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En política exterior, la UE también cubre sus expolios con «democracia«. Dio lecciones primero al gobierno mafioso de Yanukovich que quiso absorber, y ahora a los rusos, en su pugna por Ucrania.

 

 

 

En política exterior, la UE también cubre sus expolios con «democracia«. Dio lecciones primero al gobierno mafioso de Yanukovich que quiso absorber, y ahora a los rusos, en su pugna por Ucrania.

 

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La que fuera «el granero del mundo», se muere de hambre.

 

La crisis económica que siguió a las privatizaciones y la liberación económica posteriores a 1991, se desbocó en 2009 y su PIB llegó a caer un 18%. Eso, en un país ya totalmente vendido a los mercados, gracias al proceso de restauración capitalista de la burocracia ligada a Moscú (el FMI lo había «rescatado» ya en 1998, con el visto bueno de la banca rusa que controla las finanzas ucranianas), se traduce en hambre y miseria de la población.

 

A esta situación de quiebra del país, se le sumó el efecto de los años de opresión gran-rusa, vividos tanto bajo Stalin, como tras el 91, especialmente con Putin.

 

La reivindicación de la identidad nacional, se sumaba a la miseria para repudiar a un gobierno, el de Yanukovich, que entre lujos y corrupción, relanzaba su relación con Putin a partir de los acuerdos energéticos.

 

El cóctel estaba servido, y en muchos aspectos recuerda al de la primavera árabe, incluída la primera victoria con la caída del gobierno y la incertidumbre del ¿y después, qué? La dirección pro-occidental de Timoshenko –dirigente de la revolución naranja, con título de «oligarca» por su carrera desde el 91, y especialmente por sus negociados con el gas natural ruso-, liberada por el Euromaidan lo tiene claro: aprovechar el rechazo a Rusia para entregar el país a la UE. Y ésta también: el FMI y la troika ya están en Kiev.

 

Pero Putin tampoco cede, y despliega sus tropas en Crimea, facilitando un referéndum el 16/03 de adhesión a Rusia. La ocupación es inaceptable, y la agresión a Ucrania, está al servicio del capitalismo mafioso ruso.

 

Crimea, reiteradamente ocupada, fue «castigada» en 1945, por la supuesta colaboración de «todo el pueblo» tártaro de Crimea con la ocupación nazi: Stalin los abolió como nación y los deportó en masa a Asia central, mientras la estratégica península era repoblada por rusos aunque fuera como región de Ucrania. Con sus bases militares, su población rusa o rusificada, tienen más de enclave que de nacionalidad oprimida: la devolución inmediata a Ucrania es evidente, y la demagogia del referéndum tan fraudulenta como lo sería en Gibraltar, Ceuta o Melilla.

 

Los trabajadores y jóvenes movilizados no pueden ni perder la soberanía de parte de su república, ni caer en la trampa de la UE. La izquierda internacional debe solidarizarse y alertar de ese riesgo. ¡Fuera las manos rusas de Ucrania! ¡Con los y las trabajadoras ucranianas: ninguna expectativa en los buitres de la UE!

 

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