Milicianas de las YPJ despidiéndose.

Con el final oficial de la guerra contra Estado Islámico parecería que la paz finalmente ha llegado a Siria, aunque ya se sabe que ese grupo de carácter totalitario no ha desaparecido y que puede empezar una guerra de guerrillas y de atentados.

También parece que la guerra civil siria ha casi terminado con la derrota de la revolución de marzo de 2011 que siguió la estela de la ola revolucionaria iniciada tres meses antes en Túnez. Para derrotarla ha sido necesaria la intervención de todas las potencias imperialistas y regionales, de Hezbolá y la traición de la izquierda mundial que de forma criminal ha dejado solo al pueblo sirio. Pero sigue pendiente de resolver la cuestión del Kurdistán sirio en la que se ha formado una entidad autónoma, la Federación Democrática del Norte de Siria, que el gobierno de Bashar al-Asad no controla y que el presidente turco Erdogan amenaza con invadir, tal como ya hizo en enero de 2018 con Afrín, otra región kurda de Siria.

El futuro del Kurdistán sirio está marcado por la incertidumbre a causa de varias razones: la primera porque la Federación Democrática del Norte de Siria, de la que las milicias kurdas del YPG son la columna vertebral, mantiene el control del territorio de forma independiente del régimen sirio. Segunda porque la guerra contra el Estado Islámico, los kurdos, con el apoyo de la aviación norteamericana, han conseguido el control del territorio que Daesh ocupaba. Tercero porque el presidente norteamericano Donald Trump anunció en diciembre que Estados Unidos retiraría las tropas estacionadas en la región. Finalmente, porque los kurdos no han intervenido en ningún momento en la revolución siria y se ha mantenido “neutrales” en la guerra civil que desató al-Asad para aplastar a su pueblo. La conclusión final es que los kurdos están solos y sus organizaciones nunca han dejado de ser consideradas “terroristas” por las potencias imperialistas, que las han utilizado para frenar la amenaza de Daesh cuando esta dejó de resultarles útil y ahora se disponen a abandonarlas a su suerte. Los kurdos se han quedado solos ante los regímenes de Turquía y de Siria, que ya tienen la luz verde del imperialismo para atacarles.

Ante esta incertidumbre, la dirección política kurda, con el beneplácito de Rusia, ha iniciado negociaciones con el régimen genocida sirio para encontrar una salida y garantizar algún tipo de autonomía del territorio kurdo-sirio. Esta actitud de la dirección kurda debería provocar desconcierto y crítica entre los militantes de izquierda y anti-imperialistas de todo el mundo y sin embargo mantiene su simpatía y su apoyo. Esta política se justifica con la teoría del “Condeferalismo Democrático” que inspira la acción del PKK (Partido de los Trabajadores Kurdos) y la organización territorial del Kurdistán Sirio y que cuenta con la solidaridad internacional de una izquierda que no apoyó en ningún momento la revolución siria.

¿Qué es el Condeferalismo democrático?

Es el proyecto político desarrollado por Abdullah Öcalan (principal dirigente del PKK encarcelado desde 1999 y que cumple una pena de cadena perpetua en régimen de aislamiento) anunciado el 20 de marzo de 2005 en la Declaración del Confederalismo Democrático del Kurdistán1. Es un modelo de organización territorial en forma de pirámide en el que “la voluntad de las bases será preponderante y el poder será sobre todo el de las asambleas municipales, de aldea y de barrio.”

Este sistema debe permitir que “se reconozcan los derechos a hablar, discutir y tomar decisiones por parte de los diferentes grupos, de abajo hacia arriba, con delegados elegidos por un año, formando una coordinación al más alto nivel, y trabajando como funcionarios del pueblo.” En este proyecto se da una importancia especial a la participación de las mujeres y los jóvenes, a través de sus propias organizaciones, a la inclusión y respeto de todas las minorías culturales y religiosas y a la ecología.

Respecto al derecho de autodeterminación del pueblo kurdo afirma en su punto 6º “El derecho a la autodeterminación debe significar, en el Kurdistán, el desarrollo de su propia democracia, sin preocuparse realmente por la cuestión de las fronteras, y no la creación de un Estado sobre bases nacionalistas. Los kurdos, en Irán, Turquía, Siria, Siria e incluso Irak, se reunirán para ocupar su lugar en su federación y podrán reunirse a un nivel superior para formar una confederación.

En otro documento publicado en 2009, titulado “Confederalismo democrático” 2 Öcalan desarrolla más el proyecto que pretende organizar al pueblo kurdo en base a instituciones locales “para liberar la sociedad y democratizarla y que la autoridad política no sea estatal (…) Los estados solo administran mientras que las democracias gobiernan. Los estados están basados en el poder, mientras las democracias gobiernan. En este “tipo de auto-organización, una economía alternativa se vuelve necesaria.”

Este proyecto se construye de forma comunal pero sin construir un estado-nación considerado como un instrumento de la burguesía para explotar “capacidad laboral de la sociedad” y sin poner en cuestión los otros estados-nación ni sus límites territoriales. Para Öcalan, la creación de un estado-nación “en el contexto de la modernidad capitalista (…) significaría reemplazar las viejas cadenas por otras nuevas o incluso intensificar la represión3” . Pero “Ya sea en una república del estado-Nación o una democracia, el Confederalismo democrático está abierto a compromisos que conciernen a tradiciones estatales o gubernamentales. Permite la coexistencia equitativa.”4

El Confederalismo democrático se define “como un tipo de auto-organización en contraste con la administración del Estado-Nación. No obstante, bajo ciertas circunstancias, la coexistencia pacífica es posible siempre y cuando el Estado-Nación no interfiera con los asuntos centrales de la autodeterminación. Tales intervenciones requerirán la autodefensa de la sociedad civil”5. En base a estos postulados “la fundación de un estado kurdo separado no tiene sentido para los kurdos” porque “la creación de otro estado solo sería la creación de una injusticia adicional y restringiría el derecho a la libertad y otras cosas más6”.

Finalmente, afirma que “El Confederalismo Democrático en Kurdistán es también un movimiento antinacionalista. Apunta a la realización del derecho a la autodefensa de la gente a través del avance de la democracia en todo Kurdistán sin cuestionar las fronteras políticas existentes. Su meta no es la fundación de un Estado-Nación kurdo. El movimiento tiene como intención establecer estructuras federales en Irán, Turquía, Siria e Irak que estén abiertas a todos los kurdos y al mismo tiempo formen una confederación paraguas para las cuatro partes de Kurdistán7

Esta supuesta superación del estado es lo que ha hecho atractivo el proyecto del confederalismo democrático a los ojos de organizaciones anarquistas aunque, en realidad, el funcionamiento del PKK y de la federación democrática del norte de Siria es más propio de una organización guerrillera que construye una especie de partido-estado. Nos preocupa que este proyecto político difumine cuestiones tan importantes como la crisis de Oriente Medio, el imperialismo, el carácter de clase y los programas revolucionarios. Tampoco menciona prácticamente la lucha de clases, la clase trabajadora, el socialismo, pero sí la “capacidad laboral de la sociedad” en lugar del carácter productivo de los trabajadores.

No podemos aquí entrar a fondo en el debate teórico sobre el confederalismo democrático a pesar de que se supone que se pretende aplicar en una de las zonas del planeta más explosivas des de el punto de vista de la lucha de clases internacional. Oriente Medio es el ejemplo más claro de la agresión imperialista: Irak, Siria, Palestina y, en particular, Gaza. En este artículo, sólo tratamos las consecuencias sobre ejercicio del derecho a la autodeterminación.

La renuncia al derecho de autodeterminación

Desde el punto de vista teórico, a nuestro entender, el confederalismo democrático renuncia totalmente al derecho de autodeterminación, a la unificación del pueblo kurdo y al internacionalismo. Solo pide una autonomía, en la que desarrollar su proyecto, respetando las fronteras y el carácter de clase de los estados que dividen al pueblo kurdo y renunciando a la construcción de un estado kurdo. Esta política tiene consecuencias catastróficas para los kurdos de Siria.

La primera consecuencia ha sido contribuir a la victoria del régimen sirio, que siempre ha oprimido brutalmente al pueblo kurdo y ahora podrá seguir haciéndolo. Para aplastar la revolución que estalló en 2011 el régimen de Bashar al-Assad ha dejado un país destruido, con más de 500.000 muertos, cinco millones de desplazados y millones de exiliados en el extranjero, en manos de sus aliados, Rusia, Irán y Hezbolá, sin los que nunca habría podido ganar la guerra. Turquía y los regímenes del Golfo Pérsico ayudaron a dividir la oposición siria apoyando a los grupos islamistas radicales. La prioridad de Erdogan ha sido en todo momento evitar una revolución en Siria y la autodeterminación de los kurdos en el norte de Siria. Todas las potencias regionales e imperialistas, sin excepción, han colaborado en esta guerra civil en la que el pueblo sirio ha estado solo, sin tan siquiera la simpatía de la izquierda mundial. Ha sido un aviso para todos los pueblos que luchan por su libertad y por sus condiciones de vida.

El Kurdistán sirio ha acogido en su territorio numerosos refugiados sirios pero los dirigentes de Rojava han mantenido la colaboración con el régimen. La no-intervención de las milicias kurdas permitió a Bashar al-Asad y a sus aliados concentrar todas sus fuerzas en las zonas en que luchaban las fuerzas rebeldes. Pero en cambio, las milicias kurdas sí aceptaron ser la fuerza de choque de los Estados Unidos y de las potencias europeas. La demostrada neutralidad en esta guerra casa poco con los objetivos de “liberar la sociedad y democratizarla”, pero sí con la coexistencia pacífica con los Estados-nación mientras estos “no interfieran en los asuntos centrales de la auto-administración” kurda.

Si las milicias kurdas hubieran alcanzado un acuerdo de apoyo mutuo militar con las milicias que luchaban contra el régimen sirio, posiblemente el régimen de Al-Asad ya no estaría aquí. Es cierto que las fuerzas opositoras sirias estaban poco predispuestas a reconocer la identidad kurda, y que, al inicio, confiaban tanto en la intervención de Turquía a su lado que negaron su realidad, Desde Lucha Internacionalista combatimos esta orientación en los escasos foros internacionales de apoyo a la revolución siria y reivindicamos que el proyecto de una Siria libre y democrática necesariamente debía contemplar el derecho de autodeterminación kurdo… ¡un derecho al que la dirección kurda había renunciado con la política del confederalismo democrático! La realidad es que esa unidad de acción estratégica en base al objetivo común de derrocamiento de la dictadura que aplastaba a todos no se dio y el precio ha sido muy alto.

El reconocimiento de las fronteras de los estados opresores del pueblo kurdo

Más allá de Siria, el planteamiento del confederalismo democrático reconoce las fronteras que dividen al Kurdistan y facilita que cada dirección política de sus diferentes regiones ocupadas por Turquía, Siria, Irak e Irán defiendan cada una sus propios intereses. Con la excusa de que crear otro estado sería otra forma de opresión y de que se pueden construir realidades políticas al margen de la existencia de los estados, la realidad es que se permite al imperialismo imponer la política del “divide y vencerás”. Así, el gobierno regional del Kurdistán mantiene excelentes relaciones con los gobiernos de Irán y Turquía y obliga a los grupos kurdos de esos estados a no realizar acciones desde su territorio. Peor aún, el gobierno regional del Kurdistán iraquí permite que Turquía bombardee e invada las zonas del Kurdistán iraquí donde se encuentran las milicias del PKK. No ha hecho falta que Barzani y Talabani, líderes kurdos de Irak, construyan un nuevo estado para generar un nuevo aparato opresor.

La negativa a impulsar el derecho de autodeterminación del pueblo kurdo, a su reunificación y, en definitiva, a constituir un estado kurdo implica el reconocimiento de las fronteras actuales de los estados que oprimen a los kurdos: Irak, Irán, Siria y Turquía. Acaba aceptando la existencia de estos regímenes genocidas con los que es imposible una “coexistencia pacífica” y aislando a los kurdos del resto de pueblos de Oriente Medio que luchan por su libertad.

Desde la Unidad Internacional de los y las Trabajadoras – Cuarta Internacional (UIT-CI), seguiremos defendiendo el derecho de autodeterminación del pueblo kurdo, independientemente de su dirección política, y estaremos a su lado frente a las amenazas y agresiones de Turquía, Siria o de cualquier otra potencia regional o imperialista.

3 Ibidem Página 19

4 Ibidem Página 22

5 Ibidem Página 32

6 Ibidem Página 19

7 Ibidem Página 34

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