Decía el juez Llarena en el Auditori de Barcelona donde el rey repartía poderes sobredemocráticos a la nueva hornada de juezas y jueces, que él iba a solucionar por vía judicial lo que no se había hecho por vía política. El mesías Llarena se autoproclamaba garante absoluto de la salvación de la patria vía juzgado por sus inmensos atributos constitucionales.
Esta afirmación que debería haber creado una alarma social en cualquier estado democrático, aquí ha pasado sin pena ni gloria tapada por una nueva ola de represión con la detención de una activista del CDR de Viladecans por terrorismo y rebelión. Top ten.
Llarena eclipsó al propio monarca, todo el mundo le felicitaba, se reían junto a él, le besuqueaban y le daban golpecitos en la espalda, querían hacerse fotos con él y no sé si alguien le pidió material genético. Mientras fuera trataban como a delincuentes peligrosos a los estudiantes de la escuela superior de música de Catalunya y a sus profesores por hacer sonar por un altavoz “Els Segadors”, himno oficial del país. El desorbitado dispositivo de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado era por el monarca, ese hijo de un padre con un padrastro genocida, del que la gente habla escandalizada por sus problemas familiares pero no por su anacrónica corona salpicada de corrupción, que pagamos entre todos los súbditos, los alegres y los tristemente sometidos.
Ahora, según las palabras de Llarena, la unidad de la patria está en sus manos, así como el destino de los defensores de la república catalana y por su sonriente posado, que vayan poniendo las barbas a remojar todo aquel que cuestione el libro sagrado de la transición en cualquiera de sus versículos, ya que puede quedar suspendido en el limbo de la prisión provisional en la que algunos, como los chavales de Altsasu, llevan secuestrados más de 500 días. Ahora la política será a golpe de maza entre las puñetas de la manga ancha interpretativa de los jueces estrella.
Si sus señorías van a arreglar España, inducidos políticamente en primera instancia vía fiscalía y jaleados después por los incapaces políticos del 155, algunos nostálgicos de 1939, cruzamos una vez más la línea roja. Así, si se produjera el milagro de una mesa de negociación donde los constitucionalistas del 78 se sentaran a dialogar sobre la república catalana, puede que los jueces siguieran su camino con la excusa de esa independencia que brilla por su ausencia y con su llave mágica encerraran bajo candado a todos aquellas personas susceptibles de ser acusadas de rebelión, de terrorismo o de haber matado a Manolete. Llegados a este punto el gran riesgo de judicializar las cuestiones políticas es dotar a la judicatura de un poder que no le corresponde gracias al pegamento, marca atado y bien atado, que tan bien liga indisolublemente a los diferentes poderes desde la muerte del dictador. Luego solo quedaría, una vez injustamente sentenciados todos aquellos susceptibles de ser tildados de enemigos del estado, la vergüenza del arma del indulto con el que saca de la cárcel el PP a sus corruptos amigos.
Estos últimos días he estado viendo las televisiones nacionales cosa que hace tiempo dejé de hacer por higiene mental, una vuelta con un coste alto para mi hernia de hiato, y no me extraña nada que la gente que solo se informa por esta vía esté exhalando anticatalanismo horrorizada ante la violencia terrorista que invade las calles de Catalunya. Así tampoco es raro que nostálgicos salgan a la calle vestidos con los ropajes de Falange aullando a la rojigualda repartiendo hostias gratis a todo aquel que lleve algo amarillo porque ahora no son solo impunes, son aplaudidos porque son víctimas que se defienden del etnicismo supremacista catalán que les esclaviza y amordaza.
Es de auténtica vergüenza el papel de la prensa en el descenso vertical al vertedero por el que obligan a suicidarse a la democracia. Es repugnante y alarmante como se prestan al relato del PP y sus compañeros de viaje a las ciénagas del franquismo sobre las que siempre han caminado sin que les salpicaran sus aguas fecales debido a su impermeable cinismo y al paraguas de la impunidad que se autoregalaron allá por el 77 y que les ha servido para ir dejando un estado, que nunca fue de derecho, completamente contrahecho. Luego se echan las manos a la cabeza cuando oyen lo de prensa española manipuladora. Si vemos como en Antena 3 se disculpa al Losantos, porque él es así, genio y figura, y en La Sexta se le pone alfombra roja a un terrorífico Felipe González para que escupa por su boca una maldad tras otra en sus varias de cal y alguna de arena, lo entendemos todo.
La guerra sucia y la diana en el enemigo convertido en desalmado y peligroso para los intereses nacionales y para la ciudadanía en general no es una novedad, lo nuevo es que se haya aplicado en Catalunya, sin violencia previa, con una línea editorial pacifista como marca catalana. Mientras les pasaba a otros, criminalizando movimientos sociales y medios de información no sometidos al relato oficial, se miraba para otro lado, ahora el twitter va lleno de “sentimos haber estado tan ciegos”. Lección a aprender: siempre acaban viniendo a por ti. Hoy son los CDR, mañana puede que les toque a los que defienden la tercera república aunque sea solo desde las redes sociales. Todo puede ser terrorismo desde el 2015 con la reforma del artículo 573 del Código Penal, año de la infame ley mordaza y fecha en la que se abrió la veda para meter entre rejas a todo aquel que no siga el guión esculpido en la pesada piedra de la transición.
Espero que al calor del 14 de abril los CDR que están surgiendo por el resto del estado español marquen el punto de partida sin retorno hacia las repúblicas que tienen que salvarnos de esta podredumbre y decadencia, que sean muchos más los que florezcan esta primavera y que la solidaridad entre pueblos sea quien le practique los primeros auxilios a una democracia que agoniza ante la pasividad de la mayoría. Es urgente, tan urgente como para que los progresistas del estado español y sus círculos culturales e intelectuales se den cuenta de que esto va de supervivencia democrática y no se arregla con tuits esporádicos. Sin el calor de la fraternidad se hiela la libertad.