La Diada de Sant Jordi, celebrada cada 23 de abril, es una de las festividades más queridas de Cataluña, un día que une amor y cultura a través del intercambio de rosas y libros. Sin embargo, en las últimas décadas, esta celebración ha sido objeto de críticas por su creciente comercialización, transformándose en un evento donde las ventas y la popularidad mediática parecen eclipsar su esencia cultural y literaria.

La figura de Sant Jordi está profundamente arraigada en la identidad catalana. Según la leyenda, el caballero derrotó a un dragón que aterrorizaba a la villa de Montblanc, en Tarragona, y de la sangre del dragón nació un rosal. Esta historia, adaptada al contexto catalán, dio origen a la tradición de regalar rosas, que se remonta al siglo XV con la «Fira dels Enamorats» en Barcelona, un evento donde los enamorados intercambiaban flores cerca del Palau de la Generalitat.

La incorporación de los libros a la festividad es más reciente. En 1929, durante la Exposición Internacional de Barcelona, los libreros comenzaron a instalar puestos en las calles para promover la lectura, una iniciativa que se consolidó con el tiempo. En 1995, la UNESCO declaró el 23 de abril como el Día Mundial del Libro, reforzando la dimensión literaria de Sant Jordi.

Celebración Actual en Cataluña

La Diada de Sant Jordi transforma las calles de Cataluña en un vibrante mercado de libros y rosas, atrayendo a locales y turistas. Cada provincia tiene sus propios epicentros, reflejando la diversidad y el arraigo de la festividad. En Barcelona, La Rambla se convierte en un hervidero de actividad, con libreros y floristas ocupando cada rincón. Girona ofrece un ambiente más íntimo en su casco antiguo, mientras que Lleida y Tarragona combinan la tradición con eventos culturales únicos, como los castellers en Tarragona.

La Deriva Consumista

A pesar de su riqueza cultural, Sant Jordi ha sido criticado por su creciente comercialización. Ponç Puigdevall, en un artículo para Ara, describe la festividad como un día donde «triunfa la estadística», con los rankings de ventas reemplazando cualquier criterio literario. Según Puigdevall, los beneficiados son principalmente autores mediáticos, aquellos que dominan los medios con «gestos elegantes y réplicas veloces», mientras que los libros más vendidos suelen abordar temas de moda o reforzar convicciones populares, en lugar de desafiar al lector con propuestas innovadoras.

Esta crítica resuena con observaciones de editores y libreros, quienes han notado una tendencia hacia los «longsellers», libros que garantizan ventas sostenidas a largo plazo, priorizando la rentabilidad sobre la calidad literaria. Las editoriales, en su búsqueda de maximizar beneficios, tienden a promover títulos comerciales, dejando en segundo plano obras más experimentales o de autores menos conocidos.

Voces Críticas y Perspectivas

Las críticas al consumismo de Sant Jordi no son nuevas. Puigdevall argumenta que equiparar el éxito de ventas con la intención creativa es una falacia, señalando que «el menos público siempre tiene razón» es un mito que perpetúa la comercialización de la festividad. Esta perspectiva es compartida por algunos libreros, quienes lamentan que la atención se centre en autores con gran presencia mediática, desplazando a aquellos que ofrecen propuestas más profundas o arriesgadas.

Fuentes históricas y hemerotecas confirman esta evolución. Lo que alguna vez fue una celebración íntima, centrada en el amor y la cultura, se ha convertido en un evento masivo donde las editoriales y los medios juegan un papel dominante. El artículo en Ara describe Sant Jordi como un «mercado para las ventas de libros y rosas», destacando cómo la festividad ha sido cooptada por intereses comerciales.

La Diada de Sant Jordi sigue siendo un pilar de la identidad catalana, un día que celebra el amor, la literatura y la comunidad. Sin embargo, su transformación en un evento consumista plantea preguntas sobre cómo preservar su espíritu original. Mientras las calles de Barcelona, Girona, Lleida y Tarragona se llenan de rosas y libros, la influencia del mercado recuerda la necesidad de equilibrar la tradición con la autenticidad cultural. Fomentar la diversidad literaria y dar voz a autores menos comerciales podría ser un paso hacia recuperar la esencia de Sant Jordi, asegurando que la festividad siga siendo un faro de cultura y no solo un escaparate comercial.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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