¿Y si tus genitales tuvieran precio en el mercado? ¿Y si tu vagina valiera 12.000? ¿Es poco? ¿Es mucho? Para la cantaora y actriz Julia de Castro es un insulto a su persona y actúa en consecuencia. De esta manera, la cantante se convierte en una criminal al robar el retrato que Oscar Tusquets pintó sobre ella y que está expuesto en la galería de arte Can Framis, en Glòries. “¡¿Mi coño vale 12.000 euros?!”, grita indignada de Castro. Vestida solamente con una chaquetilla de torero, un colgante con la cruz de Cristo y unos tacones altos que no le hacen perder el equilibrio en ningún momento, la cupletista avilesa coge su cuadro y baja la elegante escalera hacia el público que contempla las obras de arte del lugar, copas de champán en mano. Nadie la mira con desaprobación, ni desprecio ni, tan siquiera, con sorpresa. La gente sonríe mientras de Castro se pasea distinguida, con el pubis al aire sujetando su cuadro. Los ojos van al sexo cubierto de pelo negro rizado y los pechos que se entrevén grandes. Pero no es una performance, como la gente cree, confundida e inmersa en el esquizofrénico arte contemporáneo donde todo vale, sin reglas. Es un acto de denuncia porque la artista (y su vagina) cuesta 12.000 para quien quiera tenerla en forma de cuadro colgado en el salón de su casa. Este es el punto de partida de la breve historia de 28 minutos que cuenta el director y escritor Javier Giner en Julia de Castro, De la Puríssima: Anatomía de una criminal, una docu-ficción proyectada en la cuarta edición del Festival de Cine Low Cost de Barcelona que tuvo lugar el miércoles 2 de diciembre en el (llenísimo) claustro del Arts Santa Mònica.
De Castro, ahora convertida en criminal, vaga por la capital catalana para encontrar un hogar para su cuadro, un propietario que reconozca una buena pieza de arte y esté dispuesto a pagar un precio más razonable que 12.000 míseros euros. Las cámaras y Giner siguen la cupletista en su aventura metropolitana y artística, formando una procesión con Virgen María y niño Jesús incluidos. Imagínense la escena: una “loca” desnuda, cubierta tan solo por un sujetador bajo la chaquetilla torera, un plástico que envuelve sus partes y unos tacones altos y las Ramblas como escenario. La película Julia de Castro, De la Puríssima: Anatomía de una criminal, que ha costado unos 100 euros, es el resultado del seguimiento de este viaje de la cantaora durante 3 días por Barcelona, de la lucha por poner en valor y un precio al arte, la frustración por no conseguirlo y la resignada derrota que se desencadena como consecuencia. “Hicimos una especie de retiro místico de 3 días en Barcelona, como quien se retira a la montaña a escribir un guión o una gran novela”, cuenta de Castro sobre el rodaje.
La gracia de esta cinta también reside en la frontera entre realidad y ficción. Tal y como apunta el director de este film, Javier Giner, “hay partes reales y otras no, era un juego constante que íbamos creando en el momento. Cuando empezamos, no sabíamos qué final tendría el viaje”. El final del viaje es el retorno de la pieza de arte a su casa, de donde tal vez no hubiera tenido que salir porque tal vez el museo o galería sea donde tiene que estar el arte y no en un Cash Converters de la esquina. El retrato, dicen los protagonistas, puede contemplarse en la misma galería donde estuvo desde el principio del relato.
De frustración y fracaso también habla la película de Muerte Horrible (pseudónimo del jovencísimo realizador valenciano Rubén Ajaú) Chica muerte vs niño cuchillo. Ajáu es, junto a voces jóvenes como María Mercromina y Luna Miguel, uno de los agentes activos del colectivo poético Los Perros Románticos. El Festival de Cine Low Cost acoge el estreno de su segundo largo, un film también breve de 62 minutos que muestra la agitada y turbulenta grabación de un remake de la legendaria serie del mismo título que el proyecto. O, mejor dicho, es la historia de intento de grabación de una serie conocida por unos pocos freaks entendidos. Chica muerte vs niño cuchillo enseña el duro proceso de creación de una obra, en este caso en forma de serial, y la desilusión por no conseguirlo mediante situaciones dignas del teatro del absurdo. Es el fallo a la hora de narrar una historia, es la sucesión de desgracias en el proceso y el cumplimiento de la profecía de “si algo puede salir mal, saldrá mal”. “Mi vida, como la de todos, es una sucesión de buenos y de jodidos momentos”, resume riéndose Muerte Horrible su trabajo.
Aunque el mensaje común o el telón de fondo de ambas proyecciones sea la complejidad del engranaje y de la maquinaria para narrar y difundir historias, el humor, la ironía y la crítica social no dejan de ser protagonistas de los trabajos. El Festival de Cine Low cost, es el festival del perro que ladra para hacerse oír, como los participantes y sus obras. Comisariado por Miqui Otero y Desiré de Fez, el festival es una reivindicación al cine de autor y la denuncia a una industria rígida donde escasean las ayudas y abundan los proyectos que mueren antes de nacer. El realizador Javier Giner advirtió en el debate posterior a la proyección de su película que su film sobre de Castro costó 100 euros porque nadie cobró por su trabajo. “Se están dejando desnudos y huérfanos a los que se quieren dedicar al cine y necesitamos espacios”, añadió el director.
Y para demostrar que el cine low cost no es una invención de los jóvenes cineastas, se proyectó (muy acertadamente) la película Ditirambo vela por nosotros que dirigió Gonzalo Suárez en 1966. Con una libertad creativa sin precedentes en el cine español y con el espíritu amateur o improvisado de las otras películas, el director asturiano se atrevió a contar una historia detectivesca en el que José Ditirambo, alter ego de Suárez, busca la voz del fantasma que le jura amor verdadero. Invitado en la proyección de esta vieja cinta, Suárez rezó el discurso de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, alegando que “se ha perdido la épica y todo pasa muy rápido”. Lo más interesante de su discurso fue, tal vez, la necesidad de recuperar la figura del guionista y de todos aquellos que, más allá del director, hacen posible el contar la historia, aunque se fracase o no en el intento. “Hemos olvidado al personaje que está en la trastienda”, insistió el veterano director.
Pero el controvertido asturiano también puso en el aire una cuestión épica y romántica: “Nunca es fácil hacer cine y no sé si debe serlo”. Y es que tal vez en la dificultad de hacer cine resida precisamente la gran obra de arte, claro que con algunas monedas en el bolsillo también puede hacerse un buen trabajo.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.