El mar Mediterráneo, conocido históricamente como Mare Nostrum, está experimentando un calentamiento sin precedentes que está transformando sus ecosistemas y generando alarma entre científicos, meteorólogos y ecologistas. En los últimos años, las temperaturas superficiales del Mediterráneo han batido récords históricos, alcanzando picos de hasta 31,87 °C en puntos como la boya de Sa Dragonera, en Baleares, el 12 de agosto de 2024. Este fenómeno, que va más allá de las fluctuaciones estacionales normales, está impulsado por el cambio climático global y tiene profundas implicaciones para la biodiversidad, el clima regional y las comunidades costeras.

Un mar en calentamiento acelerado

El Mediterráneo se está calentando a un ritmo significativamente más rápido que la media global. Según el Instituto Español de Oceanografía (IEO), la temperatura media de la superficie del mar Mediterráneo ha aumentado aproximadamente 0,4 °C por década entre 1982 y 2018, tres veces más rápido que el promedio mundial de los océanos. En 2024, el Servicio Europeo de Cambio Climático Copernicus (C3S) registró una temperatura media récord de 28,84 °C en julio, superando los valores históricos desde 1982. En regiones específicas, como el mar Balear, el incremento ha sido aún más pronunciado, con un aumento de 1,6 °C en los últimos 40 años.

Josep Pascual, un observador que lleva medio siglo tomando registros manuales en l’Estartit (Cataluña), ha documentado un aumento medio de 1,5 °C en la temperatura del agua en los últimos 50 años, con un pico de 27,65 °C en agosto de 2024, superando el récord anterior de 2022. “Este valor es especialmente preocupante porque es el más elevado en medio siglo de observaciones fiables”, afirmó Pascual en una entrevista reciente. Estas cifras reflejan una tendencia clara: el Mediterráneo no solo se calienta, sino que lo hace a un ritmo que supera las proyecciones más pesimistas.

Causas del calentamiento: un cóctel climático

El aumento de la temperatura del Mediterráneo es el resultado de una combinación de factores antropogénicos y naturales, con el cambio climático como principal impulsor. Los expertos coinciden en que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) son la causa primaria. “El océano absorbe alrededor del 90 % del calor generado por las emisiones de GEI, lo que lo convierte en el mayor sumidero de carbono del planeta”, explica Sérgio Henrique Faria, físico y profesor del BC3 Basque Centre for Climate Change. Este exceso de calor se acumula en las aguas superficiales, que tienen una alta capacidad para retener energía, lo que dificulta su enfriamiento.

Además, la morfología del Mediterráneo, una cuenca semicerrada con un intercambio limitado de agua con el Atlántico a través del Estrecho de Gibraltar, lo hace especialmente vulnerable. “El Mediterráneo no tiene la capacidad de los océanos abiertos para disipar el calor mediante corrientes profundas o amplios sistemas de circulación”, señala Mar Gómez, meteoróloga. “La alta radiación solar en verano y la falta de vientos que mezclen las aguas superficiales con las más frías del fondo contribuyen a que las temperaturas se mantengan elevadas”.

Otro factor es el cambio en los patrones atmosféricos. Jordi Solé, investigador del Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC), destaca que el desplazamiento hacia el norte de la corriente en chorro subtropical, causado por el cambio climático, ha debilitado los vientos del norte, como el mistral, que tradicionalmente facilitan el afloramiento de aguas profundas y frías. “Este cambio reduce la mezcla de aguas y mantiene las temperaturas superficiales más altas, afectando también la producción primaria marina, que ha disminuido un 40 % en el Mediterráneo noroccidental en las últimas dos décadas”.

Eventos climáticos como El Niño y fenómenos locales como las olas de calor terrestres también contribuyen al calentamiento. “En 2024, hemos visto una combinación de condiciones anticiclónicas prolongadas y olas de calor que han impedido la mezcla de aguas, manteniendo el calor en la superficie”, explica José Luis Camacho, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

Consecuencias devastadoras para los ecosistemas

El calentamiento del Mediterráneo está teniendo un impacto directo en la biodiversidad marina. Joaquim Garrabou, investigador del ICM-CSIC, advierte que las olas de calor marinas, definidas como períodos prolongados de temperaturas extremadamente altas, se han vuelto más frecuentes e intensas. “En 2023, estas olas afectaron a unas 50 especies, incluyendo corales, esponjas, algas y posidonia. Si no cambian las tendencias, podríamos ver fenómenos de mortalidad masiva”. La posidonia, una planta marina clave para los ecosistemas mediterráneos, está particularmente amenazada, lo que podría desencadenar un colapso en las cadenas tróficas.

El aumento de la temperatura también favorece la proliferación de especies invasoras. Josep Maria Gili, experto en medusas del ICM-CSIC, señala que “el calentamiento reduce las barreras naturales que antes mantenían a las medusas alejadas de las costas. Ahora, las aguas cálidas permiten su proliferación, lo que afecta a las especies autóctonas”. Especies como el pez conejo, que ha llegado al Mediterráneo oriental a través del canal de Suez, están causando estragos en países como Grecia e Italia.

Otro problema es la acidificación del agua, resultado de la absorción de dióxido de carbono. “El Mediterráneo captura CO₂ con mayor facilidad, lo que lo hace más ácido que la media global”, explica Faria. “Esto pone en estrés a los organismos con esqueletos calcáreos, como corales y moluscos, y puede llevar a extinciones locales”. Además, el calentamiento reduce los niveles de oxígeno, lo que provoca eutrofización y floraciones de algas nocivas, según Alejo Muruaga, director de Consultoría Medioambiental de Global Omnium.

Impactos climáticos y sociales

El calentamiento del Mediterráneo no solo afecta a los ecosistemas marinos, sino que también intensifica los fenómenos meteorológicos extremos. “Un mar más caliente es como una olla hirviendo: proporciona más energía y vapor de agua, lo que alimenta tormentas más violentas”, explica Faria. Esto se ha evidenciado en eventos recientes, como las lluvias torrenciales en Baleares y Cataluña en agosto de 2024, asociadas a una DANA potenciada por temperaturas marinas récord. Camacho añade: “A mayor calentamiento del mar, mayor es la fuerza de los fenómenos atmosféricos, como las DANA, que pueden causar inundaciones devastadoras”.

El aumento del nivel del mar, consecuencia de la dilatación térmica del agua y el deshielo polar, es otra preocupación. Según un informe de la red Mediterranean Experts on Climate and Environmental Change (MedECC), el nivel del mar en el Mediterráneo podría aumentar hasta 3,8 °C para 2100, con un incremento de 23 cm desde 1880, la mitad de los cuales ocurrió en los últimos 25 años. En España, el ritmo de subida se ha duplicado en las últimas dos décadas, amenazando con la pérdida de hasta 70 playas en Baleares.

Las comunidades costeras también sufren las consecuencias. Jorge Olcina, catedrático de la Universidad de Alicante, destaca que “las noches tropicales, con temperaturas mínimas superiores a 20 °C, son cada vez más frecuentes, afectando la calidad de vida y aumentando el estrés térmico en poblaciones vulnerables”. En Valencia, por ejemplo, se registraron 18 noches tórridas en julio de 2024, un aumento drástico respecto a la década de 1990.

Perspectivas y soluciones

Los expertos son claros: la única forma de frenar este calentamiento es reducir drásticamente las emisiones de GEI. “Aunque detuviéramos las emisiones hoy, la inercia térmica del planeta haría que las temperaturas sigan subiendo durante décadas”, advierte Camacho. Sin embargo, Faria añade un mensaje de esperanza: “Cada medio grado que logremos ralentizar reduce significativamente el impacto de los fenómenos extremos”.

Pilar Marcos, bióloga marina de Greenpeace España, aboga por medidas concretas, como la creación de santuarios marinos protegidos y la aprobación de un Tratado Internacional de los Océanos ambicioso. “Proteger al menos el 30 % de la superficie marina es crucial para preservar la biodiversidad y mitigar los efectos del calentamiento”. Además, los expertos instan a mejorar la gestión de las aguas residuales y reducir la contaminación por plásticos, que agravan el estrés de los ecosistemas marinos.

Adam Gauci, del Grupo de Investigación Marina Oceanográfica de la Universidad de Malta, subraya la importancia de la monitorización continua: “Necesitamos datos precisos para entender cómo evolucionan los hábitats marinos y diseñar estrategias de adaptación”. Programas como RADMED del IEO, que monitorea las aguas mediterráneas desde 1992, son esenciales para esta tarea.

Un futuro incierto

El Mediterráneo está en un punto de inflexión. Su calentamiento acelerado, impulsado por el cambio climático y agravado por su morfología única, amenaza con transformar irreversiblemente sus ecosistemas y el clima regional. Las declaraciones de los expertos reflejan una mezcla de preocupación y urgencia, pero también la convicción de que aún hay tiempo para actuar. Reducir las emisiones, proteger los ecosistemas marinos y fomentar la investigación son pasos cruciales para mitigar los impactos y preservar el Mare Nostrum para las generaciones futuras. Como señala Josep Maria Gili, “las medusas que vemos en nuestras costas son un mensaje del mar. Deberíamos escucharlo”.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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