Panteón de las familias Martorell y Bofill, en cementerio del Poblenou, obra del arquitecto Elies Rogent y el escultor Venanci Vallmitjana. (UB)

Los cementerios de Barcelona son como museos a cielo abierto. Panteones neogóticos, neoclásicos o modernistas, estructuras que recuerdan los obeliscos del antiguo Egipto, esculturas de ángeles imponentes y de personajes plañideros son algunas de las obras que podemos contemplar. Es un arte fruto de los deseos de las familias adineradas de perpetuar la memoria de sus parientes, y ejecutado en muchas ocasiones por reconocidas arquitectas y escultores. Ahora, el proyecto de la UB Arte funerario quiere poner de relieve este patrimonio de Barcelona y del conjunto de Cataluña, a menudo poco conocido. Visitas presenciales y virtuales a los cementerios de la ciudad y jornadas científicas son algunos de los ejes del proyecto.

En la web Arte funerario se pueden consultar fichas que documentan las principales obras artísticas de los nueve cementerios de la ciudad de Barcelona. El objetivo es que las personas interesadas los puedan visitar por su cuenta con más elementos de conocimiento. También se han preparado visitas virtuales a diferentes cementerios, a las que se puede acceder desde la misma web. Igualmente, se organizan visitas presenciales: este mes de octubre ya se han hecho cuatro y se programarán más. Para participar en las próximas visitas hay que inscribirse previamente a través de los formularios de la web.

La jornada científica «Patrimonio funerario catalán» tendrá lugar el 10 de diciembre y reunirá arquitectos, historiadores del arte y otros estudiosos para hablar de arquitectura y arte funerario y de la antropología de la muerte. Las personas interesadas en asistir también se tienen que inscribir previamente.

El proyecto Arte funerario quiere difundir un patrimonio poco conocido, cómo es lo de los cementerios, que reflejan también la expansión urbanística de la ciudad de Barcelona. En los cementerios trabajaron arquitectos y maestros de obras como Ricard Giralt, Josep Fontserè, Josep Oriol Mestres, Joan Nolla o Elies Rogent. También escultores como los Vallmitjana, Rafael Atxé, Rossend Novas, Joan Roig i Soler, Eduard B. Alentorn o Enric Clarassó; forjadores como Masriera Campins o los hermanos Codina, y vidrieros como Rigalt, Granell o Eudald Ramon Amigó.

Arte funerario continúa el trabajo que hace la UB para divulgar el patrimonio no solo de la Universidad sino también de la ciudad de Barcelona. En esta línea, ya se llevó a cabo un proyecto sobre el arquitecto Elies Rogent, y el 2019 tuvo lugar el Año Vallmitjana. El proyecto actual está organizado por la Unidad de Relaciones Institucionales y Protocolo de la UB y el Vicerrectorado de Artes, Cultura y Patrimonio, con la colaboración de la Dirección de Arquitectura Urbana y Patrimonio del Ayuntamiento de Barcelona y Cementerios de Barcelona.

Mausoleos gitanos

En una visita al Cementerio Viejo, más conocido por el de Poblenou, nos encontramos una urna de cristal en cuyo interior hay una estatua a tamaño natural de un hombre. La imagen realista, un tanto kitsch, reproduce hasta el último detalle los complementos que solía llevar el difunto en vida; por ello vemos las gafas de sol, el reloj, el anillo y pulsera, y un paquete de tabaco que se asoma por el bolsillo de la camiseta. Claro que lo que llama más la atención es la botella que sostiene en la mano.

La tumba es de un cuñado de José Moreno Cuenca, el “Vaquilla”, ya que estaba casado con Isabel, la hermana del “Vaquilla”. El finado se mató en un accidente de coche recién salido de la cárcel, y cuando su mujer ya había fallecido. Dejaron cuatro hijos.

Además de las distintas ofrendas y abalorios que suelen adornar los mausoleos gitanos, siempre bien cuidados y a cuyo mantenimiento colaboran los miembros del clan familiar, podemos ver relieves o fotos de los difuntos retratados con sus automóviles.

El coche, sobre todo en décadas pasadas, era una forma de representatividad social, como entre los payos, por cierto. Claro que en la etnia gitana, quizá sea una reminiscencia del nomadismo de este pueblo, sería la lógica versión moderna de los carromatos con los que los gitanos recorrieron Europa.

alt

En el cementerio de Sant Andreu destaca la estatua sentada, y a todo color, de otro gitano que con su ram calí (la vara gitana) parece recibir a los paseantes que se acercan al lugar. Muy cerca de este mausoleo gitano, más concretamente en frente de él, hay otra tumba gitana en cuya lápida hay una gran pistola de mármol blanco.

En estas tumbas también hay muchas flores multicolores hechas de cristal y figuras de aves, más concretamente flamencos rosas, que son el símbolo de la región francesa de La Camarga, donde en la población de Saintes Maries de le Mer se realiza todos los años la romería de la Santa Sara Kali (Sara la Negra) que, según la leyenda, era la esclava gitana que arribó en un barco procedente de Tierra Santa acompañando, nada más y nada menos, a María Magdalena, Santa Marta y María Salomé y María Jacobé.

La leyenda se complica y se hace aún más inverosímil cuando se habla que traían los restos de Jesucristo, pero eso es otra historia.

En el cementerio de Montjüic, que forma parte de la Ruta Europea de Turismo de Cementerios, merece una visita por la cantidad de obras de arte funerario y por la historia y curiosidades que alberga esta verdadera ciudad de los muertos con más de 150.000 sepulturas.

La tumba que más destaca es la de la familia Montero-Jodorovich y los Jiménez. Los Jodorovich es una familia procedente de Hungría y que emparamentó, en el barrio de La Mina, con varios clanes gitanos. Las estatuas de los dos jóvenes, fallecidos en 1975 en un enfrentamiento con la policía, recuerdan otras estatuas de Poblenou, por lo que no sería muy posible que ambas fueran realizadas por la misma empresa de marmolistas.

Con todo respeto y cariño para las familias, terminamos aquí este pequeño recorrido por las múltiples curiosidades sobre los mausoleos gitanos que esconden nuestros camposantos y que quizá abordemos en próximos trabajos.

MAUSOLEOS GITANOS

Comparte: