El Ayuntamiento de Barcelona ha admitido públicamente que el encendido de las luces de Navidad del pasado 22 de noviembre representó un riesgo significativo para la seguridad pública debido a una afluencia masiva que superó todas las previsiones. Albert Batlle, teniente de alcalde de Prevención, Seguridad y Convivencia, ha declarado que lo sucedido «superó cualquier expectativa», con 46.000 personas congregadas en el Paseo de Gràcia, generando «situaciones de tensión» y «disfunciones» que podrían haber derivado en incidentes graves. Esta revelación, realizada durante una comisión municipal de presidencia, ha impulsado la aprobación de una proposición para revisar y fortalecer los protocolos de gestión de aglomeraciones en eventos masivos, destacando la necesidad de adaptar las estrategias de seguridad urbana a la realidad de una ciudad que atrae cada vez más visitantes.
El evento, presidido por el alcalde Jaume Collboni, se convirtió en un espectáculo emblemático de la temporada navideña barcelonesa, con un alumbrado que se extiende por 110 kilómetros de calles, seis más que el año anterior. Sin embargo, la concentración en el tramo entre Plaza Catalunya y la Gran Via colapsó las entradas y salidas del centro urbano, creando embotellamientos que dificultaron la movilidad y la evacuación potencial. Testigos, incluyendo el concejal Jordi Coronas de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), describieron escenas de riesgo inminente: «Si hubiese habido un alud, tendríamos que haber lamentado hechos que no nos gustaría que se produjeran», advirtió Coronas, recordando que Barcelona mantiene un nivel 4 sobre 5 de alerta antiterrorista, lo que agrava la vulnerabilidad en escenarios de alta densidad poblacional.
Este no es un incidente aislado en la historia reciente de Barcelona. En años anteriores, el encendido de luces ha generado controversias similares por aglomeraciones y falta de previsión. En 2023, por ejemplo, el evento atrajo a multitudes que provocaron críticas por el caos en el tráfico y la seguridad peatonal, con reportes de peleas y revuelos en plena ceremonia. Un video viral mostró a cuatro mujeres enzarzadas en una disputa física en la Plaza de Catalunya, destacando cómo la excitación festiva puede escalar rápidamente en desórdenes. En 2024, el espectáculo reunió a unas 15.000 personas en la calle de Casp, un aumento notable respecto a ediciones previas, pero aún manejable comparado con los 46.000 de este año. Sin embargo, ya entonces se viralizaron escenas de bloqueo peatonal en redes sociales, con quejas sobre la «plaga de personas» que cortaban el tráfico para fotografiarse, llegando incluso a incidentes como el atropello casi fatal de una mujer de 60 años.
El incremento exponencial en la asistencia –de 15.000 en 2024 a 46.000 en 2025– refleja el éxito de la promoción turística de Barcelona como destino navideño, impulsada por campañas del Ayuntamiento que enfatizan la «espectacularidad del momento», según Batlle. No obstante, este crecimiento ha expuesto las limitaciones de los protocolos actuales, heredados de periodos pre-pandémicos cuando la afluencia era menor. Históricamente, eventos como las fiestas de La Mercè o el Mobile World Congress han requerido dispositivos especiales, pero el encendido navideño, al ser gratuito y abierto, presenta desafíos únicos en términos de control de flujo humano.
Desde una perspectiva experta en seguridad urbana, el incidente del 22 de noviembre evidencia fallos en la aplicación de estándares internacionales para la gestión de eventos masivos. Según guías del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos y el Observatorio Científico de Eventos en España, la planificación debe incluir una evaluación de riesgos integral que contemple la densidad poblacional máxima por metro cuadrado –idealmente no superior a 2-4 personas en zonas de alta movilidad– y protocolos de evacuación escalonados. En Barcelona, el Paseo de Gràcia, con su anchura variable y múltiples accesos laterales, ofrece potencial para sectorizar el espacio, pero la falta de controles de aforo previos permitió una saturación que violó estos umbrales.
Expertos como Enric Cabezuelo, especialista en seguridad para festivales como Sónar, enfatizan la integración de tecnología: drones para monitoreo aéreo, sistemas de conteo automatizado vía IA y barreras inteligentes para dirigir flujos. En el caso barcelonés, aunque la Guardia Urbana desplegó agentes –350 en campañas navideñas pasadas–, el informe preliminar post-evento reveló «disfunciones» en la coordinación, como la ausencia de salidas escalonadas y megafonía para guiar a la multitud. Batlle ha confirmado que se ajustó el dispositivo in situ, resolviendo los problemas «sin afectación mayor», pero esto subraya una reactividad en lugar de proactividad, un error común en ciudades con alta densidad turística como Barcelona.
Comparativamente, eventos internacionales como el Times Square Ball Drop en Nueva York o el encendido de luces en Londres implementan límites de aforo estrictos y zonas segmentadas, reduciendo riesgos de pisoteo o pánico. En España, el modelo de seguridad urbana de Barcelona, coordinado por figuras como Maria Teresa Català, se centra en la convivencia y prevención, pero requiere actualización para integrar inteligencia artificial y análisis predictivo de datos de movilidad urbana. La alerta antiterrorista añade complejidad, exigiendo planes que consideren amenazas asimétricas, como ataques vehiculares en zonas peatonales.
El reconocimiento de Batlle no solo aborda el incidente inmediato, sino que tiene ramificaciones para el ecosistema turístico de Barcelona, que genera miles de millones en ingresos anuales. El encendido navideño se ha consolidado como «uno de los actos más significativos y populares de las fiestas», atrayendo no solo a residentes sino a visitantes internacionales, impulsados por la expansión del alumbrado a barrios periféricos. Sin embargo, aglomeraciones como esta pueden disuadir a turistas futuros si se perciben como inseguras, especialmente en un contexto global de sensibilidad a las multitudes.
Desde el punto de vista de la seguridad ciudadana, la proposición de ERC –aprobada con apoyo transversal de PSC, Junts, Barcelona en Comú y Vox– propone medidas concretas: estimación de afluencia máxima basada en la geometría urbana, habilitación de vías de evacuación transversales, controles de acceso sectorizados y cortes de tráfico adyacentes. Batlle ha anunciado una reunión inmediata con mandos de la Guardia Urbana y Protección Civil para «analizar la situación y trabajar en protocolos conjuntos», implementando correcciones del informe preliminar para evitar «situaciones conflictivas» en futuros eventos, como las cabalgatas de Reyes o conciertos navideños.
A nivel experto, recomiendo que Barcelona adopte un enfoque holístico inspirado en estándares de la Unión Europea para gestión de crisis en eventos, incorporando simulaciones digitales de flujos humanos y colaboración con empresas de seguridad privada para reforzar el control. Esto no solo mitiga riesgos físicos, sino que mejora la percepción de seguridad, esencial para una ciudad que acoge «miles de eventos anualmente sin incidencias», como resaltó Batlle.
En conclusión, el incidente del encendido de luces de 2025 sirve como llamada de atención para equilibrar el encanto festivo con la rigurosidad en la planificación. Con la revisión de protocolos en marcha, Barcelona tiene la oportunidad de liderar en seguridad urbana, asegurando que sus tradiciones navideñas sigan iluminando la ciudad sin sombras de peligro.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.





