En el corazón de Barcelona, en el número 43 de la Vía Layetana, se alza un edificio que encarna algunas de las páginas más sombrías de la historia de España. Durante más de un siglo, esta comisaría ha sido sinónimo de represión, tortura y miedo, un lugar donde la brutalidad policial se ejerció con impunidad contra quienes desafiaron el poder. Desde los albores del siglo XX hasta la Transición democrática, Vía Layetana fue el epicentro de un sistema de terror que dejó miles de víctimas, muchas de las cuales aún claman justicia.
Un Legado de Represión: El Contexto Histórico
La Jefatura Superior de Policía de Vía Layetana, inaugurada en 1929, se convirtió rápidamente en un símbolo de represión. Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), la Segunda República (1931-1936), y especialmente bajo el régimen franquista (1939-1975), el edificio albergó a la Brigada Político-Social, una unidad dedicada a sofocar cualquier oposición al régimen. Las torturas no cesaron con la llegada de la democracia; casos documentados durante la Transición (1975-1982) muestran que las prácticas represivas persistieron. Hoy, la comisaría sigue en funcionamiento, lo que ha generado un intenso debate sobre su conversión en un centro de memoria para honrar a las víctimas, enfrentándose a la resistencia de sectores policiales (El Nacional).
Los Torturadores: Rostros del Terror
A lo largo de su historia, Vía Layetana fue el escenario de las atrocidades cometidas por varios policías torturadores, cuyos nombres resuenan como sinónimos de crueldad. A continuación, se detalla su periodo de actividad, los crímenes cometidos y las víctimas afectadas:
Nombre | Periodo | Crímenes | Víctimas | Detalles de las Torturas |
---|---|---|---|---|
Severiano Martínez Anido | ~1920 | Represión brutal de movimientos obreros y opositores políticos. | Trabajadores y activistas políticos durante la Restauración y dictadura. | Métodos específicos en Vía Layetana no documentados, pero conocido por violencia generalizada (Conversación sobre Historia). |
Miquel Badia | 1933-1934 | Tortura de anarquistas y opositores en Vía Layetana. | Anarquistas como Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti. | Simulacros de ejecución, disparos sobre cabezas y lanzamiento de piedrecitas para aterrorizar, causando desmayos y traumas psicológicos (Wikipedia: Miquel Badia). |
Hermanos Creix | 1941-1974 | Torturas físicas y psicológicas en la Brigada Político-Social. | Comunistas, anarquistas, nacionalistas catalanes. | Palizas, electrodos, técnicas aprendidas en EE.UU. (Antonio, 1958), operaciones como el asesinato de Quico Sabater (Archivos de la Historia). |
Pedro Polo Borreguero | Hasta 1955 | Ordenó torturas y ejecuciones, incluyendo “la caída de los 80” (1947). | Opositores políticos, como Tomasa Cuevas. | Palizas con porras y cuerdas, simulacros de fusilamiento; al menos una muerte en “la caída de los 80” (Wikipedia: Pedro Polo Borreguero). |
Severiano Martínez Anido: El Precursor

Como gobernador civil de Barcelona en la década de 1920, Martínez Anido estableció un modelo de represión que marcó el camino para futuros torturadores. Aunque no hay evidencia directa de su actividad en Vía Layetana, su colaboración con el general Miguel Arlegui, conocido por métodos de tortura refinados, sugiere un entorno de violencia sistemática contra trabajadores y activistas (Conversación sobre Historia). Su legado sentó las bases para las prácticas que se intensificarían en las décadas siguientes.
Miquel Badia: El “Capità Collons”

Miquel Badia, jefe superior de la policía en Cataluña durante la Segunda República (1933-1934), es una figura infame por su crueldad. Apodado “Capità Collons” por su actitud violenta, Badia utilizó Vía Layetana para reprimir a anarquistas. Un testimonio escalofriante describe cómo llevaba a los detenidos a un muro, les anunciaba su ejecución, disparaba por encima de sus cabezas y permitía que un cómplice lanzara piedrecitas a sus espaldas, causando desmayos por terror. Algunos presos, según relatos, perdieron la razón debido a estos traumas. Badia también ordenó la tortura de Francisco Ascaso y la detención de Buenaventura Durruti en 1934, consolidando su reputación como represor (Wikipedia: Miquel Badia).
Los Hermanos Creix: Maestros del Dolor

Antonio Juan y Vicente Juan Creix fueron pilares de la Brigada Político-Social durante el franquismo (1941-1974). Antonio, enviado a EE.UU. en 1958 para aprender técnicas de tortura, y Vicente, especializado en círculos universitarios y catalanistas, perfeccionaron un sistema de represión que combinaba palizas, electrodos y métodos psicológicos como la “bañera” (asfixia con agua). Estuvieron involucrados en operaciones clave, como el asesinato de Quico Sabater y la desarticulación de la Captuxinada en 1966, además de reprimir manifestaciones de sacerdotes en 1960. Su brutalidad dejó un rastro de víctimas entre comunistas, anarquistas y nacionalistas catalanes (Archivos de la Historia).
Pedro Polo Borreguero: El Verdugo Metódico
Pedro Polo Borreguero, subjefe de la Brigada Político-Social hasta 1955, es recordado por su papel en el caso “la caída de los 80” (1947), donde más de 80 sospechosos de ser “delincuentes políticos” fueron detenidos sin orden judicial y torturados en Vía Layetana durante más de 30 días. Los métodos incluían palizas con porras y cuerdas, así como simulacros de fusilamiento. Al menos un detenido murió, y varios requirieron atención médica. Polo también torturó a Tomasa Cuevas, dejándola postrada en cama por dos meses. Su reputación como represor implacable lo convirtió en una figura temida entre anarquistas y comunistas (Wikipedia: Pedro Polo Borreguero).
Voces de las Víctimas: Testimonios que Claman Justicia
Las víctimas de Vía Layetana han roto el silencio con testimonios que revelan la magnitud del horror. Carles Vallejo, sindicalista torturado en la década de 1970, presentó una querella contra seis agentes por delitos de lesa humanidad. En una declaración a ABC, describió Vía Layetana como “la topografía del terror” para quienes sufrieron represión, relatando cómo los golpes y vejaciones lo dejaron con traumas imborrables (ABC: Carles Vallejo).
Blanca Serra, activista independentista de 81 años, denunció en 2024 las torturas sufridas en 1977 en Vía Layetana y en la Dirección General de Seguridad de Madrid. Su testimonio, que incluye malos tratos físicos y psicológicos, llevó a la Fiscalía a abrir diligencias en 2025, marcando un hito en la lucha contra la impunidad (ABC: Blanca Serra).
El libro Torturadas de Gemma Pasqual i Escrivà recoge las voces de 22 mujeres que sufrieron vejaciones en Vía Layetana desde 1941 hasta 2019. Estas mujeres narran experiencias de palizas, simulacros de ejecución y abusos sexuales, destacando el impacto devastador en sus vidas. Sus historias son un testimonio del terror sistemático que se ejerció contra mujeres por su disidencia política o condición social (El Nacional: Torturadas).
Carles García Soler, otro sobreviviente, relató su experiencia en 1972: “Estaba completamente destrozado, físicamente roto por todas partes”. Describe cómo, tras ser detenido, fue sometido a “la rueda” (golpes por múltiples agentes) durante 72 horas sin descanso, dejándolo en un estado tan grave que el director de la prisión Modelo inicialmente se negó a admitirlo (El Nacional: Voces torturadas).
El Costo Humano: Muertes y Secuelas
Aunque no existen cifras exactas, se estima que miles de personas fueron torturadas en Vía Layetana durante el franquismo. En el caso “la caída de los 80”, al menos un detenido murió y varios sufrieron lesiones graves. Otros casos documentan muertes de militantes comunistas a manos de Polo Borreguero y sus agentes. Las secuelas físicas incluyeron fracturas, lesiones internas y discapacidades permanentes, mientras que las psicológicas abarcaron trastornos de estrés postraumático, ansiedad y depresión.
Carles Vallejo ha hablado del “trauma” que lo acompaña, afirmando que “no se arregla ni con dinero, ni con perdón” (ABC: Carles Vallejo). Blanca Serra describe cómo las torturas afectaron su salud mental y física, limitando su vida cotidiana. Las mujeres de Torturadas relatan cómo el miedo y la humillación marcaron sus relaciones y su capacidad para vivir sin temor.
La Impunidad: Una Herida Abierta
La impunidad ha sido el sello distintivo de Vía Layetana. Muchos torturadores, como los hermanos Creix y Pedro Polo Borreguero, nunca enfrentaron justicia. Antonio Juan Creix fue expedientado en 1974, pero durante la Transición terminó sellando pasaportes en el aeropuerto de El Prat, un castigo irrisorio para sus crímenes (Catalunya Plural). Las querellas presentadas por víctimas como Carles Vallejo y los hermanos Ferrándiz han sido archivadas, amparadas por la Ley de Amnistía de 1977 y la prescripción (ABC: Audiencia de Barcelona).
Sin embargo, un rayo de esperanza emergió en 2025, cuando la Fiscalía de Barcelona abrió diligencias para investigar las torturas denunciadas por Blanca Serra, marcando la primera investigación penal de este tipo (Ideal). Este paso, aunque tardío, refleja un cambio en la voluntad de abordar los crímenes del pasado.
La impunidad no es solo un problema histórico. La continuidad de la comisaría como sede policial ha generado críticas de asociaciones memorialistas y partidos políticos, que exigen su transformación en un centro de memoria. Sin embargo, el Ministerio del Interior ha rechazado estas propuestas, y sindicatos policiales como Jupol han calificado los esfuerzos por reconocer las torturas como “humillaciones” a la Policía Nacional (Infobae). Esta resistencia perpetúa la negación de las víctimas y obstaculiza la reconciliación.
Memoria y la Justicia
Vía Layetana 43 no es solo un edificio; es un símbolo del terror ejercido contra quienes lucharon por la libertad. Las historias de Martínez Anido, Miquel Badia, los hermanos Creix y Pedro Polo Borreguero son un recordatorio de la brutalidad que marcó a generaciones. Los testimonios de Carles Vallejo, Blanca Serra, Carles García Soler y las 22 mujeres de Torturadas son un grito de justicia que no puede ser silenciado.
Apoyar a las víctimas significa reconocer sus historias, investigar los crímenes y garantizar que no se repitan. La transformación de Vía Layetana en un centro de memoria, como proponen asociaciones como Òmnium Cultural e Irídia, es un paso esencial para honrar a quienes sufrieron y educar a las futuras generaciones (Público). La reciente apertura de diligencias por la Fiscalía es un avance, pero debe ir acompañada de un compromiso real para derogar las barreras legales que protegen a los torturadores.
No podemos permitir que Vía Layetana siga siendo un “agujero negro” en la memoria de España, como lo describió Carles Vallejo. Es hora de que este lugar deje de ser una comisaría y se convierta en un faro de verdad, reparación y justicia. Las víctimas merecen ser escuchadas, sus verdugos deben ser nombrados, y la sociedad tiene la obligación de no olvidar. Porque olvidar es permitir que el horror se repita.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.