El cielo intergaláctico de la calle Progrés, a pesar de ser de un frío azul cobalto, producía un efecto invernadero que aumentaba -todavía más- la sensación de bochorno que se respiraba en Barcelona. Para colmo, no soplaba ni una pizca de aire: lo que vendría siendo un verano normal en la capital catalana, aunque este año el guión haya cambiado un poco. Indiferentes o resignados frente el sofoco, algunos turistas se fotografiaban junto a las rocas espaciales y las aeronaves que poblaban Progrés, el tramo más largo de las calles decoradas de la Festa Major de Gràcia y que les ha valido el quinto lugar en el concurso de ornamentación. Pero era la fantástica portalada, reconocida en un merecedor primer premio, la que con sus extraterrestres verdes y su fuente de agua -con chorro incluido, debajo del cual debían pasar los transeúntes- arrancaba el mayor número de fotografías.

En el escenario realizaban la prueba de sonido los Poca Broma, contentos porque aquella noche actuaban en la calle Progrés, con la que mantienen lazos afectivos y junto a los grupos Igitaia y Alerta, con los que el buen rollo es la nota dominante. Sin embargo, no hay felicidad completa: tocarían con el limitador de sonido impuesto por el Ayuntamiento de Barcelona. Durante la prueba de sonido, la música contundente y combativa -con limitador incluido- de Poca Broma atronaba en Progrés; un joven con camisa a cuadros y peinado classic bourgeois -al más puro estilo Sandro Rosell- se tapaba los oídos, mientras quizá buscaba a la juventud de Benedicto XVI. Al bajar del escenario, Adrià, el batería de Poca Broma, confiesa: “He soñado toda mi vida con tocar en las fiestas de Gràcia y me estreno esta noche”. El resto de miembros de Poca Broma ya saben lo que es tocar en la calle Progrés -y en el Casal de Joves de Fontana-, pero lo hicieron con otro batería, Dani, que a día de hoy es el cantante de Igitai.

Precisamente, que la semilla de Poca Broma se cultivara en la tierra fértil de la calle Progrés, se explica gracias a los abuelos de Dani, predispuestos a tener la casa siempre llena de juventud y donde Poca Broma podía ensayar lejos de la dictadura de precios y horarios que mandan en los locales de ensayo. “La calle Progrés es un punto de encuentro”, explica Pau, que considera que el frecuentar y estrechar lazos con esta calle les ha llevado a conocer personas de muchas entidades de Gràcia. Y añade que no únicamente les ha permitido formar parte del tejido asociativo del barrio, sino también un aprendizaje: tal y como explicó Mercè, la juventud participa muy activamente en la toma de decisiones de la calle Progrés, de un modo asambleario e inclusivo, lo que supone, tal y como explica Pau- una teoría y unas prácticas alejadas del mundo jerarquizado y de la división del trabajo dominantes.

Era una gran noche para Adrià, pero sin duda también para el resto de los Poca Broma. En tan señalado concierto estrenarían un elemento de merchandising imprescindible para cualquier grupo que se precie: las camisetas de Poca Broma, que lucirán un verso de su canción “Victòria”: “hem buidat les esglésies i les hem fet casals populars” (“hemos vaciado las iglesias y las hemos hecho centros populares”). Una frase muy oportuna coincidiendo con la visita del Papa. “D’entrada no sóc partidari / de la violència / però cremar l’Escola de Chicago / és legítima defensa” (“De entrada no soy partidario de la violencia, pero quemar la Escula de Chicago es legítima defensa”), dicen en “L’escola de Chicago”, otra canción. Si hablamos de música combativa, ¿es sencillo encontrar la inspiración en estos tiempos chungos que corren? “Sí, estamos muy agradecidos al FMI”, responde irónicamente Pau.

Los Poca Broma andan enfrascados en tratar de producirse un disco. Con este fin, han organizado una comida fraternal, donde algún dinero consiguieron. Pero el dinero nunca es el valor último: cuentan cómo actuaron sin esperar gratificación económica en un maratón de conciertos para el Esplai Sant Cebrià, pero cuál sería su sorpresa cuando la gente del esplai les entregó un montón de chapas de Poca Broma a modo de regalo, que ya forman parte del merchandising del grupo. “Aunque no te paguen con dinero, hay un montón de maneras de colaborar”, zanja Pau. El limitador de sonido es una minucia, una molestia insignificante que en gran medida persigue el afán recaudatorio; otra dimensión, sin duda muy distinta, tiene el crespón negro en la estelada en recuerdo y homenaje de quién ya no está entre los asistentes.La calle Progrés está a punto para la fiesta.

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