aviva utilizando los argumentos de olvidos a las minorías raciales en las selecciones y premios de los oscar, como si una película tuviera que ser mejor por el color de su protagonista. Buena polémica para vender más, sin duda, pero a mi me trae al pairo, de hecho hacía tiempo que no veía una película en estado más virginal que ésta, sin haber leído nada antes, sin saber si es un personaje real o ficticio, sin conocer que este individuo entrenado para ser un asesino legal, condecorado, afamado, honrado, realmente ha sido un combatiente en la guerra de Irak.

 

La mirada en el cine es esencial, y no es unidireccional, mira el director para rodar, mira el actor para convencernos y mira el espectador para seguir la historia o para bucear en lo que se cuenta sin palabras. Una película sobre un francotirador es evidente que exige un enorme esfuerzo de mirada, la mirada se concentra en un punto fijo y elimina el escenario restante, la minúscula porción de terreno que el objetivo del rifle (y de la cámara) enfoca y discrimina, aísla la acción individual de la totalidad del conjunto, de esa manera la visión de Chris Kyle es parcial, limitada, individual, alienada por la misión concreta sin  valorar el resto, Kyle vive en su mundo de mirada fija y concentrada, a sabiendas de que tiene las espaldas cubiertas, su mirada planea por encima de la barbarie completa, tiene dos misiones, la colectiva y la personal, las dos dentro del campo de visión de su mirilla telescópica.

 

Eastwood vuelve aquí a asumir un proyecto no pensado para él, digamos que ha sido la segunda opción tras el abandono del mismo por parte de Spielberg, a quien el presupuesto se le quedaba pequeño, en esa concepción de que sólo el dinero trae dinero y calidad. Y sin embargo Eastwood ha encontrado el tempo, el ritmo, el sustrato adecuado para contar la enésima historia sobre el héroe americano, el héroe por antonomasia, individualista, hecho a si mismo, con una misión que él considera altruista y obligada. La presencia de Bradley Cooper podría haber sido una losa demasiado pesada, me resultan evidentes sus limitaciones expresivas y sus escasos recursos interpretativos, pero para un personaje de pocas palabras, escaso movimiento y poca expresividad, el papel puede ser ideal, no en vano, pone parte del dinero en el proyecto, así que nobleza obliga que se reserve lo que cree la mejor parte del pastel.

 

Habrá quien opine que la película es un ensalzamiento a las armas, al ejército, a la camaradería del combate, a la unión del grupo, a que el fin justifica los medios, a la necesidad de incrementar el armamentismo frente a la violencia ajena, que justifica la invasión de Irak y los métodos criminales llevados a cabo, que honra a los caídos y mutilados como héroes sacrificados por el bienestar del mal llamado mundo libre (hay mundos peores, es cierto). Pero es que a me parece que Eastwood consigue lo contrario, no tengo dudas de que su convicción personal es la de mostrar la vida arriesgada y suicida de estos voluntarios alistados en los S.E.A.L,s del ejército estadounidense, pero el cine de Eastwood casi siempre ha permitido incorporar matices que justifican la vuelta de tuerca. Parafraseando la serie de documentales de la segunda guerra mundial, muchos de estos voluntarios terminan preguntándose “¿porqué luchamos?”, y también para qué y por quién, en definitiva. Si el discurso académico ensalzó sobremanera el año pasado una película tan ambigua y peligrosa como “La noche más oscura”, no entiendo que a Eastwood se le ponga en la picota si no es porque Bigelow parece ser demócrata y Eastwood es republicano, los prejuicios otra vez.

 

Kyle puede ser monolítico en su comportamiento, sin fisuras, salvo cuando la acumulación de muescas en su armamento empieza a minar su resistencia, cuanto más reconocido y admirado es por las tropas a las que salvaguarda, más le cuesta seguir apretando el gatillo para sumar víctimas, cada disparo es un muerto, hombres, mujeres y niños, es su decisión la de valorar si el sospechoso va a disparar a las tropas o no, se convierte en un dios de la guerra que decide quién vive y quien muere. Muchas de las películas más violentas, más sangrientas, más decididamente bélicas terminan siendo ejemplo de antibelicismo. Eastwood combina la tensión del campo de batalla con la tensión familiar, la ferocidad del primero y la felicidad del segundo se van compensando hasta que los regresos del combatiente entre misión y misión no exoneran al espectador de la tensión de la batalla porque la mirada de Kyle continúa en combate cuando se encuentra en Texas, en las guerras nadie gana, aunque el hogar esté a miles de kilómetros del campo de batalla, la violencia te espera a la vuelta de la esquina patrocinada por quien dice defenderte y protegerte.

 

La planificación de la historia cuenta con un prólogo, cuatro viajes al frente como cuatro estaciones, como cuatro jinetes del Apocalipsis en los que, a cada regreso, la situación es más feroz, viajes bélicos que terminan con cortes de plano radicales para enfrentarnos a los interludios caseros, y un epílogo que termina cerrando abruptamente la película. La guerra no solo se vive en el frente sino en los hogares, incluso cuando la guerra ha terminado los efectos permanecen y se extienden como un cáncer incurable. Para nuestra mentalidad este afán de defender al mundo, de matar en nombre de la libertad, de usar las armas como un elemento de la vida diaria nos queda, afortunadamente, muy lejos, no así el conservadurismo reinante y la apología de acabar con la violencia con más violencia, la película no oculta el salvajismo de ambos bandos, el uso de la población civil por los dos contendientes, el agravamiento de la situación según pasan los años, y es que, ojo por ojo todos terminaremos ciegos.

 

El cine de Eastwood ha perdido fuerza, eso es evidente, los años nos pasan factura a todos, sus anteriores cinco películas me parecieron rutinarias, apagadas, mortecinas, clásicas en el sentido de desapasionadas, previsibles, agostadas, pero “American sniper” me reconcilia parcialmente con uno de los grandes, no será lo mejor de Eastwood pero es infinitamente mejor que lo hecho desde Invictus, cada uno sacará sus conclusiones arrojando sobre el juicio de las imágenes el propio prejuicio personal, a mi me pasa, a mi este héroe no me lo parece, ni me parece modelo de nada, pero cuando te han educado haciéndote creer que hay tres tipos de personas, corderos, lobos y perros pastores, es muy difícil abandonar a los corderos si tu trabajo es el de perro pastor, porque un perro pastor nunca deja una misión a medias ni a un lobo sin rematar, ahí está el mensaje, un mensaje imbuido de integrismo político y religioso, no sólo por parte de los que rezan a Alá. Eastwood retrata ese mundo hiperviolento del estado de la estrella solitaria, pero como dice el personaje femenino, ¿se diferencia tanto Texas de Virginia, California…?

 

Estreno 20 de febrero de 2015

 

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