Es conocida la debilidad que tiene Santiago Roncagliolo para contar historias reales, pero “más de una vez me he metido en líos, siempre que escribo soy extranjero y no sé cuáles son las cosas que no hay que decir”, bromea y a continuación confiesa: “las novelas las escribes para que te quieran, las historias reales para que te odien”: (risas) Oscar y las mujeres, (Alfaguara) transcurre en Miami, y aunque la aborda desde la ficción tiene más de él que de otros, asegura que la escribió porque “ya era hora de una comedia”.

En lo que se refiere a la crisis y al paro, le apena que “todos mis amigos se regresen al Perú, yo voy a ser el último inmigrante”, vaticina, pero admite que “aunque los líderes políticos aquí sean un horror me sigue gustando la sociedad española. Es el país donde pago impuestos, donde elijo los gobiernos, donde crecen mis hijos, me interesa que este país esté bien. América Latina estará creciendo, pero también hay violencia y la vida cotidiana depende de la seguridad. España es más pacífica. A mí me gusta España más que a los españoles”.

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 Habrá algo de parecido en la dupla Rajoy–Bárcenas, Fujimori-Montesinos.

(Risas) Me parece muy exagerado.

Pero ha habido corrupción…

Eso, sin duda, sin embargo, también creo que ha habido una gran decepción no solo por el caso Rajoy-Bárcenas sino con respecto a todos los líderes financieros, políticos. Los españoles no creían que ocurrirían estas cosas aquí.

Pintaba más para un contexto latinoamericano….

Exacto; aunque ahora América Latina está dando muchas lecciones: hace unas pocas semanas el presidente del Tribunal Constitucional del Perú le dijo al presidente Ollanta Humala que él no iba a tomar las decisiones que el presidente quisiera y en esa misma semana el presidente del Tribunal Constitucional de España resultó militante del partido del gobierno. Por primera vez hay una clara inversión también de las instituciones. Perú está mucho más activo, con  vitalidad: como era España cuando yo vine.

¿Y por qué querías venir a España?

Porque era el sitio donde estaban las editoriales y los escritores profesionales peruanos  como Alfredo Bryce y Mario Vargas Llosa, si quería publicar libros España era el lugar. Y lo fue después de todo.

Pero si no hubiera crisis en España y Perú estuviera en auge económico ¿de igual forma te hubiera seducido venir?

Probablemente no me habría ido del Perú.

¿No hubo algo de romanticismo en tu idea de venir a España?

Más que romanticismo fue algo práctico. Todas las editoriales en Perú, que entonces eran tres,  ya me habían rechazado y una de ellas incluso me quería cobrar. No había mucho que hacer. Nada iba a pasar ahí.

¿Actualmente la idea del escritor como referente cultural ha cambiado?

Creo que ahora es solo escritor. Antes, en la cultura latina sobre todo, Francia y el mundo hispano se esperaba que el escritor fuese un personaje público con una actuación social, los autores del Boom latinoamericano con los que yo crecí, también crecieron en unos años en que arrojaban gente de aviones o los torturaban en estadios de fútbol hasta matarlos, había una revolución en la región, los escritores estaban comprometidos con la ideología que defendían. Los escritores hispanos de hoy ya no tenemos esa responsabilidad.

Alguna vez dijiste que a ti te interesa escribir y no hablar de literatura…

Lo que pasa es que tengo un interés muy especial por el periodismo, por los guiones,  que me han tenido trabajando con públicos distintos en varios países. Siempre he escrito, escribí discursos políticos en Perú…  nunca pensé que iba  a ser escritor pero siempre he sabido que yo iba  a escribir.

En tu casa había escritores…

Mi madre escribía, no fue una escritora con muchos libros porque tenía que cuidar  dos hijos, pero escribió cuentos buenísimos. Mi padre además de político ha sido periodista, mi abuelo  historiador.

Creciste rodeado de libros….

Sí y con una gran alergia al polvo. Yo cuando pregunté de dónde vienen los niños me dieron un libro (risas). Nunca me pregunté si era natural o no, leíamos de todo en casa. Hablaban de política y había que opinar.

¿Pero la política nunca te sedujo?

No, y precisamente por eso puedo decir lo que pienso en mis columnas periodísticas. Si eres político careces de pensamiento individual. Soy hijo de un político pero no es mi lugar. Ahora que en lo que se refiere a la política hay una ventaja: los políticos tratan bien a los escritores porque como Vargas Llosa fue candidato a presidente nunca saben si a lo mejor un día vas a ser su jefe, (risas) pero aparte de eso no tiene mucho encanto para mí ahora el mundo de la política.

Por otra parte, en tus personajes aflora el humor de manera repentina.

Si y porque creo que el humor es la mejor manera de decir las cosas. En general la realidad es bastante errática y absurda.

No te gusta…

Sí me gusta pero a veces parece que hablando de ella con humor la única manera de mostrar esos cortos circuitos que no funcionan.

¿Y de pronto un día te despertaste y el personaje de Oscar Colifatto ya estaba ahí?

¿Oscar? No. Oscar y las mujeres  es un proyecto que tenía en mente antes de irme del Perú. Yo había estado haciendo telenovelas y quería escribir una comedia sobre la realidad y la ficción, sobre las historias de amor y el impacto que causan en la gente. En la primera versión yo pensaba que la telenovela tendría el mismo espacio que la vida real en el libro, luego me di cuenta que  eso no funcionaba y escribí otra versión que transcurría  en Lima,  después pensé: ese tipo de humor y este tipo de telenovela es mejor ambientarlo en Miami,  donde se producen más telenovelas clásicas y así lo hice.  Me divertí cuando en la versión final veía como la vida de Oscar, una y otra vez se va al tacho de basura.

En la vida de Oscar es demasiado tarde para arreglar las cosas…

A lo bruto; a su manera un poco errática y tosca creo que las está arreglando.

¿Te influenció La tía julia y el escribidor?

Seguro, esa novela me encantó y pensaba en películas de los hermanos Cohen, películas de Woody Allen donde se habla de guionistas y autores de historia que saltan de la realidad a la ficción. Si Woody Allen hubiese sido hispano probablemente habría sido guionista de telenovelas en Miami.

¿Y qué buscabas con esta novela?

Creo que era tiempo para mí de escribir una comedia. Mi novela anterior era muy oscura, muy fría y llevaba varios libros muy políticos y  realistas. Después de años viajando y escribiendo mucho libro, al igual que Oscar yo también estuve reconciliándome con la vida cotidiana, porque me estaba olvidando del cumpleaños de mi esposa, no aparecía en el cumpleaños de mis hijos, así que me dediqué un año a convertirme en un adulto funcional, aprendí a conducir, aprendí catalán, hice terapia; necesitaba estar más en mi vida,  en cierta manera ese es el proceso de Oscar también pues tiene que aprender a vivir fuera de sus ficciones y vivir con las mujeres reales.

¿Y en lo que respecta a los roles matrimoniales?

Creo que Oscar representa un poco el pánico del hombre.

De entrar en ese territorio…

Si lo dejan entrar, (Risas) el hombre es una especie en extinción, se enfrenta a un auge de las mujeres que además es lógico, necesario, evidente, imparable y está asustado y en parte ese es el miedo de Oscar que vive acostumbrado a sus ideales viejos de mujer, a esta mujer sumisa de la telenovela, a este amor ideal; le cuesta entender a mujeres de carne y hueso que lo rodean. Este ya es el siglo de las mujeres, han llegado más a presidentas, y han llegado más lejos, yo lo prefiero así, yo soy incapaz de administrar una casa,  necesito que mi esposa haga el trabajo que antes hacían los hombres. ¡Quiero igualdad!

Pero te ves lavando cacharros, poniendo lavadoras…

Bueno lavadoras no pongo, pero sí lavo cacharros, cocino en casa, llevo a los niños al cole, no me veo… más bien como no me vea… me echan de una patada (Risas) Yo paso mucho más tiempo con mis hijos del que pasaba mi padre y los padres de la gente de mi edad y eso me gusta.

¿Ser padre es una buena experiencia?

Sin duda, mis hijos son mejor que he hecho en la vida.

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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