El dibujo grotesco o satírico, directo y contundente, ha sido utilizado desde la antigüedad para criticar la política, la religión o los usos y costumbres sociales. Fue un arma contra los poderosos que se desarrolló en democracia y se convirtió en la primera víctima de la censura en épocas tiránicas. Estas páginas demuestran cómo, a través de la caricatura política, la historia puede explicarse de otra manera.

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Aunque desde la antigüedad tenemos ejemplos de la utilización de la sátira y la caricatura como arma de crítica política, moral o religiosa, fue en el Renacimiento italiano donde se recoge la herencia artística anterior y nace la caricatura tal y como la conocemos hoy. Etimológicamente procede del latín caricare (cargar) y de la voz italiana caricatura que a su vez deriva del término ritratti carichi (retratos sobrecargados). Algunos autores citan a los hermanos Carracci como los que acuñaron el término para designar los retratos sobrecargados que realizaron en Bolonia a finales del siglo XVI.

“Graffiti” en el antiguo Egipto

Los primeros vestigios de los que se tiene noticia de algo similar a las caricaturas, nos remontan a los papiros egipcios que se conservan en el Museo Británico, el Museo de Arqueología de El Cairo y el Museo de Egiptología de Turín. En la época de Amenofis IV (Akenatón) se utilizaron dibujos grotescos para criticar su política de cambios. En las murallas de Tebas se encontraron graffitis con imágenes burlescas de Nefertiti y Akenatón.

Donde se encontraron más restos de frescos grotescos fue en las ruinas de Pompeya y Herculano. De la caricatura utilizada como arma religiosa, buena muestra es el graffiti romano en el Domus Gelotiana del monte Palatinos que representa a un Jesús crucificado con cabeza de asno.

Grafito de Alexamenos

En la Edad Media destacan los manuscritos iluminados que se decoraban con dibujos grotescos; y las gárgolas y otros detalles arquitectónicos de las catedrales góticas que son buena muestra de la caricatura escultórica, muchas veces con caricaturas de personajes reconocibles par sus coetáneos. Es a partir del siglo XV, cuando la caricatura adquiere su dimensión artística con los trabajos de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel o las alegorías grotescas de El Bosco y Brueghel El Viejo, entre otros.

El poder de la caricatura

La Revolución Francesa y los acontecimientos políticos que produjo, pasaron al primer plano de la temática caricaturesca. La corriente del movimiento Romántico de finales del XVIII y la primera mitad del XIX, también influyeron en este despegue de la caricatura política. Los preceptos del citado movimiento rompían con las reglas establecidas por el clasicismo francés, dando paso al gusto por el lirismo, lo legendario, lo onírico, etc., esto hizo que lo grotesco fuera ampliamente aceptado. El inicio de la Revolución Francesa de 1789 y las Guerras Napoleónicas (1799-1815) tuvieron una gran influencia en la sociedad y en los círculos artísticos de Gran Bretaña convirtiéndose en el centro de la caricatura y las estampas satíricas.

El reinado de Jorge III, desde 1760 a 1820, coincidió con el gran auge de la caricatura; se vendían y subastaban en las tiendas de los grabadores. La propia familia real llegó a reunir una gran colección. Algunos caricaturistas británicos fueron: Hogarth, Gillray, Rowlandson, Townshend, Cruikshank, Leech, Tenniel, etc.

Durante el reinado de Guillermo IV (1830-37) y el comienzo de la época Victoriana, la censura puritana acabó con el boyante negocio de la caricatura y las estampas satíricas; los dibujantes tuvieron que buscar nuevas formas para llegar al público y las encontraron en las revistas humorísticas. El centro caricaturesco se trasladó a Francia donde la censura se suavizó bajo el reinado de Luis Felipe I de Orleans.

Cruikshank

Desde los comienzos revolucionarios, los caricaturistas franceses de uno y otro bando, desplegaron su particular arsenal de imágenes para batirse en una singular guerra iconográfica; lápices y buriles sustituyeron o complementaron a los sables. Con los grabados, la pugna política llegó hasta la población analfabeta, la propaganda política tuvo en los caricaturistas a sus mejores artífices. Los republicanos fustigaban con sus caricaturas al clero y la nobleza desde periódicos como Les Révolutions de France et de Brabant del escritor revolucionario Camille Desmoulins. Por su parte, los monárquicos defendían sus privilegios en la hoja satírica Les Actes des Apôstres. Otros caricaturistas franceses fueron: Daumier, Philipon, Monnier, Doré, Gavarni, Nadar…, muchos de ellos colaboraron en revistas satíricas como La Caricature (1830),Le Charivari (1832)y Le Journal pour rire (1848). Más tarde los dibujantes satíricos más influyentes fueron Touluse-Lautrec, Forain y Caran d’Ache.

Denunciar la corrupción

La caricatura del siglo XIX experimentó gran difusión e influencia popular gracias a las nuevas técnicas de impresión que facilitaban y abarataban los procesos mejorando la fidelidad con el original dibujado por el artista, fue la época dorada de la prensa ilustrada. En 1796, el alemán Aloysius Senefelder inventó la litografía que se introdujo en Francia hacia 1810. Con la litografía la caricatura dejó el estudio del artista para pasar al papel prensa. De pronto el caricaturista fue un cronista de la realidad, un periodista gráfico con el poder de llegar a un numeroso público. Incluso los amplios sectores de la población que no sabían leer podían recibir el mensaje gráfico de las caricaturas. Las revistas ilustradas inundaron Europa en la segunda mitad del siglo, la caricatura ya no sólo ocupaba las páginas de las revistas satíricas, sino que saltaron a la prensa de información general como el London News o L’Illustration.

Al otro lado del charco, el caricaturista más destacado del siglo XIX fue el norteamericano Thomas Nast, implacable vapuleador de la corrupción política. A él se debe también la imagen actual de Papá Noel. Sus compatriotas Keppler y Gillam fundaron la revista Puck, verdadera fustigadora de políticos y magnates de la época. Ya en el siglo XX, la revista The New Yorker o la revista satírica Mad recogieron la rica tradición caricaturística estadounidense.

En la Europa de la Segunda Guerra Mundial y de la posguerra la caricatura política tuvo un gran desarrollo. Un precedente claro del compromiso político del dibujante lo tenemos en los trabajos de los años veinte del pintor alemán George Grosz, que con su serie Ecce Homo fue de los primeros artistas  en criticar el militarismo y el nazismo naciente.

En los momentos actuales, la implantación de los medios de masas como la radio y la televisión han abierto nuevos campos para la caricatura política. Programas como el famoso Spitting Image de la televisión inglesa, que destacaron por sus burlas de los políticos ingleses y la familia rea,l fueron buena muestra de ello. Especialmente despiadadas fueron sus caricaturizaciones de Margaret Thatcher cuando, para criticar su política de inmigración por ejemplo, no dudaron en vestirla como un oficial de la GESTAPO pidiendo asesoramiento al mismísimo Hitler. El programa dejó de emitirse en 1992.

Los precursores

William Hogarth, el padre de la caricatura.El pintor Hogarth (1697-1764) está considerado el padre de la caricatura política. Aunque sólo se dedicó a ella los diez últimos años de su vida. Fue un feroz crítico de las costumbres morales de su época. Se puede decir que la caricatura política nace en Inglaterra a finales del siglo XVII, con Francis Barlow, muy influido por la escuela de grabado holandesa. Pero Hogarth le dio un rumbo propio y mayor calidad. En la Inglaterra de mediados del siglo XVIII se fundieron la tradición satírica de los Países Bajos con la caricatura italiana para, en un régimen de mayor libertad, conocer épocas de gran popularidad. Fue discípulo del pintor Thornill y a la muerte de éste, cuando Hogarth ya contaba con un gran reconocimiento, fue nombrado pintor de la Casa Real inglesa. A su muerte, el clero inglés no perdonó las sátiras de las que fue objeto por parte de este gran pintor y se negó a enterrarlo en Westminster.

William Hogarth

Honoré Daumier: La mirada crítica. Daumier(1808-1879) es el más famoso de los caricaturistas europeos y el de más calidadEste pintor y caricaturista marsellés dotó a sus obras de gran dramatismo y crudeza, reforzando así su clara intención de protesta social. Comenzó su carrera artística como dibujante publicitario. Se hizo famoso con unas litografías descarnadas donde criticaba a políticos y burgueses.Durante la Revolución de 1848, trabajó la sátira política corriendo grandes riesgos. Solía hacer unas esculturas caricaturescas en yeso y bronce que luego utilizaba como modelos. Nada escapó a la mirada crítica de Daumier, un estudio de sus obras bastaría para tener una visión muy certera sobre los acontecimientos políticos y sociales del siglo XIX en Francia.

Honoré Daumier

El caso español: de Goya a los guiñoles

La caricatura española alcanzó su mayor calidad artística a finales del siglo XVIII, con las series de Goya Los Caprichos y Los disparates. Los gobiernos absolutistas y la censura de prensa que ejercieron, no permitieron que en el siglo XIX se desarrollaran muchos ejemplos de prensa satírica. Fue a principios del siglo XX cuando estas publicaciones proliferaron dando comienzo a la época dorada de la caricatura española, Ortego, Alenza, etc., fueron algunas de las firmas de la época. Más tarde destacaron Sileno, Tovar, Tono y Apel.les Mestres, entre otros.

La aparición de la prensa política y de partido supuso un auge de la caricatura política, en ella  destacaron el gallego Castelao con series como Galicia Mártir y Atila en Galicia, y el catalán Opisso, de clara influencia francesa, que dibujo para L’Esquella de la Torratxa y el Cu-Cut. El caricaturista político más prolífico del periodo de 1929-36 fue Feliu Elías conocido como Apa, y que trabajó para La Publicidad y Mirador.

La Ametralladora

En plena Guerra Civil los caricaturistas pasaron a formar parte de las oficinas de propaganda y dibujaron para carteles y la prensa de trinchera como El Miliciano o La Ametralladora que dirigió Miguel Mihura y fue el antecedente de la mítica La Codorniz fundada en 1941. Ya en plena posguerra los dibujantes Mingote, Chumy Chúmez y Serafín recogieron el relevo en una época en que la censura y la situación política y social hizo muy difícil el trabajo de los humoristas gráficos. En el franquismo y en plena transición, la prensa satírica conoció momentos de esplendor. Forges, Máximo, Peridis, Summers y Perich realizaron su trabajo en Por Favor o El Jueves fundada en 1977 y única de aquellas revistas que aún se sigue publicando. La censura y el “secuestro” de medios era el pan de cada día en aquellas épocas, ser caricaturista político era una profesión de alto riesgo, triste muestra de lo dicho fue el atentado fascista contra el semanario El Papus en 1977, donde murió el portero de la finca.

Castelao

La caricatura política hoy forma parte de la sección editorial de muchos diarios y revistas de información general, aunque la prensa de sátira política propiamente dicha, es muy escasa en estos momentos. La caricatura política radiofónica y televisiva ha tomado el relevo, el caso más destacado lo tenemos en los famosas y ya desparecidas Noticias del Guiñol del Canal Plus, que continuaban el ejemplo ya citado de la televisión inglesa.

Caricaturas con historia

Un rey que es la pera. En 1834 la revista francesa La Caricature había sido clausurada y multada más de veintisiete veces. Su director Philipon, y el dibujante Daumier eran carne de juzgado, aunque hasta entonces se habían librado de la cárcel. Hasta el fatídico día en que decidieron mezclar la fruta con la monarquía. No se les ocurrió otra cosa que representar la silueta corpulenta y tripuda de Luis Felipe I de Orleans en forma de una pera. Los caricaturistas fueron condenados a seis meses de cárcel. En 1835, un intento de atentado contra el rey, provocó una censura implacable siendo prohibidas las caricaturas políticas.

El elefante contra el burro: Thomas Nast publicó en 1874 una caricatura en el Harper’s Weekly donde un asno con piel de león trataba de asustar a un elefante. El paquidermo llevaba un rótulo que decía: “El voto Republicano”. En las elecciones de ese año ganaron los Demócratas y Nast volvió a dibujar a un elefante: “Republicano cayendo en la trampa Demócrata”. Fueron tan celebradas y copiadas estas caricaturas que con el paso del tiempo, los partidos en cuestión adoptaron a estas mascotas como símbolos. Los Republicanos usaron al elefante de Nast como logotipo y, por ende, los Demócratas quedaron asociados a la imagen del burro, aunque oficialmente nunca lo llegaron a aceptar.

Un desconocido llamado Hitler: Hasta 1923 no se conocía ninguna foto pública de Hitler. La revista satírica alemana Simplicissimus puso a sus caricaturistas a trabajar y se publicaron una serie de caricaturas con la supuesta fisiognomía del futuro dictador. El magnate de la prensa norteamericana Hearst llegó a ofrecer una recompensa por una foto, esto fue lo que animó al fotógrafo Heinrich Hoffmann a acercarse al dirigente nazi. Luego llegaría a ser amigo del führer y su fotógrafo personal. Las caricaturas de la supuesta imagen de Hiltler fueron el precedente gráfico de uno de los personajes más caricaturizados de la historia.

La primera revista satírica

El semanario satírico inglés Punch fue sin duda la revista europea con más largo recorrido e influencia en el campo del humor y la caricatura política. Fundada en 1841 por Henry Mayhew fue la revista del género más conocida del mundo sobre todo por sus continuas sátiras de la familia real inglesa. Se cerró en 1992,  después de ciento cincuenta y un años de publicación. En 1996 fue resucitada por el magnate Mohamed al Fayed cerrando definitivamente en 2002. Los grandes caricaturistas y humoristas británicos pasaron por sus páginas, entre ellos estuvieron Leech y Gillray que satirizaban sobre los políticos, Rowlandson que hacía lo propio con la aristocracia o Cruikshank que ironizó sobre las instituciones del siglo XIX.

Con un seis y un cuatro…

William Pitt: El todopoderoso primer ministro británico (1783-1801 y 1804-1806) fue uno de los políticos más parodiados de su época. Su patriotismo antifrancés le hizo gozar de gran popularidad, no siendo ello óbice para que fuera criticado por sus medidas contra la libertad de expresión o sus fiestas pantagruélicas.

Napoleón I Bonaparte:Los caricaturistas británicos se ensañaron con la imagen del Emperador, que solían dibujar como un enano gruñón. Cruikshand predijo la derrota de la campaña de Rusia en una memorable caricatura donde se ve al corso cubierto de hielo y rodeado de cadáveres. En las hojas anónimas que corrieron por España durante la Guerra de Independencia se dibujaba a su hermano José I Bonaparte con botellas colgando de sus ropas o con forma de pepino en referencia a los apodos Pepino y Pepe Botella,con el que se le conocía, por ser su primera orden la desaparición del impuesto sobre los alcoholes.

Alejandro Lerroux: La particular personalidad de este político español fue objeto de los caricaturistas. Su verborrea demagógica y obrerista fue muy parodiada en la prensa satírica, sobre todo cuando se vio salpicado por el llamado “escándalo del estraperlo”, unas concesiones fraudulentas a casinos de ruletas trucadas en el que participaron personas de confianza de Lerroux.

Winston Churchill: Como uno de los políticos más importantes del siglo XX, fue de los personajes más caricaturizados. Su liderazgo como Primer Ministro durante la II Guerra Mundial le hizo blanco del  departamento de propaganda nazi. El propio Churchill era un maestro en neutralizar al oponente con burlas o ironías. Durante la contienda, su gobierno tenía un departamento de guerra psicológica que inventaba chistes sobre Hitler y los dirigentes nazis.

Adolf Hitler:Su físico tan alejado del ideal ario que preconizaba, fue ampliamente dibujado por los caricaturistas. Como es lógico, los humoristas del bando aliado fueron los que más satirizaron sobre Hitler, pero también la prensa humorística alemana lo hizo blanco de sus burlas. El caso más claro lo tenemos en Simplicissimus que le dedicó numerosas portadas.

Periodista, fotógrafo, escritor e investigador.

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