El régimen franquista estableció un vasto sistema de represión durante y después de la guerra civil española (1936-1939), que incluyó más de 300 campos de concentración distribuidos por todo el territorio español. Estos recintos sirvieron para el internamiento, clasificación y explotación laboral de prisioneros republicanos, disidentes políticos y otros grupos perseguidos. En Cataluña, se han identificado al menos 14 de estos campos, destacando el de Horta en Barcelona como el más grande, con una capacidad máxima de 15.000 personas.

La guerra civil española culminó con la victoria de las fuerzas nacionalistas lideradas por Francisco Franco, inaugurando una dictadura que duró hasta 1975. Uno de los pilares de esta represión fue el sistema de campos de concentración, inspirado en modelos europeos como los nazis, aunque adaptado al contexto ibérico. Según investigaciones exhaustivas, el régimen franquista operó al menos entre 200 y 300 campos desde 1936 hasta 1947, algunos permanentes y otros temporales. Estos no solo servían para el confinamiento de prisioneros de guerra, sino también para su «reeducación» ideológica, explotación laboral y, en muchos casos, eliminación física a través de hambrunas, enfermedades y ejecuciones sumarias.

En Cataluña, región clave en la resistencia republicana, el avance franquista en 1939 llevó a la creación de múltiples campos para procesar a decenas de miles de detenidos. Fuentes como el mapa interactivo de campos franquistas documentan 303 recintos en total en España, con una presencia significativa en Cataluña. De estos, se han identificado 14 en la región, incluyendo ubicaciones como Mollerussa, Puigcerdà, Tremp y Bossòst. El campo de Horta, situado en Barcelona, emerge como el más emblemático por su tamaño y rol central en la represión local.

El objetivo es contribuir al debate sobre la memoria histórica, destacando cómo estos campos formaron parte de un «holocausto ideológico» que convirtió España en una «inmensa cárcel». Se estructura en tres secciones principales: el sistema general de campos, su implementación en Cataluña y un estudio detallado del campo de Horta.

El sistema de campos de concentración bajo el régimen franquista

El origen de los campos de concentración franquistas se remonta al inicio de la sublevación militar en julio de 1936. El primer campo documentado fue establecido el 20 de julio de ese año en el Castillo de El Hecho, en Canarias. A medida que las fuerzas nacionalistas avanzaban, el sistema se expandió rápidamente, gestionado por el ejército bajo la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros (ICCP), creada en 1937. Estos recintos no eran meros depósitos de prisioneros; funcionaban como mecanismos de clasificación ideológica, donde los detenidos eran categorizados en «afectos», «desafectos» o «irrecuperables», determinando su destino: liberación condicional, trabajos forzados o ejecución.

Investigaciones como la de Javier Rodrigo estiman que medio millón de personas pasaron por estos campos entre 1936 y 1947, con picos de hasta 367.000 prisioneros en 1939. El libro Los campos de concentración de Franco de Carlos Hernández de Miguel documenta exhaustivamente 296 campos, basándose en archivos militares y testimonios de supervivientes. Estos incluían instalaciones permanentes como Miranda de Ebro (Burgos), que operó hasta 1947 y albergó a internacionales, y temporales como plazas de toros o conventos reconvertidos.

La función económica fue crucial: los prisioneros eran explotados en batallones de trabajadores para reconstruir infraestructuras destruidas por la guerra, como carreteras y presas. Esto se enmarcaba en la «redención de penas por el trabajo», un eufemismo para la esclavitud moderna. Condiciones inhumanas prevalecían: hacinamiento, malnutrición y epidemias causaron miles de muertes. Por ejemplo, en el campo de Albatera (Alicante), miles perecieron por hambre y torturas.

Comparativamente, aunque no alcanzaron la escala industrial de los nazis, los campos franquistas compartían elementos como la deshumanización y el control ideológico, influenciados por visitas de oficiales alemanes a España. El cierre gradual post-1940 respondió a presiones internacionales y la necesidad de integrar mano de obra en la posguerra, pero el legado represivo persistió en prisiones y colonias penitenciarias.

Este sistema no fue improvisado; respondía a una estrategia de terror para consolidar el poder, similar a otros regímenes autoritarios del siglo XX. Fuentes como el United States Holocaust Memorial Museum contextualizan estos campos en el marco de la represión europea pre-Segunda Guerra Mundial.

Los campos de concentración en Cataluña

Cataluña, bastión republicano, sufrió intensamente la represión franquista tras su ocupación en enero de 1939. El avance de las tropas nacionalistas provocó un éxodo masivo hacia Francia (la «Retirada»), pero miles fueron capturados e internados localmente. Según estudios especializados, se han identificado al menos 14 campos en la región, aunque informes de la Cruz Roja de marzo de 1939 mencionan hasta 45.000 prisioneros en Cataluña, sugiriendo una red más extensa.

Una lista exhaustiva incluye: Campo de Mollerussa (Lleida), Puigcerdá (Girona), Tremp (Lleida), Bossòst (Lleida), La Seu d’Urgell (Lleida), Reus (Tarragona), Tarragona, Figueres (Girona), Girona, Lleida (Seminarios y Seu Vella), Barcelona (varios, incluyendo Horta y Montjuïc), y otros como Cervera y Balaguer. Estos campos comenzaron a operar en la primavera de 1938, coincidiendo con la estabilización del frente en el Ebro, y se intensificaron tras la caída de Barcelona.

El funcionamiento en Cataluña reflejaba el modelo nacional: clasificación ideológica, trabajos forzados y represión cultural, con énfasis en la supresión del catalanismo. Por ejemplo, en Lleida, tres campos (Seu Vella, Seminarios Viejo y Nuevo) albergaban miles, con listas de 4.000 nombres recientemente halladas. Muchos prisioneros eran catalanes locales, milicianos o refugiados internos, sometidos a interrogatorios por falangistas y guardias civiles.

Un estudio clave, publicado en Hispania (2009), detalla cómo estos campos evolucionaron de temporales a semipermanentes, con cierres progresivos hasta 1940. La explotación laboral incluyó proyectos como la reconstrucción de vías férreas y fortificaciones. Condiciones sanitarias eran deplorables: en Tremp, operó de enero 1939 a agosto 1940 con quinientos prisioneros iniciales, expandiéndose por epidemias.

El impacto en Cataluña fue profundo, contribuyendo a la deportación de miles a campos nazis como Mauthausen, donde 7.000 españoles (muchos catalanes) fueron enviados con connivencia franquista. Hoy, la memoria de estos campos se preserva en iniciativas como el Memorial Democràtic de Cataluña, que documenta sitios para educar sobre la dictadura.

El campo de concentración de Horta: El más grande en Cataluña

El campo de Horta, ubicado en la inacabada Casa de la Caridad en el barrio de Horta (Barcelona), fue el recinto oficial de la ciudad y el más grande de Cataluña. Operó desde febrero de 1939 hasta abril de 1940, con una capacidad máxima de 15.000 prisioneros, aunque testimonios indican hacinamiento superior. El pabellón «Levante» albergaba a los detenidos, mientras «Poniente» servía como almacén.

Principalmente, internaba prisioneros republicanos capturados en la ofensiva final, incluyendo soldados, milicianos y civiles sospechosos. La ocupación franquista de Barcelona el 26 de enero de 1939 inició una oleada de detenciones, canalizadas hacia Horta. Condiciones eran extremas: escasez de comida, agua y saneamiento llevaron a brotes de tifus y disentería. Supervivientes describen torturas psicológicas y físicas, con clasificaciones que decidían traslados a prisiones como La Model o ejecuciones en Montjuïc.

Horta destacaba por su rol en la «depuración» ideológica, con interrogatorios por comisiones militares. Muchos prisioneros fueron enviados a batallones de trabajadores para proyectos locales, como la limpieza de ruinas. Su cierre en 1940 marcó el traslado de funciones a otros centros, pero su legado persiste: el sitio actual es el Recinto Mundet, sede de instituciones educativas, con placas conmemorativas.

En comparación con otros campos catalanes, Horta fue pivotal por su proximidad a la capital y tamaño, procesando miles antes de su dispersión. Estudios como el de Hernández de Miguel lo sitúan en el contexto de la represión urbana.

Los campos de concentración franquistas representan un capítulo oscuro de la historia española, con más de 300 recintos que simbolizan la represión sistemática. En Cataluña, los 14 identificados, liderados por Horta con su capacidad para 15000, ilustran el impacto regional. Estas estructuras no solo destruyeron vidas, sino que forjaron una sociedad bajo terror. La investigación actual, apoyada en archivos y testimonios, es esencial para la justicia transicional y la prevención de atrocidades similares.

Referencias

  • Beevor, A. (2006). The Battle for Spain: The Spanish Civil War 1936-1939. Penguin.
  • Hernández de Miguel, C. (2019). Los campos de concentración de Franco: Sometimiento, torturas y muerte tras las alambradas. Penguin Random House.
  • Preston, P. (2006). The Spanish Civil War: Reaction, Revolution, and Revenge. W.W. Norton.
  • Rodrigo, J. (2015). Cautivos: Campos de concentración en la España franquista. Crítica.
  • Artículos en Hispania (CSIC) y entradas en Wikipedia basadas en fuentes primarias.
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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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