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Todavía podemos seguir viendo formas distintas de contar historias e intrahistorias, todavía quedan exhibidores con gustos alternativos y algún que otro distribuidor alejado del cine meramente comercial aun se atreve a programar este premio a la dirección novel del festival de Locarno, una de esas rara avis del cine independiente que sobreviven en el panorama europeo. El argumento es muy sencillo, pero también se puede complicar todo aquello que la imaginación o las ganas de involucrarse del espectador sea posible. 68 minutos de vida en el campo, tres actos, el descubrimiento de lo que es la muerte y la vida en una granja de cerdos en la región de L,Île de France y los secretos del bosque a través del abuelo, un segundo acto en la relación de la niña de 4 años (Nana) con su madre, una madre de escaso sentimiento maternal y que desprende rabia interior, y un tercer acto de exhibición y demostración de lo aprendido cuando la niña vive en su mundo y totalmente sola. Mientras tanto habremos observado cómo mira con atención y curiosidad el sacrificio de un cerdo, cómo es la muerte en directo y lo que cuesta morir, luego habrá sabido valorar que ese cerdo grande y comestible, alguna vez fue un cochinillo como con los que juega. En un momento dado una madre joven, que suponemos en absoluta incomodidad con el mundo que le rodea, pero plenamente integrada en el mismo porque conoce las artes básicas para sobrevivir en el mismo, abandona el hogar paterno junto con la niña para ir a vivir a una casa semiabandonada donde Nana sigue aprendiendo de lo que ve a hacer a sus mayores mientras su imaginación se desarrolla a través del juego, juego en el que repite los roles que ve en la vida diaria pero adoptando el papel de directora. Cuando de la noche a la mañana se despierte sola en la cabaña no echará en falta a nadie, ya ha aprendido lo que tiene que hacer, cómo vestirse, cómo alimentarse, cómo repetir el rito de la muerte que vió con el cerdo, en definitiva, ya no necesitará a su madre porque ya ha aprendido a leer, y en esa imagen metafórica de la bella durmiente en el bosque, matará a la madre porque ya se ha hecho mayor y ya no necesita cuentos, no necesita el libro porque ya sabe que los hombres son malos porque un mago les transplantó el corazón de un perro moribundo cuando el hombre había muerto. No hay crueldad para el espectador cuando advertimos que la niña ha sido abandonada, intuimos que alguien la rescatará, que no es la primera vez que esa madre se ha desentendido de su hija, que probablemente esa hija sea la causa del desencuentro entre la madre y el abuelo, pero no creemos que la niña sufra peligro alguno en esa situación porque el desenvolvimiento y naturalidad ante la cámara de Nana es absoluto. Desentona que la madre vista prendas absolutamente fuera de lugar para trabajar en el campo pero que se comporte con tanta naturalidad con ese medio, y es que en el fondo está tratando de decir que ése no es el mundo en el que quiere vivir, mientras tanto Nana está aprendiendo a valerse por si misma y poder escoger, aprenderá del animal muerto y del animal vivo, de lo que ve hacer a su abuelo y de lo que ve hacer a su madre. Definitivamente se deshará de todo aquello que le sobra abandonándolo en el bosque, es el buen salvaje a su libre albedrío, la versión desagradable de la Hushpuppie de Bestias del sur salvaje, el retrato antropológico más ficción que realidad que pudimos apreciar en Le quattro volte de Frammartino, una vuelta a lo simple y a lo cercano, al hombre humanista que aprende de otros hombres pero se desenvuelve solo. Al final abuelo y nieta regresan juntos a la granja llevando lo importante para Nana, sus juguetes y sus ropas, en el camino ha perdido a una madre pero se ha encontrado consigo misma.

Estreno 19 de Abril de 2013

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Guión y dirección: Valérie Massadian

Fotografía: Léo Hinstin, Valerie Massadian

Reparto: Marie Delmas, Kelyna Lecomte, Alain Sabras…

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