¿Qué hay más allá del Covid? ¿Y más allá de las cada día cambiantes restricciones? ¿Cuántos se vacunarán?

¿Qué hay más allá de Filomena? ¿Qué pasa con Madrid?

¿Y del impeachment contra Trump?

¿Qué hay más allá de las tarjetas opacas del rey emérito? ¿Volverá a España?

¿Y más allá de los constantes desacuerdos del gobierno de coalición? ¿Y del creciente populismo surgido de la conversión de las adversidades sociales en oportunidades políticas? ¿Y del “ni come ni deja comer” que practican todos y cada uno de nuestros representantes?

¿Qué pasará con el aplazamiento del 14-F? ¿Y con Illa?

¿Y qué pasa con todo lo demás?, me pregunto yo y se pregunta media España. ¿Qué hay de todas esas cuestiones que no se tratan en un Congreso, en un plató de televisión o en las sobremesas de los domingos? Se practica el olvido como remedio ante problemáticas que son realidades pero que no interesa que lo sean. Me refiero a asuntos que están ahí, aunque no sobre la mesa, y que siempre lo han estado.

Varios docentes a lo largo de mi carrera estudiantil se han encargado de infundir en mí la idea de que el caso práctico adecuado profundiza en nuestro subconsciente hasta aquellos lugares recónditos donde la teoría no es capaz de llegar. Así que como alumnos ejemplares que somos todos, os propongo que hagamos un repaso a algunas de esas cuestiones, ya que no hay mejor vacuna contra el virus de la desmemoria que mostrar ante el espejo estas realidades incómodas para algunos y alarmantes para otros. Porque si la desmemoria consigue calar en todos nosotros, nuestro papel como sociedad se encuentra abocado al fracaso.

Empecemos mencionando al Índice de Gini, el cual mide cuánto se aleja la distribución del ingreso entre individuos de la distribución perfectamente equitativa. Es decir, cuantifica la desigualdad en una sociedad: a mayor valor, mayor divergencia en la distribución. ¿Qué me decís del valor de 63 (2014) que encontramos en Sudáfrica, el 59.10 (2015) de Namibia, el 56.20 (2008) de la República Centroafricana, el 53.30 (2017) de Brasil o el 50.50 de Honduras (2017)? ¿Cuántos de los países mejor posicionados en el ranking disponen de abundantes recursos explotables y generadores de riqueza? Paradigma de ello son Venezuela, el país con mayores reservas de petróleo (20% mundial, según la OPEP), o la República Democrática del Congo, encabezando la tenencia de reservas de coltán y siendo uno de los países más pobres y con menor Índice de Desarrollo Humano a nivel mundial (según el PNUD). ¿Qué está fallando?

Tan solo en España, situado por encima de la media en los valores del Índice de Gini, encontramos al menos 40.000 personas viviendo en la calle, según un informe presentado recientemente por Cáritas. Nada sorprendente teniendo en cuenta los 162 desahucios por cada día hábil en 2020, aun considerando la paralización de la actividad judicial iniciada en marzo a causa de la pandemia. ¿Qué está fallando de nuevo?

Sigamos: Permitidme ahora haceros conocedores de que Madrid lidera el ranking a nivel europeo en cuanto a la ciudad con mayor mortalidad provocada por la contaminación de los coches. ¿Sabíais que hasta un 7% de las muertes anuales que soporta la capital están causadas por mala calidad del aire? El asesino invisible. Y no es que la contaminación no está regulada, que lo está, sino más bien que nuestros representantes parecen tener otras prioridades. Nos remitimos a la denuncia de España ante el Tribunal de Justicia Europeo por el incumplimiento de los límites legales, la acusación de condena al Estado de Francia por su inacción ante la consecución del objetivo fijado para 2030 y basado en la reducción de un 40% de sus emisiones del CO2 respecto a 1990 o la victoria de la ONG que emprendió acciones legales contra el gobierno holandés por infringir la normativa medioambiental. Quizás la pregunta no sea “¿Qué está fallando?”, sino más bien “Quién”.

¿Y qué me decís de las 45 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, tan solo en España, y tan solo en 2020? Resulta llamativo que en el 77% de los casos convivieran en el mismo domicilio y que el 84% de las víctimas no hubiese interpuesto denuncias previas. A esta realidad se suma el no menos importante dato proporcionado por el Ministerio de Igualdad en 2019: una de cada dos mujeres en España ha sufrido algún tipo de violencia machista en su vida. Porque todo esto empieza con un “Rosa para las niñas, azul para los niños”, un “Esas palabras no son de señorita”, un “¡Qué día tienes hoy! ¿Te ha venido la regla?”, un “A ti lo que te hace falta es un novio” o un “Con tu hermano es distinto, él es varón”. Una lástima que nuestra estructura social y organizativa tienda a normalizar dicha barbarie.

Queridos lectores: ¿Cuántos habéis pronunciado el “Black lives matter” en este último año? ¿Cuántos habéis sufrido con las imágenes de la mujer africana sollozando a gritos por la vida de su bebé en el mar? ¿Pero cuántos de estos estáis a favor de la acogida de inmigrantes en nuestro país? Según informó el Ministerio de Interior en 2019, los delitos de odio en España aumentaron un 6,8% respecto al año anterior, con el racismo y la xenofobia en cabeza con un aumento del 20,9%. No nos juzgo, nuestros representantes no lo hacen mejor que nosotros: únicamente durante el primer estado de alarma, entre marzo y mayo de 2020, en España se detectaron más de 70 incidentes y prácticas institucionales racistas en España, según un informe remitido a la ONU. Y no sólo eso, sino que además nuestro país se encuentra entre los 44 Estados que se abstuvieron en la votación de la ONU para la intensificación de los esfuerzos en la lucha contra el racismo. Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor. Quizás la verdadera lucha no sea contra el racismo, sino contra los intereses políticos que se esconden detrás. Y que si no les quieren aquí, por lo menos ayúdenles allí. ¿O acaso dejaríais alguno de vosotros a vuestras familias atrás, a cambio de nada, si la causa no es vital? Tan solo mencionar las 400.000 mujeres violadas como arma de guerra en el Congo entre 2006 y 2007, o el conflicto del Sáhara Occidental, el cual late sin guerra pero sin paz desde 1991.

Estimados lectores, varios son nuestros frentes abiertos como sociedad, de los cuales no nos responsabilizo en su plenitud. Probablemente no seamos capaces de responder a la pregunta de “¿Qué está fallando?” con una única respuesta. Posiblemente toda problemática resulte de una congregación de distintos factores, careciendo así de un epicentro claro y, en consecuencia, de una única solución. Aunque, desde luego, mirar para otro lado nos aleja notablemente de ella.

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