La fiesta celebrada en el año 2006 en un antiguo teatro ocupado de Barcelona, terminó con un agente herido de gravedad y cinco personas detenidas. Después de algunos años en la cárcel, Rodrigo Lanza, el principal acusado, se encuentra en libertad, y declara que no parará hasta destapar la verdad.

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La madrugada del 4 de febrero de 2006, en la calle Sant Pere Més Baix de Barcelona, tuvo lugar un enfrentamiento entre la Guardia Urbana y un grupo de okupas que celebraba una fiesta en el antiguo teatro Palau Alòs, ocupado desde 2002. Entre golpes y protestas, un objeto, lanzado desde el edificio, impactó en la cabeza de uno de los policías, quedando en estado de coma. Cinco personas fueron detenidas y encarceladas. Una de ellas, Patricia Heras, acabó con su vida en la cárcel donde se encontraba, en el año 2011. Otra de ellas, Rodrigo Lanza, fue el principal acusado, y actualmente se encuentra en libertad.

Con motivo del estreno del documental 4F: ni olvido ni perdón, realizado por la Comisión Audiovisual del 15M, en colaboración con la productora Metromuster y el semanario Directa; los familiares, amigos y conocidos de los acusados, así como diversos movimientos, se han reunido para defender, una vez más, la “verdad del caso 4F”. Hasta el lugar, el antiguo Palacio del Cine de la Vía Laietana, reinaugurado como el Cine Patricia Heras, se han desplazado decenas de personas, entre las que se encontraba Rodrigo Lanza.

Este chileno, de 28 años, fue el principal acusado del caso. Después de pasar varios años en la cárcel Cuatro Caminos, ha sido puesto en libertad. A pesar de intentar mantenerse al margen del asunto, Rodrigo Lanza ha anunciado que enfocará toda su energía en destapar la verdad, y que va a luchar para que todos sepan cómo sucedieron realmente los hechos que marcaron su vida.

¿Qué pasó el 4 de febrero de 2006?

Aún no logro entenderlo. Fue algo muy raro. No sabemos qué pasó en esa casa, pero te aseguro que fue algo muy turbio. Yo ni siquiera iba a la fiesta. Es verdad que había ido otras veces a las fiestas que se hacían en el antiguo Palau, pero precisamente ese día no iba. Pasaba por esa calle para ir a recoger a mi novia, que venía de trabajar en la Estación del Norte. Cuando llegué allí, me encontré con el control policial. Eran aproximadamente las 6.00 horas de la mañana cuando, al intentar cruzar, me cortaron el paso. No entendía nada, así que intenté llegar a la mayor autoridad de la Policía Urbana para que me explicara la situación. Cuando me quise dar cuenta, me habían golpeado en la cabeza, y empecé a correr por miedo a que volvieran a pegarme.

¿Fue entonces cuando le detuvieron?

Sí, los policías me persiguieron y me detuvieron. Durante seis horas, tanto a mí como a los otros detenidos, nos tuvieron dando vueltas de hospital en hospital para certificar las lesiones que pudiéramos tener. No eran nada comparadas con las lesiones que me causaron después, en el calabozo.

La Guardia Urbana no tiene potestad para retener a los detenidos. ¿No le pusieron a disposición de la policía?

No, fue la Guardia Urbana la que me retuvo en el calabozo.

¿Fue allí donde sufrió las lesiones?

Allí sufrí lesiones, maltratos y vejaciones. Uno de los policías se acercó a mí cuando le pregunté qué me iba a pasar, y sin mediar palabra me dio un puñetazo tan fuerte que me tiró al suelo. Cuando me incorporé para responderle, me di cuenta de que entraban cuatro policías antidisturbios, con los cascos, las porras y toda la parafernalia, y decidí que sería mejor que me pegara sólo uno a que lo hicieran los cinco. El policía que me había golpeado lo hizo de nuevo, y mientras lo hacía me gritaba “sudaca de mierda”, y repetía que Pinochet nos tenía que haber matado a todos.

¿Qué edad tenía cuando sucedieron los hechos?

Era un niño, sólo tenía 21 años.

¿De qué le acusaron?

A mí se me acusaba de haber tirado la piedra que alcanzó al policía. Según ellos, yo había sido el culpable de que aquel hombre entrara en coma. La piedra en cuestión se aceptó como prueba en el juicio, pero las declaraciones de un policía, en las que aseguraba que había encontrado esa piedra a cinco manzanas de donde se dieron los hechos, contradecían todas las afirmaciones en las que se basó el proceso judicial.

La jueza instructora de su caso fue María del Carmen García Martínez, la misma magistrada que hace poco mandó encarcelar a tres manifestantes en la Huelga General del 29 de marzo.

Sí, la misma. A estos chicos los ha tenido en la cárcel durante 35 días, a pesar de que no contaba con ninguna prueba que avalara la reclusión. En mi caso, fue la encargada de hacerme el interrogatorio, aunque no tuvo en cuenta nada de lo que conté. Se limitó a decirme: “Aunque vengan 1.000 como tú, yo ya tengo la versión de los agentes”.

¿Sigue declarándose inocente?

Lo hice en su momento y lo seguiré haciendo. Soy totalmente inocente.

¿Cuántos años ha pasado en la cárcel?

He estado 5 largos años encarcelado, y 2 más de condicional, teniendo que ir a firmar cada día. Al principio me sentía desesperado entre esas paredes, no sabía qué sería de mi vida después de aquello, pero por suerte ha pasado el tiempo. El 28 de diciembre del año pasado, por fin, salí en libertad.

¿Y ahora?

Ahora toca seguir defendiendo nuestra causa. Cuando salí de la cárcel me fui a vivir a Zaragoza, y todavía continúo allí. Con Barcelona aún tengo una extraña relación de amor odio, pero le debo mucho a Cataluña, y en actos importantes como este me desplazo sin problemas. Quiero tomarme un año sabático, desconectar un poco de todo y mantenerme al margen, pero a veces toca alzar la voz para que nos escuchen.

De los detenidos en el 4F, usted es el único que accede a hablar.

Creo que comunicar nuestra postura es importante. Para mí, lo sucedido con Patri marcó un antes y un después. Al principio no quería ni oír hablar del tema, pero después de su muerte, me siento en la responsabilidad de contar lo que realmente pasó. Creo que se lo debemos.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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