Mañana arranca el Photo Forum Fest de Barcelona, el congreso de fotografía más grande de Europa, con el reto de superar los 10.000 asistentes que atrajo en su edición del 2023. El congreso crece de manera exponencial y en esta edición se amplía el espacio de exposiciones, hasta llegar a las 20. Serán tres días, hasta el viernes, para vivir la fotografía como nunca en Barcelona.

Invitados de lujo

Los mejores fotógrafos del mundo pasan estos días por Barcelona: Alberto García Alix (fotógrafo de la Movida madrileña), Lua Ribeira (agencia Magnum) o el corresponsal de guerra Manu Brabo, ganador de un Premio Pulitzer.

Este próximo viernes, uno de los ponentes del Photo Forum Barcelona será el fotoperiodista, corresponsal de guerra, Manu Brabo. Ha ganado un Pulitzer y ha seguido innumerables conflictos por todo el mundo. Ahora ya piensa en regresar a Ucrania, una guerra que ya empezó a cubrir hace 10 días. Quiere cerrar el círculo y conmemorar el décimo aniversario de sus primeras fotos en el conflicto ucraniano.

Entrevistar a Manu Brabo es hablar de las guerras que desangran el mundo en las últimas décadas.

¿Cómo es el día a día de un corresponsal de guerra? No debe ser normal…

Bueno, te levantas por la mañana y vas a trabajar. Cenas y descansas, si puedes. En mi caso, siempre hay un sitio para descansar, pero cuando toca dormir de cualquier manera, pues se duerme de cualquier manera y en cualquier lugar…

Ya le entiendo… ¿Y qué está planeando ahora mismo?

Voy a Ucrania en breve, otra vez. Llevo unos días en una aldea asturiana, descansando, paseando con mis perros… Pero en abril se cumplen ya diez años del conflicto de Ucrania y llevo cubriéndolo desde el principio. A los periodistas, nos gustan los aniversarios. ¡Una década! Ya llevamos una década…

Usted ve que los hechos del 2014 y la guerra actual son lo mismo, el mismo conflicto.

Claro, los actores son los mismos, pero Rusia se ha implicado muchísimo más ahora que en el 2014. Eso hace que todo sea mucho más diferente. Te puedes encontrar diferencias ahora en la factura del gas que pagas cada mes, o en la gran inversión bélica actual que están haciendo todos los países. Hay consecuencias globales, no sólo es lo que se ve en el campo de batalla, que es lo más evidente y lo más fundamental.

Es evidente que no ha ido como Rusia esperaba…

Es que querían acabar en tres semanas, pero no ha sido así. Va para tres años.

¿Tan fácil lo veían?

Mi explicación, después de haber estado en el terreno, allí, es que hay un sistema de inteligencia que incluye un castigo desde la parte alta de la pirámide hasta la parte baja. Es un sistema basado en mentiras: desde abajo, los informadores pensaban que Ucrania se iba a rendir muy pronto y que no iba a aguantar mucho. Se me ocurre esta teoría.

Tiene visos de ser realidad… ¿Cree que acabará informando del final del conflicto?

Bueno, de momento, primero quiero cerrar etapa en este último viaje a Ucrania. Un trabajo de 10 años es muy redondo. Conozco las dinámicas del mercado. Si preparas una exposición de 10 años, pega mejor una de 10 años que una de 9 años o que una de 11 años. A los medios de comunicación, nos gustan los lustros y las décadas.

¿Y cuando usted vuelve a casa, el conflicto le acompaña?

El conflicto me acompaña antes de entrar en cualquier viaje. Siempre ha tenido alguna particularidad. Cuando empecé, me frustraba más ver experiencias y las vivencias que le pasan a la gente. Es sobre lo que trabajo. Por ejemplo, venía de Alepo y tampoco puedes obligar a medir a la gente por su nivel de dolor. Cada gente tiene sus propias tragedias.

Desde luego.

Pongo un ejemplo. Si me quedo sin trabajo en Europa, por ejemplo, es mejor que quedarme sin comida en Biafra. Encasquetar todas estas coas, los disgustos con tu propia profesión es complicado, pero esto me pasaba antes cuando trabajaba en una copistería también…

¿Y cuál es la tragedia más salvaje que ha tenido que presenciar?

Casquería tengo para dar y tomar, pero en el verano del 2013, el 15 de agosto, desalojaron el campamento de los hermanos musulmanes en el Cairo. Fue una matanza. Solo entramos cuatro periodistas allí. Hubo unos mil muertos, reconocido por los militares. Es la mayor matanza que he vivido. Pero lo que me sorprendió más es el poco ruido que hubo en los medios de comunicación… Eso casi me sorprendió más… Trabajaba para una agencia de noticias y esa agencia tuvo presiones gordas del gobierno egipcio. Me jodió mucho porque te quita la venda de lo que somos y para quién trabajamos.

Estamos ya en el siglo XXI. ¿La raza humana todavía no ha aprendido a vivir en paz?

Es complicado reflejarlo. Cambian algunas cosas, pero hay una parte más animal del ser humano que se acaba imponiendo. Luego, en muchas zonas del mundo, la educación no es la de España o la de la Unión Europea. En muchos países, el ardor guerrero es un don en un hombre. Además, el poder es igual ahora que en la época de Troya y sus excusas baratas. Pasa en las discotecas cuando te dicen que mirabas a su novia y te dan una hostia. El periodismo de conflicto ha aprendido a inventar mecanismos de compensación.

Explíquese.

Imaginad una balanza. En un lado, toda esta mierda de la que hablamos. En el otro lado, los derechos humanos, gracias a los cuales llevamos tiempo sin guerras mundiales. Hay que poner peso en un lado de la balanza. A todo el mundo le gusta la paz, pero ¿cuántos años llevamos entendiendo las guerras como un problema global? Suena fatal, pero últimamente, se ha humanizado el conflicto. Hay normas que funcionan para algunos y para otros, no. Pero antes no funcionaban para nadie.

¿Cuando usted está trabajando en una guerra, tiene tiempo para pensar en su equipo fotográfico, en la cámara, en los objetivos, en su parte más artística? No debe ser fácil…

Es como conducir, no tienes que pensarlo demasiado. Estoy entrenado, tengo mecanismos incorporados. Alguna vez hay patinazos, como le pueden pasar a todo el mundo, pero la fotografía es un proceso complejo. A veces hay que cazar fotos al vuelo. Implica estar ahí al cien por cien, en el terreno. En esos momentos, pienso en la técnica, en el color, en el encuadre, en estar agachado, pienso en si el soldado va a disparar… Pienso en muchas cosas…

¿Qué se siente cuando estás agachado y con un casco en la cabeza?

¡Te pesa más la cabeza! Es esa sensación que tienes y que no están hechos para fotógrafos…

Ciertamente, no se pensaron para las fotos…

… Muchos cascos tocan con la cámara, porque la frente es baja, para proteger más la cabeza del soldado. Entonces, te tocan a la cámara. Yo lo he resuelto al tener la nariz larga… ¡De algo me tenía que servir!

www.photoforumbarcelona.com

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