Ya son 162, en 10 días consecutivos, los coches –principalmente de gama alta- que han aparecido quemados por los barrios de Berlín, y todo apunta que a corto plazo, el número de coches quemados seguirá subiendo. También han aparecido en Hamburgo. A pesar del fuerte despliegue preventivo de la policía, con centenares de agentes de civil y uniformados y apoyados por helicópteros con cámaras térmicas y de alta definición, los nocturnos incendios no paran y, de momento, ninguna persona ha sido arrestada ni in fraganti ni a posteriori. La oleada de fuego a automóviles, iniciada el pasado 16 de agosto –unos días después del fin de los disturbios en Inglaterra y a un mes de las elecciones y la visita del Papa en la ciudad-Estado, programadas para el 18 y 22 de septiembre respectivamente-, no es un fenómeno nuevo en Berlín. En el que va de año, los barrios, tanto del antiguo este como del oeste, han sido testigos de la quema de al menos, 350 vehículos. Y entre los años 2007 y 2010, la cifra sube hasta los 650.

La alarma crece entre políticos, vecinos y medios de comunicación. La policía ha desplegado, además, agentes otros Länder y ha ofrecido una recompensa de 5.000€ a cambio de cualquier información que contribuya a la detención de los autores. La venta de pastillas para encender la barbacoa es observada. También se han empezado a organizar patrullas ciudadanas, e incluso hay vecinos que reclaman ir armados para vigilar y defender sus propiedades. Los ataques incendiarios ya se han convertido en caballo de batalla de la campaña electoral. Los miembros del bipartito que gobierna Alemania (CDU y FDP), ya utilizan en sus carteles de propaganda electoral en la capital, la foto de coches quemados, pidiendo más policía, mano dura, vídeo-vigilancia y cambio. Para el alclade-gobernador Klaus Wowereit y el consejero de Interior Ehrhart Körting, del partido socialdemócrata SPD, los incendios son un claro caso de vandalismo y criminalidad. Algunos miembros tanto del SPD cómo de la formación democratacristiana CDU se han atrevido a describir la quema de coches como incipientes formas de terrorismo, comparables a las acciones de la Fracción del Ejército Rojo (RAF). “El terrorismo de Baader-Meinhof también empezó sólo con incendios. Primero los coches, luego qué?” apuntan. El debate, hoy por hoy, se centra al saber quién hay detrás, poco en el por qué.

Mientras tanto, las autoridades consideran a los grupos autónomos libertarios y de extrema izquierda como los principales sospechosos de la acción directa. También ha trascendido que en algunos casos, se podría tratar de pirómanos sin agenda política, imitadores vandálicos o de personas que, aprovechando la coyuntura, buscan el fraude y la estafa en la aseguradora. Algunos coches más sencillos y utilitarios –herramientas de trabajo con seguros estándar- como Volkswagen Polo, Ford Escort, Renault Modus o Smart, etc., también han aparecido quemados, hecho que refuta la autoría total de los grupos autónomos, como también ha reconocido la vicepresidenta de la policía berlinesa Margarete Koppers. Tampoco se tienen que descartar a los agentes provocadores, aquellos que actúan en la más pura línea El hombre que fue Jueves de G. K. Chesterton.

La gentrificación combinada con la lucha de clases, la crisis y el paro (y por extensión el Hartz IV) son algunas de las claves del estallido de la nueva oleada de incendios. La gentrificación, un fenómeno de ennoblecimiento, de aburgesamiento y de encarecimiento de barrios está siendo, desde hace 2 años, muy marcada. Más allá de los ya gentrificados barrios de Mitte y Prenzlauer Berg, los barrios de Kreuzberg, Friedrichshain y la zona conocida como Kreuzkölln son los más afectados. Este fenómeno comporta el desplazamiento de los habitantes con menos poder adquisitivo del barrio y la llegada de la clase mediana y de yuppies. La gentrificación, sin embargo, no viene sola, muchas veces viene acompañada de la turistificación, del guiri. La turistificación es un proceso gradual por el cual una ciudad va ganando visitantes hasta que estos son tanto masivos que llegan a cambiar la orientación económica de unas calles o de un barrio, favoreciendo la aparición de bares, clubes y tiendas de souvenirs, así como de apartamentos turísticos ilegales en pisos. Esta transformación conlleva también un encarecimiento del barrio y un cambio de tendencia social que acaba expulsando los vecinos originales, ya sea debido a la subida de precios o por el ruido, suciedad y otras molestias que provoca la aglomeración de gente (más cuando se mezcla con alcohol y fiesta). Por lo tanto, la transformación socioeconómica de los barrios de Berlín se encuentra en el trasfondo de las fricciones y acciones. Ya en 2009, un grupo autónomo llamado Bewegung für militanten Widerstand (BMW) –Movimiento por la Resistencia Militante-, se atribuyó, en un comunicado contra la gentrificación, muchos de los coches quemados a Prenzlauer Berg.

Los coches de gama alta o de lujo son un clásico símbolo de éxito, ostentación consumista y poder adquisitivo, especialmente en Alemania, uno de los referentes mundiales en diseño y fabricación de coches. Los vehículos quemados son sobre todo lujosos modelos –con un coste mediano de 35.000€ y seguros a todo riesgo- de marcas alemanas como Mercedes, Porsche, Audi, BMW y Volkswagen. La quema de coches puede ser entendida como un intento de afectar a uno de los motores económicos del país, la industria automovilística. Es una forma de agitación política contra el aburgesamiento y una manera de intentar asustar a los ricos y a los nuevo-ricos y remover conciencias. El fuego es la protesta contra la gentrificación y la reestructuración urbana. Sin embargo, quemar coches no deja de ser una metáfora, vil, de las acciones de Los Edukadores de Hans Weingartner. Algunos grupos de izquierda se han mostrado críticos con los incendios, consideran que quemar coches tiene exactamente el efecto contrario al que supuestamente se quiere provocar y que da munición a los opositores políticos. El debate está/sigue servido. En todo caso, lo que parece claro es que Merkel intentará acelerar sus planes de ley y orden para ir acabando, poco a poco, con el libertinaje de Berlín, siguiendo la línea marcada por ejemplo, por Múnich, Frankfurt o Düsseldorf. Una vez más, la seguridad y la lucha contra la amenaza prototerrorista vuelve a ser la única prioridad de la política berlinesa.

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