Un día volveré (1982), de Juan Marsé, es una de las obras más representativas del universo literario del autor barcelonés, un novelista cuya trayectoria está profundamente arraigada en la memoria de la posguerra española y en los paisajes urbanos de Barcelona, particularmente el barrio de El Guinardó, donde creció. Publicada originalmente por Plaza & Janés y reeditada en 2009 por Lumen en una edición cuidada, esta novela se inscribe dentro de la tradición de Marsé de explorar las tensiones entre memoria, derrota, y la lucha por la redención personal en un contexto de represión y desencanto. A través de una prosa exquisita y un enfoque narrativo que combina intimismo con una crítica social mordaz, Marsé construye un relato que no solo refleja las cicatrices de la posguerra, sino que también cuestiona las nociones de venganza, justicia y reconciliación.

Contexto y temáticas

Un día volveré se desarrolla en la Barcelona de finales de los años 50, un período marcado por las secuelas de la Guerra Civil Española y la opresión del régimen franquista. La novela centra su atención en Jan Julivert Mon, un exboxeador, guerrillero y atracador de bancos que regresa a su barrio tras trece años de encarcelamiento. Su retorno despierta expectativas contradictorias: los vencidos esperan que desentierre la pistola que enterró al pie de un rosal para ajustar cuentas, mientras que los vencedores temen su venganza. Sin embargo, Julivert, cansado y transformado por el tiempo, busca rehacer su vida, dejando atrás los sueños de revancha que otros proyectan sobre él.

El núcleo temático de la novela gira en torno a la memoria, la derrota y la ruptura entre la venganza y la justicia, como señala la sinopsis de la edición de Lumen: “Un día volveré muestra con extraordinaria intensidad la ruptura entre la venganza y la justicia”. Marsé utiliza la figura de Julivert para explorar la imposibilidad de reconciliar los ideales de juventud con la realidad de una sociedad fracturada. La novela no solo aborda las cicatrices individuales, sino también las colectivas, reflejando una Barcelona dividida entre vencedores y vencidos, donde la hipocresía social y la decadencia moral impregnan tanto los barrios bajos como los círculos de la burguesía.

La memoria, como apunta el crítico Juan Cruz, se presenta en la novela como algo que “no ocurre al aire libre, entre fiesta y barullo, sino que se produce en la trastienda de los distintos secretos de la clandestinidad”. Esta idea de una memoria reprimida y distorsionada resuena a lo largo de la obra, especialmente en la figura de Néstor, el sobrino de Julivert, quien lo idealiza como un héroe de barro, un símbolo de resistencia que, en realidad, está agotado y desilusionado. La novela, por tanto, se convierte en una meditación sobre la falacia de la violencia como medio de redención y sobre la dificultad de construir un futuro cuando el pasado sigue pesando.

Estructura y estilo narrativo

La estructura de Un día volveré es un ejemplo magistral del talento de Marsé para entrelazar diferentes perspectivas y ambientes. La novela se narra a través de un personaje espectador anónimo, una elección que permite al lector sumergirse en la historia como un observador privilegiado, pero también como un participante emocional. Este narrador, del que no se ofrecen detalles específicos, actúa como un lienzo en blanco que el lector puede habitar, intensificando la conexión con los personajes y el entorno. Esta técnica, como señala un comentario en Goodreads, permite al lector “adueñarse” del narrador, “saliendo indemne del ambiente de violencia, pobreza y triste realidad de muchos”.

Marsé alterna entre los ambientes de los barrios bajos de Barcelona, con su crudeza y vitalidad, y los decadentes salones de la burguesía, creando un contraste que refuerza la crítica social de la novela. Su prosa, descrita por Antonio Muñoz Molina como capaz de llevar “a su plenitud, con pasión y solvencia, las mejores posibilidades de esa forma narrativa”, es densa, evocadora y cargada de imágenes sensoriales. Marsé tiene una habilidad única para pintar escenas con una precisión casi cinematográfica, como señala un lector en el foro Ábrete Libro: “En dos párrafos te pinta una escena en la que te cuelas de cabeza, que parece que la estás viviendo como en el cine o más”.

El lenguaje de Marsé es a la vez poético y crudo, combinando un lirismo nostálgico con un realismo descarnado que captura la miseria y la humanidad de sus personajes. Por ejemplo, la descripción de los barrios bajos, con sus “golfillos y furcias” y sus “tipos duros”, no solo recrea un paisaje urbano, sino que también transmite la desesperanza y la resistencia de sus habitantes. Este equilibrio entre lo lírico y lo cotidiano es una de las marcas distintivas de Marsé, que lo convierte, en palabras de Domingo Ródenas de Moya, en “un novelista pura sangre, un narrador nato, un brillante contador de historias”.

Personajes y simbolismo

Los personajes de Un día volveré son un reflejo de la complejidad humana y de las contradicciones de la posguerra. Jan Julivert Mon es el eje de la novela, un antihéroe cuya transformación desafía las expectativas de su entorno. Su decisión de no desenterrar la pistola simboliza, como señala un análisis en Naucher, el rechazo a “tener el dedo en el gatillo de la memoria” para ajustar cuentas. Julivert encarna la lucha por la reconciliación personal, pero también la imposibilidad de escapar del peso del pasado, un tema recurrente en la obra de Marsé.

Otros personajes, como Balbina, la cuñada de Julivert, y Néstor, su sobrino, enriquecen la narrativa con sus propias historias de supervivencia y desilusión. Balbina representa la decadencia de los barrios bajos, mientras que Néstor encarna la idealización de la juventud frente a un héroe que ya no existe. Personajes secundarios, como el juez auditor Luis Klein o el policía corrupto Polo, añaden capas de crítica social, mostrando la hipocresía y la corrupción de una sociedad que, en palabras de José M. Souza Sáez, “no sabe adónde va y que necesita de unos héroes de barro que luchen contra lo establecido”.

El simbolismo de la pistola enterrada al pie del rosal es central en la novela. Representa no solo la violencia reprimida, sino también la esperanza y el miedo de una comunidad que proyecta sus deseos y temores en Julivert. La decisión de no desenterrarla es un acto de renuncia a la venganza, pero también un reconocimiento de que la justicia, en un contexto de represión, es inalcanzable. Este simbolismo se refuerza con la imagen de la Barcelona de posguerra, un escenario que Marsé describe con una mezcla de nostalgia y desencanto, como un espacio donde los sueños se enfrentan constantemente a la realidad.

Relevancia y recepción

Un día volveré no es considerada la obra cumbre de Marsé —títulos como Últimas tardes con Teresa o El embrujo de Shanghai suelen recibir más atención—, pero es una novela que encapsula los temas y el estilo que han hecho de Marsé uno de los grandes novelistas españoles del siglo XX. La crítica ha elogiado su capacidad para capturar la atmósfera de la posguerra y su retrato de personajes complejos. Carlos Zanón, en La Vanguardia, describe a Marsé como “un grande, por su valía literaria, por su honradez personal y ciudadana”, mientras que Nadal Suau, en El Cultural, señala que “con Marsé, concluye un mundo”, refiriéndose a su habilidad para cerrar una era literaria con su mirada crítica y su narrativa evocadora.

La novela también ha sido valorada por su relevancia contemporánea. Como apunta un análisis en Naucher, Un día volveré advierte sobre los peligros de una “memoria resentida” utilizada para la confrontación, un tema que resuena en debates actuales sobre la memoria histórica en España. La negativa de Julivert a retomar la violencia ofrece una reflexión poderosa sobre la necesidad de superar el pasado sin olvidar sus lecciones.

Conclusión

Un día volveré es una obra que combina la maestría narrativa de Juan Marsé con una profunda reflexión sobre la memoria, la derrota y la búsqueda de redención. A través de una prosa rica y evocadora, Marsé construye un retrato de la Barcelona de posguerra que es a la vez un homenaje y una crítica a una sociedad marcada por la represión y la hipocresía. La novela, aunque no la más celebrada de su autor, es un testimonio de su habilidad para entrelazar lo personal y lo colectivo, lo lírico y lo realista, en una narrativa que sigue siendo relevante hoy. Para los lectores interesados en la literatura española contemporánea, Un día volveré es una invitación a explorar las complejidades de un país y una ciudad que, como sus personajes, buscan reconciliarse con su pasado.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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