Desde el primer momento, al grito de ¡ya era hora de que alguien se rebelara en este país!, estuvimos al lado de los jóvenes indignados. La indignación de éstos puede resultar más eficaz que la nuestra, limitada al corrupto y choricesco campo de la cultura y, en cuanto al vehículo para hacernos oír, a las páginas de nuestro boletín La Fiera Literaria, nacida en 1995 y única vanguardia en todo este tiempo contra el sistema de la industria cultural, que forma parte del, más amplio, contra el que se levanta el 15-M: el del capitalismo neoliberal.

Estábamos, como siempre, con las alertas encendidas, cuando, por medio de un joven colaborador, nos llegaron las primeras noticias de las concentraciones, acampadas, etc. en la Puerta del Sol. No tuvieron ni que pensarlo ni que ponerse de acuerdo los fieras más jóvenes y los alumnos de tercero y cuarto de nuestro Taller para echar a correr e integrarse en el movimiento. Todas las reivindicaciones eran justas y necesarias. En un primer momento, pensaron en pergeñar unas pancartas alusivas a los premios amañados, las maniobras sucias de la Real Academia, los que van de izquierdistas y trabajan para el sistema, como Almudena Grandes, Luis García Montero, Manuel Vicent, Cebrián,  etc., las mafias editoriales, la peligrosidad de tipos como Pérez Reverte, Savater, Cebrián, Juan Cruz y Javier Marías, los críticos vendidos… Finalmente, se decidió acatar en un todo las consignas de los organizadores del esperanzador movimiento. Y allí siguen.

Es maravilloso encontrarse con que, junto a una juventud indolente, botellonesca, vacía y sin nada que decir a sus contemporáneos, hay otra, numerosa, sensata, pero a la vez exigente y rebelde, inconformista y dispuesta a conseguir que el sistema esté a su servicio y hasta deje de serlo. Este movimiento es, para nosotros, lo más ilusionante que ha ocurrido en España desde 1933. Aunque muchos se empeñen en no verlo así. Porque la gente opina en el sentido de no perder su tranquilidad burguesa ni sus privilegios.

Yo recuerdo una mesa redonda en TVE, allá por los 70, en la que  un engolado Francisco Umbral, pontificando sin pensar antes, como acostumbraba, ya hablase o escribiese, vaticinó que el pasotismo de la juventud, entonces muy extendido, era irreversible. Porque sí, claro, porque él lo decía, sin dar ningún argumento y sin pararse a considerar que, por principio, toda generalización es idiota. Curiosamente, por aquel mismo tiempo apareció un libro del José Luis Murga,  profesor de Derecho Romano de la Universidad de la Zaragoza, en el que estudiaba las rebeliones juveniles de la antigüedad: Grecia, periodo helenístico, Roma… No es que se trate de una constante, ni que las rebeliones se den de manera cíclica o alternativa, pero sí de un fenómeno común que con frecuencia cristaliza. Y ya se ve que considero este de ahora un movimiento fundamentalmente juvenil, aunque él se hayan adherido, nos hayamos adherido, personas mayores.

No cabe hacer comparaciones de las rebeliones juveniles clásicas mencionadas, con otras modernas, como la del Mayo 68  o como la que ha prendido hace pocos días en España –después de casi un siglo de letargo de todos los estamentos sociales–, entre otras razones, porque las motivaciones fueron y son muy diferentes. Pero sí cabe asentar la esperanza en el hecho de que lo que no se ha conseguido por otras vías, tendente a aniquilar el sistema –cultural también— basado en el neoliberalismo, se alcance mediante la fuerza de la juventud. Algo que nadie esperaba, y que por eso tiene más visos de realidad para el presente y el futuro.

http://www.lafieraliteraria.com/

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