Muy oportunamente, Ferran Aisa nos cita en la librería “La Rosa de Foc”, en la calle Joaquín Costa; una de esas calles del Raval que aún son un gozo para los sentidos: populosa, desordenada, casi se diría que hasta los turistas pierden su condición paseando por Joaquín Costa, la cual cosa se agradece. Y por si fuera poco, esta vía urbana cuenta con “La Rosa de Foc”, una librería fantástica y altamente aconsejable.
El historiador y poeta Ferran Aisa, vecino del Raval (aunque, por razones vinculadas a la transformación urbanística, ya no resida en el barrio), cuenta en su haber con magníficos libros que alumbran nuestro pasado más próximo y revolucionario; si tienen ocasión, por ejemplo, no dejen de leer “La cultura anarquista a Catalunya” (Edicions 1984). Quizá el pasado les sorprenda devolviéndoles la mirada a través de ciertas similitudes con los tiempos que corren hoy en día. Ferran Aisa, comedido en su tono de voz, con una disposición que invita, más que a coserle a preguntas, a charlar de modo relajado con él y disfrutar de la caña de cerveza, escuchando sus reflexiones y conocimientos en torno al movimiento libertario, el papel de los sindicatos, la vinculación simbólica entre la CNT y el Barça, el 15-M…
Muy oportunamente, Ferran Aisa nos cita en la librería “La Rosa de Foc”, en la calle Joaquín Costa; una de esas calles del Raval que aún son un gozo para los sentidos: populosa, desordenada, casi se diría que hasta los turistas pierden su condición paseando por Joaquín Costa, la cual cosa se agradece. Y por si fuera poco, esta vía urbana cuenta con “La Rosa de Foc”, una librería fantástica y altamente aconsejable para todas aquellas personas interesadas en la disidencia del pensamiento hegemónico. Cuando pregunto si, tras el fallecimiento del historiador Josep Termes, podemos considerarle como su sucesor, a Aisa parece que le pueda la modestia, aunque acaba reconociendo que: “Para mí no es ningún deshonor. La temática es muy parecida: hemos estudiado el movimiento obrero, el catalanismo popular…”. Ferran Aisa se encuentra preparando su próximo libro, que aparecerá en este mes de octubre: “Barcelona balla”, un libro ilustrado con gran cantidad de fotografías, que recogerá la música y el baile de Barcelona a lo largo de dos siglos.
Su obra realiza un recorrido temático por Joan Salvat-Papasseit, la contrarrevolución de 1937, la cultura anarquista en Catalunya, el Raval; sin olvidar su poesía… ¿Nos podría decir cuál es el denominador común?
Hay dos: uno es Barcelona y el otro la cultura popular, en especial la procedente del movimiento obrero de tipo libertario.
¿Por qué razón el movimiento libertario arraigó con tanto éxito en Catalunya?
Tiene que ver con todo el movimiento asociativo que apareció a partir de la Revolución Industrial, en el siglo XIX, y las organizaciones que llevaron a cabo los trabajadores. No sólo a nivel de defensa laboral, sino también culturales, al crear todo tipo de organismos, como por ejemplo los ateneos y los orfeones. Y a partir de aquí, teatro, literatura… Todo un movimiento asociativo protagonizado por los obreros. Podríamos decir que era la cultura obrera de tipo catalanista, como decía el propio Josep Termes, que defendió esta raíz.
Parece que sólo ha sido catalanista la burguesía, cuando aquí las raíces están en Clavé, en Valentí Almirall, y más recientemente, a principios del siglo XX, en Felip Cortiella, que era un anarquista y hombre de teatro, que tradujo Ibsen al catalán, y escribió poemas y obras que realmente tenían un significado libertario, pero que estaban hechas y pensadas en catalán. Todo esto ha quedado ahora un poco diluido. Aun así, marca el talante de un trabajo hecho a lo largo de una serie de años, que fue germinando en la fuerza del movimiento libertario.
La burguesía no es que no explique la Historia: la secuestra y se la hace suya. Sobre todo, el poder. Y así, los que estamos ‘debajo’, lo tenemos que rehacer. Esto fue lo que hizo el movimiento cultural anarquista, y todavía queda algo; si no quedara nada, ya estaríamos vencidos. Puede ser que actualmente se encuentre sepultado, pero existe. La tradición la tiene, y siempre que sale, lo hace por este lado más libertario. Quizás en Madrid la salida sea por un lado más político; aquí siempre es con este talante más ácrata.
¿Qué destacaría como aspecto positivo del movimiento libertario?
La pedagogía. La idea de crear escuelas. Era una cosa que venía del siglo XIX, con la Internacional, que decía que el movimiento obrero tenía que crear escuelas, cooperativas, ateneos, etcétera. A principios de siglo, aparte de la escuela Moderna, habrán escuelas racionalistas. E incluso, dentro de la escuela normal, habrán escuelas privadas que cogerán mucho de este espíritu, desde la escuela horaciana, la escuela Mont d’Or, la escuela Vallparadís… Son escuelas con unos maestros que, sin ser anarquistas, mantienen estas ideas. Son escuelas con un espíritu emancipador, con la voluntad de crear conciencias libres dentro de la sociedad en que se vive. Esto mantiene mucho en común con Ferrer i Guàrdia, las escuelas del siglo XIX o las escuelas laicas que existieron en paralelo a este movimiento.
¿Y el aspecto negativo del anarquismo?
No sabría decirte cuál es el aspecto negativo. Hay muchos aspectos negativos, pero ¿en qué sentido?
Por ejemplo, se asocia el anarquismo con el término ‘utópico’, como irrealizable… ¿Considera que es así?
El anarquismo es un comportamiento, una filosofía. Yo entiendo el anarquismo más como una filosofía ética, que no un pensamiento que se tenga que aplicar. Se entran en muchas contradicciones con la sociedad y con el propio ser humano. Tal vez, como decía Malatesta, “cuando todo el mundo sea anarquista, llegará el anarquismo”. Es muy difícil imponer el anarquismo, porque primero se tiene que ser anarquista. Es un trabajo muy largo y de conciencia individual de las personas.
Los mismos anarquistas -una vez tuvieron suficiente fuerza- eran contrarios a llamarse utópicos, porque consideraban que la utopía era algo irrealizable. A un nivel kropotniano, ellos queríancolectivizar las tierras, las fábricas, los servicios… Y esto ya no sería una utopía, sino una realidad. El único asunto consistiría en prescindir del capital y que la gente se organice, se federe y puedan hacer funcionar una sociedad, no como hace el capitalismo con grandes concentraciones, sino a un nivel en que las ciudades y pueblos fueran más pequeños para que la gente pudiera vivir.
A propósito, ¿considera que el 15-M es utópico?
Estamos analizando el 15-M con una perspectiva demasiado corta, históricamente es muy difícil. Piensa que ahora se está analizando, sobre todo, de 1939 hacia atrás. La parte más reciente, aunque hay algunos trabajos de análisis, no deja de ser demasiado cercana. La perspectiva tiene que ser más amplia.
Es demasiado pronto no tan sólo para valorarlo, sino para que tenga más fuerza y pueda realizar un salto cualitativo. Ahora el 15-M tiene la razón, pero le falta aquel punto en que la gente deje de influenciarse por las televisiones. Es lo que hizo el anarquismo: de acuerdo que no había televisiones, pero habían otras cosas, como por ejemplo la Iglesia. La Iglesia tenía mucho poder en aquellos momentos y romper con este poder fue realmente importante.
Además, considero que el 15-M es una cosa muy diversa y tiene muchos aspectos: cada ciudad y cada pueblo es diferente; los barrios también. El 15-M es una palabra que no está estructurada. Es un movimiento pero la estructuración no existe.
Ahora quién tiene el poder es la televisión y el Barça…
La organización que ha recogido en Barcelona el espíritu de la CNT ha sido el Barça. ¿Por qué? La CNT era quien aglutinaba a la gente en la década de los 30. A la CNT no le hacía falta ni televisión, ponía un anuncio en la “Soli” y aparecían 200.000 personas en la calle. El 19 de julio, una vez ganamos, y salieron los coches a la calle, iban tocando con el claxón aquello de: “pi-pipipí-pipipí”, que quiere decir “CNT, CNT, FAI”. Y ahora, cuando gana el Barça, hacen lo mismo. Ya me lo explicaba mi padre: “Esto ya lo hacían en el 36”. Las banderas, en lugar de azulgranas, eran negras y rojas. Y el himno no era el “Tot el camp és un clam…”, sino “A las barricadas”. Todo esto ya lo analizó otro ravalenc, como fue Vázquez Montalbán, cuando afirmaba que el Barça era una clase de almogávares.
Durante la guerra civil se realizaron muchas conferencias hablando del deporte: existía el Comité Català d’Esport Popular, que hacía conferencias donde se hablaba de fútbol. Y participaba el delegado del Barça, porque entonces estaba más o menos colectivizado. Allí se defendía que el fútbol tenía que ser amateur, que los futbolistas profesionales debían cobrar un sueldo como un trabajador técnico y que las entradas a los campos tenían que ser mucho más económicas, de donde se obtendría para pagar los sueldos de los futbolistas. Y el resto de recaudación, serviría para pagar el deporte popular.
Se tendría que volver a plantear este debate: no puede ser que el fútbol siga en esta órbita de tantos millones… Es algo que tiene que desaparecer.
¿Consideras que el 15-M en Barcelona tiene una vertiente ácrata?
¡Y tanto! Quizás también en Madrid, no digo que no. La parte del asamblearismo, el apoyo mutuo, toda esta solidaridad hacia otros colectivos… Es completamente libertario. Lo que ocurre, en mi opinión, es que este movimiento tiene sólo tres salidas: una, es convertirse en un partido político: “estamos dentro de este marco y ahí luchamos, a ver qué pasa”; la otra, es potenciar los barrios, convirtiéndose no en una entidad vecinal, sino por encima de estas entidades vecinales, una organización integral de los barrios. Y la tercera salida, que el 15-M tenga unos objetivos revolucionarios y que marque un camino: “Nosotros no queremos este sistema, queremos este otro, y para lograrlo lo haremos de este modo y de este otro”. De manera pacífica, yo no digo que tengan que… Esto lo cogerán los contrarios, ¿verdad? Los contrarios siempre cogerán las armas para aplastarnos, para aplastar cualquier movimiento que se oponga a ellos.
Según lo veo, el problema no es sólo en la política, sino de la sociedad en que vivimos, de la necesidad de un cambio real, por lo que no pienso que tuviera que surgir un partido político. Un partido político lo primero que hará será canalizarse por los caminos que sigue esta democracia secuestrada, y luego ya no podrán hacer nada. La sociedad del bienestar es para una minoría, dentro a la vez de una minoría dentro de una minoría del mundo. Este tipo desociedad no es la del bienestar: es la sociedad del espectáculo, por un lado (que ya decían los situacionistas); y por otro, es una sociedad totalmente secuestrada por la burguesía y que hace lo que le viene en gana. La democracia, hoy en día, no es una democracia libre. Está totalmente ligada al capital, y los gobiernos son títeres de los que mandan realmente, que son los mercados. Y los medios de comunicación, igual: hay unos que mandan y se ha acabado.
Y el factor del movimiento obrero en el 15-M, ¿donde piensa que queda?
Considero que el 15-M se encuentra por encima del movimiento obrero. Hoy en día mucha gente ni se considera obrera, no sabe ni qué quiere decir ‘obrero’. Se les ha vendido la moto de que tienen una hipoteca y que tienen de todo, y hasta hace poco parecía que en este país todo el mundo fuera capitalista. En el 15-M hay estudiantes, profesionales liberales, autónomos, que no son directamente obreros. Claro que también están explotados, pero no hay aquella reivindicación obrera del sindicato del siglo XX. Por ello creo que el 15-M es un movimiento más amplio.
Pienso que también tiene que ver con la tendencia de los años 70 de hablar de ‘sindicalismo integral’. -que defendían los ‘apaches’, como Luis Andreu Edo-, frente al sindicato obrero. La idea del movimiento integral abrazaba mucho más que las luchas obreras: el feminismo, la homosexualidad, la ecología, la contracultura, etc. Todo esto sobrepasaba el movimiento obrero.
En este sentido, el 15-M liga más con el sindicalismo integral, que no con una ortodoxia sindical al estilo de CC.OO o la CNT. El 15-M se entronca mucho con una cosa que se perdió durante la Transición, aquél movimiento integral de carácter revolucionario que venía de mayo del 68, en lugar de este sindicalismo obrero de los últimos años. No estoy diciendo que, yendo más atrás en el tiempo, no encontráramos un movimiento anarcosindicalista revolucionario…
Mencionabas hace un momento que el 15-M podía recuperar para los barrios el crédito que las AA.VV. parecían haber perdido en los últimos años, volviendo poco a poco a la dinámica de las AA.VV. más ‘cañeras’ de la Transición…
Dinámica que fue rota precisamente por el movimiento político. En un momento determinado, se desmovilizó todo. Cuando se produjo la estabilización del sistema democrático burgués, se fue arrinconando el asociacionismo, el sindicalismo, el movimiento más contracultural, y al final, no quedó nada. La gente de las mismas AA.VV. fueron captadas por los ayuntamientos y los partidos políticos (el PSUC, el PSC y de todas partes). Yo había estado en la asociación de vecinos del Raval, y en aquella época ya era controlada por gente de diferentes partidos. Por ejemplo, el presidente era del Partido del Trabajo (PT), y fue a parar al PSC. Todos se fueron colocando y los que íbamos de libres, fuimos quiénes quedamos colgados. A veces, charlando con algún compañero, bromeamos: “Si en lugar de entrar en la CNT, hubiéramos entrado en un partido político, ahora estaríamos colocados”.
La coyuntura entre el surgimiento del 15-M y el hartazgo hacia los sindicatos mayoritarios como UGT y CC.OO., ¿no puede beneficiar a sindicatos como la CNT o la CGT para situarse en primera línea?
Los sindicatos están todos desacreditados, e incluiría también a la CNT y a la CGT. Por diferentes razones: unos, porque se han vendido, y los otros, porque la gente que tiene memoria ha visto muchas peleas internas. A parte, no sé si existiendo un movimiento como el 15-M haría falta un sindicato… Yo no lo vería. No vería un movimiento anarcosindicalista, cuando en la calle hay un movimiento fuerte de gente reclamando casi lo mismo. Y además, aglutina a mucha gente sin necesidad de siglas.
Pienso que el gran error del movimiento libertario ha sido no darse cuenta de lo que hicieron las organizaciones anarquistas en los siglos XIX y XX: cuando una de ellas retrocedía o era reprimida, ellas mismas se reconstituían. Y el hecho de convertir a la CNT en unas siglas que no se pueden tocar situadas en un altar, pienso que es completamente anti-anarquista. El anarquismo siempre ha ido creando, de cero, organizaciones que sirven en aquel momento determinado. Una organización no tendría que ser nunca una cosa anquilosada, porque, en caso contrario, el anarquismo queda anquilosado. El anarquismo tiene que estar por encima. Y considero que el 15-M es mucho más anarquista en este sentido y si continúa por este camino: de solidaridad, acción directa, apoyo mutuo, asambleario… Todo esto es anarquismo. No les hace falta la etiqueta, porque ya lo están haciendo. Es una organización sin bandera. Hay un libro, publicado por la Tusquets, de Carlos Semprún Maura que se llama: “Ni dios, ni amo, ni CNT”.
Precisamente, el consejero de Interior, Felip Puig, en una entrevista a El País publicada en febrero de este año, declaraba que los dos retos para la seguridad en Cataluña eran, por un lado, el islamismo radical y, por la otra, un neoanarquismo revolucionario.
Esto me recuerda mucho a lo que dijo Martín Villa en los años 70. Martín Villa dijo que lo que más le preocupaba, no era la ETA, sino los jóvenes libertarios de Barcelona. Y a partir de aquí vino el ‘caso Scala‘, y toda la manipulación posterior que hubo para acabar con el movimiento anarquista.
Entonces, ¿piensa que el conseller sobredimensionaba el papel actual del anarquismo?
Si este anarquismo existe, yo no lo veo tan peligroso. No es un anarquismo nihilista como fue a finales del siglo XIX, que se dedicaba a hacer estallar bombas. En cambio, lo encuentro mucho más radical a la hora de enfrentarse a los poderes del capital, de la burguesía, del estado y de la policía. Pero yo no veo que vayan poniendo bombas. Incluso, cuando sucedieron los hechos del Parlament, que dijeron: “Han pasado la línea roja”, en realidad fueron unos empujones y poco más… Si tú miras qué ha pasado en otros lugares, se ha producido mucha más violencia, a menudo respondiendo a una violencia estatal. Aquí no encontramos eso: alguna vez quemaron un coche, pero nunca se sabe quién puede estar detrás de eso… Y ahora en Berlín he visto que están quemando coches cada día.
Aquí cuando una papelera arde representa que es el fin de la civilización…
Sí, sí, porque disponen de estos medios de comunicación, y les es fácil crear este aspecto de que “esta gente son terroristas”. Pero vaya, siempre lo han dicho del anarquismo. Siempre que el capital considera de alguien que es un peligro real, lo que hace es defenderse directamente atacándolo, impidiendo que pueda crecer. Es lo que significó el proceso de Montjuïc a finales del siglo XIX. ¿Qué fue el proceso de Montjuïc? Hubo el atentado de corpus que no se supo nunca quién fue, pero sirvió para reprimir todo el movimiento. No solamente aquél que era de acción directa, sino también el movimiento cultural, las cooperativas, los sindicatos, las editoriales, las escuelas, etc. Cerraron a todo el mundo. Pero se volvió a rehacer.
Antes hacías mención de los medios de comunicación: es evidente que cada vez son más necesarios medios de comunicación populares, alejados de los grupos empresariales que dominan las grandes cabeceras.
Si volvemos a hablar del anarquismo, su importancia fue la creación de una sociedad paralela. Existía el mundo capitalista, la gente estaba involucrada en él porque trabajaba en la fábrica, pero dentro de la fábrica se creó el sindicato. El sindicato ya era una fuerza importante de solidaridad obrera. Y por otra parte, fuera de la fábrica, se crearon cooperativas en los barrios; es muy importante la tarea en los barrios (y en los pueblos). En cada barrio había una cooperativa, un centro cultural o un ateneo, una escuela, revistas, etcétera. Era una ciudad paralela. Tiendas donde se podía comprar más barato, ateneos con bibliotecas y donde discutir, hacerteatro, excursiones,… Era un lugar donde socializar, en lugar de estar encerrado en casa.
En aquellos tiempos, la gente vivía y trabajaba en el mismo barrio. El capitalismo también ha puesto empeño en esto: crear polígonos industriales y urbanizaciones, y que la gente viva en una punta y trabaje en la otra. Este crecimiento es imposible en este planeta. Si todo el mundo en este planeta siguiera este sistema capitalista, necesitaríamos tres planetas. Y sólo tenemos uno.
Pero el capitalismo tiene nombres y apellidos.
Siempre pueden variar, pero nunca deja de ser el capital. Es igual que aquello que decían del norte y del sur: en el norte está el poder; y en el sur, la pobreza. Esta idea es geográfica, pero no tan sólo física, sino también ideológica.
Para ir acabando, querría que nos hiciera mención del papel de los ‘maquis‘, como Facerías o Sabaté. Los más sinceros resistentes al régimen de Franco parecen haber caído en el olvido, y en según qué lugares de España, a día de hoy se les representa popularmente al estilo de monstruos que merendaban niños...
Forma parte de esta revisión de la historia, según la cual hay cosas que son políticamente correctas y otras no. Y dentro del contexto actual, parece que la historia de los ‘maquis‘ no es muy correcta, del mismo modo que sucede con el anarquismo, la CNT o el POUM. La historia siempre se ha hecho en base a la ideología de quien la puede hacer y, sobre todo, la universidad ha estado marcada por el marxismo. Todo lo que no era políticamente correcto se ha ido abandonando. La gente no estudiaba el anarquismo: si querías hacer una tesis sobre el anarquismo, nadie te la pagaba. Si querías hacer una tesis sobre el PSUC, entonces sí que había dinero. Para estudiar Marx, sí, pero Bakunin… Nada, no interesa.
Y la última: hace un tiempo, tuve la ocasión de entrevistar al profesor Xavier Díez, quien, para referirse a la Transición española, usa la expresión -que pienso que merece hacer fortuna- “Segunda Restauración borbónica”. ¿Qué le parece?
Fue una Restauración borbónica, sí, tiene razón. He hablado muchas veces yo también de ello, porque esta restauración cada vez está más clara: dos partidos, liberal y conservador, y en medio un Borbón.