Puerta de Brandeburgo. Berlín. Julio de 1998. Cae la noche en la capital germana. En el set, bajo el ángel dorado de la Columna de la Victoria, es el turno de un jovencísimo Carl Cox, quién toma el relevo del teutón Frank Tomiczek ‘Da Hool’, que acaba de cautivar al público con una nueva melodía que se convertirá en un himno generacional: ‘Meet her at the Love Parade’. Ante un millón de personas, el británico hace de las suyas con los vinilos. De repente, se empieza a escuchar un torbellino de percusión: es ‘Spastik’, la mítica cadencia instrumental de nueve minutos creada por el canadiense Richie Hawtin, que todavía hoy nos acompaña. Previamente, el también tudesco Paul Van Dyk, enfundado en unos pantalones negros de cuero, ha reverenciado al arcángel de la plaza con su ‘For an angel’.

Estamos en el Love Parade -concebido por el productor Dr. Motte- que en su noveno aniversario se celebra bajo el lema ‘One World. One Future’. Durante más de diez horas, después de una masiva manifestación por la paz y en favor del amor, los mejores disc-jockeys del mundo se turnan cada treinta minutos en el festival de música electrónica más influyente de la historia. Con el paso de los años, los problemas burocráticos obligarán al certamen a mudarse de ciudad, olvidando sus raíces y convirtiéndose en una oferta lúdica más del mainstream. Veintiún años después de su primera velada, a la que asistieron 150 personas meses antes de la caída del muro, la desgracia se cebará con el Love Parade. En su edición de 2010, celebrada en Duisburgo, una avalancha de gente sesgará la vida de -curiosamente- veintiún ravers. Sin embargo, la música nunca se detendrá.

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