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El exconseller Ernest Maragall (Barcelona, 1943) es el presidente de Nova Esquerra Catalana (NECat), formación de centroizquierda surgida el pasado diciembre con vocación de tejer e impulsar una gran fuerza progresista que plante cara a la derecha hegemónica en Catalunya. El veterano político, que abandonó el PSC tras más de treinta años de militancia por discrepancias con la dirección, ocupará el número dos en la lista para las europeas tras el acuerdo entre su partido y ERC. Maragall defiende este compromiso como el inicio de una colaboración a medio y largo plazo con el objetivo puesto en una izquierda catalanista con vocación mayoritaria y capacidad de gobierno.

 

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El Tribunal Constitucional ha considerado ilegal la declaración de soberanía aprobada por el Parlament que proclamaba al pueblo catalán como “sujeto político y jurídico soberano”. Pero deja abierta la puerta al “derecho a decidir”.

 

Este no es el derecho a decidir sobre el que venimos hablando. Es como si te dejan decidir entre Pepsi y Coca-Cola… Es decir, lo que el Estado español, antes de la llegada de la democracia, había reconocido de facto con el retorno del president de la Generalitat republicana, Josep Tarradellas, resulta que ahora se pierde. Hoy día, tenemos menos reconocimiento como sujeto político y como nación que antes de la Constitución. Es obvio que es un planteamiento fuera del tiempo y del espacio. Es, no sólo contradictorio con la historia reciente, sino también con la realidad de hoy día y con la voluntad de la ciudadanía de Catalunya. La decisión del Tribunal Constitucional es un episodio más de una manera de gestionar las aspiraciones políticas de Catalunya basada en el cierre sistemático de espacios, de puertas y ventanas, de vías de avance. Esta es la responsabilidad, y la opción elegida por las instituciones españolas.

 

¿No hay espacio entonces para el diálogo?

 

Todo lo que sea diálogo y debate, bienvenido sea, pero lo que no se puede pensar, ni tampoco esperar ni exigir desde el Estado español, es que este diálogo parta e implique una renuncia derivada de decisiones como la tomada por el TC. Desde nuestra condición de nación y sujeto político podemos hablar de todo, desde la negación de esta condición será muy difícil que el diálogo produzca resultados tangibles. Este diálogo no sirve si sólo se usa para negociar una nueva transferencia de competencias o algún tipo de reconocimiento, estamos en otro estadio. La ciudadanía, la sociedad catalana ha realizado un camino explicito en este sentido como consecuencia natural de una vía iniciada con la propuesta del nuevo estatuto. Un estatuto aprobado por el Parlament y considerablemente rebajado por el Congreso. Aún así, este recorte fue aceptado con una mezcla de resignación y contrariedad, pero incluso esto fue negado, deconstruido, por la sentencia del TC sobre el estatuto del 2010. En ese texto, en el preámbulo, Catalunya quedaba definida como nación. Ahora, parece que ni siquiera se acepta eso y se retrocede más allá de la primera propuesta del 2005.

 

¿Sin ese reconocimiento a la condición de nación no hay nada que hacer?

 

Esta condición no la debemos acordar ni esperar que nos la otorguen. Debemos ejercerla porque somos una nación y un sujeto político desde el punto de vista histórico, político, social, consciente. Debemos tratar como conseguir este reconocimiento por parte del Estado español.

 

No parecen muy interesados.

 

No, por eso se trata de añadir la verificación democrática planteada. Es la vía más natural.

 

¿La consulta del 9 de noviembre?

 

Sí, claro.

 

¿Piensa que la consulta debería incluir algo más que la elección entre independencia y quedarnos como estamos?

 

No podemos descartar una hipótesis, que sería razonable pero que no parece probable ahora mismo, y que es que el Estado formule una propuesta clara, explícita y fiable que permita la articulación de un diálogo sobre unas bases muy diferentes a las que mantiene actualmente. Es evidente que después del camino recorrido ya, el carácter de esa propuesta parece alejarse cada día más. Todo lo que no sea reconocimiento nacional y del derecho a decidir nuestro futuro no nos sirve, con un poder real de decisión sobre la casi totalidad de las materias y, naturalmente, con la disponibilidad de nuestros recursos económicos. Cualquier otra propuesta que venga delimitada por decisiones anteriores no será aceptable. La propuesta del Estado debe servir para crear una nueva transición y un nuevo pacto entre Catalunya y España. Si no se da esta propuesta, con un reconocimiento claro, ni tiene sentido ni hay expectativas de alcanzar acuerdos efectivos.

 

La primera hipótesis parece, de momento, improbable, ¿se agudizará el conflicto político e institucional?

 

Tenemos que actuar con la máxima serenidad y conciencia. Es importante que se siga demostrando cuál es la voluntad real de la sociedad catalana y que esta voluntad se exprese en libertad por todas las vías, pero también con el ejercicio de los mecanismos democráticos que tenemos a nuestro alcance. Nos encontramos, además, en un marco europeo, que es un marco de soberanía compartida, pero que también puede tener un impacto positivo en el desbloqueo de la situación, en la medida que esta verificación democrática se confirme y se pueda medir y comprobar en términos de voluntad real.

 

¿Qué ocurrirá si no se puede realizar la consulta del 9 de noviembre?

 

Pues que los ciudadanos de Catalunya deben demostrar su firmeza y su determinación y seguir avanzando por el camino de la democracia. Con unas elecciones, del carácter que sean, como primer término al alcance y que nadie puede negar. Esa idea tan extendida que dice que con impedir la consulta se arregla la situación está equivocada, es más bien al contrario. El derecho a la expresión democrática debe ir por delante de cualquier legislación. Cuando se dice que la Constitución impide que se pueda hacer una consulta se cae en una tautología absoluta. Es decir que lo que no puede ser, no puede ser y además, es imposible. Primero la democracia y después las leyes. Es obvio que aquí hay una clara voluntad de cambiar las reglas, incluyendo la propia Constitución, por esto mismo hablamos de una segunda Transición a nivel político y democrático, en cuanto al sistema de partidos, etc. Este cambio sobre todo debe ser en el plano económico y nacional, o bien hay un pacto de Estado, que no parece la opción más probable, o bien se mantiene abierta la posibilidad de que Catalunya se constituya en estado, que es la que cuenta actualmente con mayor apoyo.

 

¿Se toman en serio los avisos y amenazas sobre una posible secesión que llegan desde la Unión Europea?

 

Las amenazas vienen más bien del Estado Español. La UE mantiene cierta prudencia al respecto. No se puede pedir que se posicione contra un estado miembro, pero tampoco se han rechazado de pleno las aspiraciones catalanas, ni mucho menos. En la UE hay una gran pluralidad de opiniones. Con el caso de Catalunya, y también con el de Escocia, lo que se discute es que tipo de Europa se está construyendo, que papel interpretarán los estados, las instituciones, los pueblos y naciones. Es un impulso más para el cambio, para la renovación de Europa. Esto es lo que debemos hacer bien, debemos demostrar que somos interesantes para la UE, que podemos añadir algo bueno para el conjunto.

 

¿Y las demandas de inhabilitar a Mas o suspender la autonomía?

 

Ni sé mucho, ni me interesa demasiado. Intentarán impedir la consulta pero lo que no puede inhabilitar el señor Rajoy es al pueblo de Catalunya.

 

¿La presencia en el Parlamento Europeo, en las instituciones de la UE, es necesaria para el futuro de Catalunya?

 

Sí, es absolutamente necesaria. En el período que ahora viene, la función no sólo del Parlamento sino del resto de instituciones europeas, será muy importante. No se trata sólo de reivindicar, se trata de explicar y plantear propuestas, de demostrar que desde Catalunya somos capaces de aportar iniciativas interesantes y novedosas para Europa. No sólo es lo que podemos esperar, sino lo que podemos ofrecer a Europa.

 

¿Este es el sentido de la colaboración entre Nova Esquerra Catalana y Esquerra para las elecciones europeas?

 

Es uno de los sentidos, además tenemos la convicción que en el proceso de construcción de la Catalunya-Estado, sea por una u otra vía, con acuerdo final con el Estado o sin él, con la independencia como salida más plausible en estos momentos, lo que es imprescindible es una alternativa progresista, capaz de gobernar, de aspirar a la mayoría. La constitución de esta alternativa demanda el esfuerzo y la generosidad política de muchos para irnos acercando. El acuerdo con ERC es sólo para las europeas, es un avance en este camino, pero pide otros. Muy especialmente que el espacio del socialismo democrático catalanista esté, ahora mismo presente a través nuestro, pero no deja de ser una presencia si se quiere parcial, definir esta referencia, que vaya creciendo en otras direcciones, hacia las otras izquierdas, hacia ICV, y ver hasta dónde somos capaces de llegar. En todo caso, es obvio que, a diferencia de tiempos pasados, no se trata sólo de sumar siglas para obtener una mayoría aritmética en el Parlament, sino de construir un proyecto político de la máxima ambición, capaz por su propia fortaleza, de llegar a acuerdos y de actuar, si así se requiere, unitariamente con el centro y el centro-derecha de este país.

 

La creación de una alternativa de este tipo parece la idea recurrente de la izquierda en Catalunya.

 

Seríamos muy malos e incompetentes si, partiendo de planteamientos y con objetivos, muchas veces similares, no fuésemos capaces de plasmarlo en acuerdos y decisiones.

 

¿Esa alternativa es posible sin el PSC?

 

Es obvio que no. Ahora mismo ya está, de forma parcial y modesta, pero es evidente que debemos ofrecer respuestas a centenares de miles de ciudadanos que hasta ahora han apoyado este espacio. En 1999, el PSC alcanzó más de 1.100.000 votos, ahora es menos de la mitad. Ese espacio está falto de referencias claras y comprensibles para estos votantes que ahora se refugian en otras expresiones políticas o simplemente se quedan en casa esperando. El país necesita que no esperemos más y que esta referencia de socialismo catalanista aparezca de forma nítida, con fuerza y con la máxima potencia. Y además implicada en esta alternativa mayoritaria de carácter progresista con Esquerra e Iniciativa.

 

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¿Se está privilegiando el eje nacional sobre el social en las izquierdas catalanas?

 

A mí esta discusión me parece… siempre se plantea inevitablemente en estos términos. Cuando hablamos de construir una Catalunya-Estado, sólo lo haremos si disponemos de una alternativa inequívocamente de izquierdas, progresista, asociada a derechos básicos, a la igualdad, a la justicia, a la libertad. Si todo este proceso que pasa por la consulta, conduce a un proceso constituyente, con fuerzas de otro signo político, debemos ser una alternativa consistente y muy fuerte.  Existe también otro factor que es que no podemos condicionar la recuperación económica y la mejora de las condiciones de vida de la ciudadanía de Catalunya a un eventual resultado u otro del proceso nacional. Es ahora cuando debemos trabajar en la creación de esa alternativa capaz de proponer y ofrecer, y no sólo de denunciar y protestar. Es en estos momentos, cuando los ciudadanos deben ver que, desde la izquierda, hay una alternativa y por eso es necesario el socialismo democrático. Reclamo al PSC que responda con coherencia a este escenario pero sobre todo a lo que los ciudadanos esperan del PSC. Es urgente, tanto en el aspecto social como, sobre todo, en el económico. Necesitamos respuestas.

 

Esas respuestas parece que no acaban de llegar.

 

Porque no nos ponemos, estamos entretenidos en el reparto de espacios, de parcelas institucionales. Para mí, es más fácil decirlo porque estoy fuera de cualquier responsabilidad pública y represento a un partido joven. Estas respuestas son importantes explicarlas, y donde esto quedará más claro será en las municipales del próximo año. Para esa campaña, se estará obligado a hablar de la realidad concreta de un pueblo, de los barrios, de una ciudad. Este debate nos ayudará a salir de cuestiones más ideológicas o procedentes de patriotismos orgánicos que, en estos momentos, se deberían ir desterrando. La propuesta de NECat es construir candidaturas de progreso en los municipios, en todas las ciudades, comenzando por Barcelona.

 

¿Esa propuesta sigue su idea sobre la desaparición a medio plazo de su partido si tiene éxito la creación de esa alternativa de izquierdas?

 

Si todo este proceso se verifica, se acaba produciendo, lo más natural es que tan pronto ocurra nos acabemos disolviendo en el seno de una organización más amplia, o directamente en un partido que sea capaz de expresar esta mayoría progresista y de izquierdas. En otro momento, se propuso el concepto de un Partit Català d’Europa, ligado a un Partido Demócrata Europeo, esta quizás es la dirección a tomar. Una gran fuerza de las izquierdas catalanas, plural, y con un proyecto político compartido.

 

Es un resultado que conduce al bipartidismo.

 

La solución para cualquier país es que se dispongan de alternativas reales.

 

¿No las hay?

 

Pienso que no. Las mayores expectativas de una fuerza de izquierdas las tiene ahora mismo ERC a la que las encuestas dan entre 35 y 40 diputados en el Parlament. Debemos aspirar a tener 60 para que la izquierda sea la fuerza central de este proceso. El acuerdo con Esquerra para concurrir a las europeas es un punto de partida para esa gran formación nacional de izquierdas, tan transversal como sea posible. Sería absurdo pensar que con estas dos formaciones ya está el trabajo hecho y no debemos ir más allá.

 

¿Configurar una especie de CiU en la izquierda?

 

Es una imagen que se puede dar, sí. El Partit Demòcrata podría ser algo así. En estos momentos, en la derecha hay una fuerza inequívocamente catalanista, ella misma una coalición, y también otras fuerzas, entre las que destaca Ciutadans, que expresan una realidad y una parte de este país. El proceso nacional puede que esté rompiendo esa gran fuerza de la derecha. En cambio, en la izquierda nos encontramos en un proceso de agregación, algo que me parece muy interesante en estos momentos.

¿La falta de una alternativa clara tiene que ver con personalismos, con el apego a los cargos?

 

En algunos casos, puede ser que sí. En el caso del PSC, la postura de la dirección es respetable y legítima, pero claramente contraria a esta propuesta de Catalunya como estado. De todas formas, creo que la dirección ahora mismo tiene una representación minoritaria. Será una más de las izquierdas presentes y puede que si administramos correctamente el proceso nacional todavía tendrá menos sentido.

 

Un importante factor de desafección política es la corrupción.

 

La calidad democrática del sistema de partidos es un resultado no deseado pero que se deriva de las decisiones tomadas con el inicio de la democracia en este país hace 35 años. Decisiones acertadas y coherentes en aquel momento. Parecía necesario crear los espacios, las condiciones para grandes fuerzas políticas que proporcionasen estabilidad. La incapacidad de introducir cambios ha esclerotizado el sistema y ha sacado a flote sus peores características. Ahora, el proceso de hacer de Catalunya un estado y la urgencia por afrontar la situación económica y social implica una tercera dimensión: la exigencia de renovación política y del concepto de calidad democrática. La corrupción no es sólo un cáncer político, sino también económico. Una gran parte de los problemas económicos están relacionados con los pecados cometidos tanto por la sociedad como por los partidos políticos. La corrupción crea unos comportamientos que destruye la cultura democrática y acostumbra, desgraciadamente, a la ciudadanía a las peores características de la actividad política. Pienso que es urgente que la reconstrucción de la política incluya, de forma explícita y como elemento central, una nueva consideración de las reglas del juego, de la cultura democrática. Un nuevo sistema en las antípodas de la actual coyuntura de corrupción generalizada. Es una tarea que nos corresponde a todos y debemos llevarlo a cabo como protagonistas negativos de esta historia, debemos admitir la crítica correspondiente.

 

La indignación social es grande, pero los partidos políticos no se acaban de poner de acuerdo para ese cambio de comportamiento y perseguir la corrupción.

 

Sí, pero esa crítica debe servir para tomar decisiones. No podemos hacer ver que no ha pasado nada y querer comenzar de nuevo de cero. Se deben rendir cuentas. Por esto también creo que sólo desde la generosidad y con la confluencia de esas izquierdas estaremos en condiciones de acometer estos cambios. Quiero ser cuidadoso, pero uno de los elementos que ha abonado la corrupción es la debilidad de las izquierdas políticas. Han acabado tan débiles, que han acabado siendo cómplices de ese sistema que denuncian, han acabado inevitablemente contagiadas por la corrupción. Sólo desde la conciencia que esto ha sido así, se puede recuperar el músculo, la fortaleza y la determinación para cambiar esto. Otros países han sido más responsables en crear frenos y en sus actitudes, en cambio, aquí, la corrupción se percibe como inevitable, como si fuese un componente natural de la sociedad. Pues no. Ni es natural, ni inevitable, ni debe aceptarse como un rasgo que nos defina, como podría parecer a cualquier observador de fuera. Para solucionar este problema se deber ir a fondo a las causas.

 

Parte del discurso habitual de los partidos parece estar ahora en la voz de los movimientos sociales.

 

Incorporar a los movimientos sociales es algo que deberíamos intentar. No se debe buscar competir con ellos, ni mucho menos infravalorarlos. Desde los partidos debe reconocerse el rol protagonista que han adquirido, ser conscientes de eso y de que lo han alcanzado, en parte, llenando unos espacios de lucha abandonados por los partidos o que, quizás estos no han sido capaces de representar. Por lo tanto, deben reconstruirse esos lazos con la sociedad más activa e implicada. Recuperar conceptos compartidos como el trabajo concreto, que la democracia es representación. Es un aviso de que debemos volver a mecanismos de relación con la ciudadanía, con la sociedad, que vayan mucho más allá de una relación cada cuatro años.

 

Sin embargo, cuando esa lucha llega a las instituciones, caso del debate sobre la pobreza en el Parlament de Catalunya o las demandas de una renta básica ciudadana, no se alcanzan resultados y se minimiza el alcances de las propuestas.

 

En estos casos, cada elemento es discutible, cada proyecto de ley, el presupuesto, etc. La cuestión en estos casos es cuál es el margen real de actuación de la Generalitat. Y cuál es la mejor política que se puede hacer. A mí no me gustan el resultado de las decisiones que se están tomando en el ámbito social, pero mientras no tengamos una definición clara y alternativa de cómo actuar de manera diferente con los recursos actualmente disponibles o con la obtención de otros recursos… eso tampoco lo he visto. Sólo he escuchado formulaciones teóricas y retóricas. Es uno de los trabajos pendientes de la izquierda, cuál es el punto de partida, no soñar tiempos pasados ni mundos futuros sino empezar a construir desde lo que somos y desde donde estamos. Esto implica también un cambio de rol sobre lo que debe y se puede hacer desde la sociedad. La mejor respuesta en la cuestión de la pobreza es crear ocupación, es evidente que se debe luchar contra sus causas y consecuencias, pero sólo eso no es suficiente.

 

Desde el gobierno central se responde invariablemente “no” a cualquier iniciativa lanzada desde Catalunya, al revés también ocurre.

 

Es cierto, pero también dentro de Catalunya debemos discutir y ponernos de acuerdo. Hay razones para llevar a cabo una actuación unitaria, para que la izquierda llegue a acuerdos puntuales con la derecha inteligente en el terreno económico y social. No solamente en cuanto al presupuesto, sino también en relación a que los recursos disponibles sean destinados a crear objetivos compartidos de creación de riqueza y de una mejor redistribución de ésta. Aquí hay una responsabilidad colectiva, no sólo de la derecha que gobierna, sino también de una izquierda que no se puede limitar a un papel testimonial de denuncia. Nuestro trabajo es crear las condiciones reales para una mejora de la situación general. Otros países lo han hecho ya y no únicamente desde acuerdos políticos, sino nacionales.

 

¿Falta un nuevo pacto de la Moncloa?

 

No quiero una foto, se debe bajar a la realidad concreta. El papel de la política pasa ahora mismo por crear escenarios y generar confianza. Por eso mismo, pensamos que son tan importantes las próximas municipales, porque nos ofrecen la oportunidad de abordar soluciones a problemas concretos desde el nivel local, es cierto que con menos recursos, pero con más complicidades y con más fuerza colectiva. Muchas veces digo que debemos comenzar a salir de nuestras casillas, dejar un poco de lado las respectivas ideologías y acercarnos a la realidad. Trabajar sin ser prisioneros de ideologías, de apriorismos.

 

El neoliberalismo también habla de dejar la ideología y centrarse en la gestión.

 

No estoy diciendo esto. Pienso que no deben ser un factor previo que imposibilite el acercarnos a las realidades cotidianas. Naturalmente las posiciones ideológicas están ahí.

 

¿Es ser más permeable?

 

Sí, es evidente que deben existir diferentes opciones ideológicas a la hora de acercarse a las situaciones. La historia de Europa lo que nos enseña, sobre todo en los últimos 30 años, es que el material programático que antes servía ya está desmantelado, superado o desbordado por las fuerzas económicas que no han esperado a ningún debate ni acuerdo político. Frente a esta realidad, urge una reacción.

 

¿La respuesta debería ser europea?

 

Por esto mismo las elecciones europeas son más importantes de lo que se cree. Tenemos una oportunidad de poner sobre la mesa esta cuestión, el reequilibrio entre el poder democrático y la representación de la ciudadanía y el poder económico y su tendencia natural a controlar, condicionar y dominar cualquier espacio. Es un momento para frenar, por ejemplo, ese escándalo que es que las grandes empresas apenas paguen impuestos por su capacidad técnica y jurídica para mover sus recursos.

 

Usted estuvo en el Govern de la Generalitat, ¿tenían capacidad para cambiar la legislación y hacerles tributar más?

 

No. Esta es una de las cosas que debemos solucionar, como mínimo a nivel europeo. Y también comenzar a actuar, de manera evidente y efectiva, contra los paraísos fiscales. Creo que debemos afrontar un buen número de cambios, en cuanto a comportamiento, cultura económica, creación de riqueza, etc. Favorecer la economía social, a las pymes, el cooperativismo, a los nuevos emprendedores, muy dispuestos a compartir elementos básicos de su actividad. Todo esto puede ser un contrapoder efectivo o, en todo caso, significar una disminución de la dependencia de estos grandes poderes financieros. Esta próxima semana, por ejemplo, y junto a Eurocat, hablaremos de un fenómeno muy interesante que se está desarrollando en Europa, las monedas complementarias o alternativas. Un mecanismo de dinero sin interés, digital, con control social de crédito, sin asociación a movimientos especulativos. Creo que iniciativas como esta, abren una gran oportunidad en la defensa de la sociedad, es un gran instrumento para conseguir una mayor igualdad en los intercambios y en un mercado real. En realidad, se trata de recuperar espacios de la dominación del sistema financiero, de las grandes corporaciones mundiales. Es sólo un ejemplo, pero no podemos resignarnos a que los grandes poderes se pongan de acuerdo. Ahora se están planteando una tasa sobre las transacciones financieras…

 

Por último y como exconseller de Educación, la Generalitat permitirá a los directores de escuela elegir parte de la plantilla, ¿qué opina de una reforma de este tipo?

 

Es fortalecer la escuela pública, aunque se diga lo contrario. Es definir un proyecto propio, un carácter, homogéneo, con calidad contrastable, con el acuerdo de las familias. Pienso que proporcionará más coherencia a los equipos docentes. Y no significa echar a nadie. Es procurar instrumentos a los directores para fortalecer las plantillas, es algo que funciona bien en Finlandia, Países Bajos, etc. El sistema habitual de cubrir plazas por antigüedad y puntos tiene sentido para administrativos, pero no para la actividad docente.

 

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