Si no leen medios de ultraderecha, difícilmente sabrán de esta noticia. En Rambla, como nos gusta flagelarnos informativamente hablando y apretarnos el cilicio de vez en cuando, hemos detectado que hoy el Papa progre Francisco ha recibido con una sonrisa de oreja a oreja a Fernando Ocáriz, el nuevo líder mundial del Opus Dei.

Francisco, cuyo verdadero nombre es Jorge Bergoglio, ha felicitado al representante de la Obra por “el proceso de renovación” y ha enviado su bendición a los integrantes de la única prelatura personal (no territorial) existente en la Iglesia Católica. Desde este mismo verano, en la nunciatura papal se ha iniciado un exhaustivo proceso de lavado de imagen del Opus, que finalizará el próximo año con la aprobación de los nuevos estatutos.

Fundada en 1928 por el sátiro Escrivá de Balaguer y aprobada en 1941 por el obispo de Madrid, Leopoldo Eijo Garay (designado por Franco consejero nacional de la Falange), cumple 40 años como prelatura oficial en 2022. Hoy es el obispo español Fernando Ocáriz quien dirige la camarilla. Su elección no es baladí. Nacido en París en los años cuarenta, oficialmente es hijo de dos exiliados españoles que formaron una familia de ocho hijos. Su padre era veterinario militar en el Ejército Republicano y al perder la guerra, decidió cruzar los Pirineos. Ocáriz, además, es un estudioso de la doctrina de Marx, de la obra de Tomás de Aquino y de la de Voltaire. Todo minuciosamente estudiado para proceder al blanqueamiento de la Obra. No se puede ser más sibilino.

Sin embargo, tras la imagen de ambos clérigos sonrientes, se esconden decenas de casos de abusos sexuales, convenientemente silenciados por la extensa red de miembros de la Obra (casi el 60% de sus componentes están en Europa), situados aún hoy estratégicamente en posiciones de poder. También, el proselitismo de la organización por captar a adolescentes y jóvenes que se unan a la causa, ampliando así su extensa base social y formando desde pequeños en la megalomanía a sus futuros supernumerarios, la mayoría de ellos instruidos en sus propias instituciones educativas (colegios y universidades).

Obviamente, el integrismo y secretismo de una organización que promueve la ruptura del entorno social para relacionarse solamente con sus miembros, llegado a causar graves daños psicológicos a los sujetos (incluyendo casos de suicidio). Asimismo, también se esconden las amenazas, coacciones e incluso agresiones a las personas que desean abandonar la Obra por falta de libertad espiritual o, simplemente, porque ya no creen en ella.

En definitiva, una organización para-terrorista que roza la esquizofrenia colectiva, que sigue muy bien posicionada tanto en la Iglesia como en la sociedad, y a la que Bergoglio le dedica la mejor de sus sonrisas.

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