Entrevisté a la artista y activista Natalia Rizzo. Sus obras cruzan tópicos como el feminismo y la ecología, ligados a cuestionamientos críticos sobre la explotación en el capitalismo. Es parte del colectivo de arte y política Contraimagen. Natalia, nacida en 1980, es maestranda en Artes Electrónicas en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Buenos Aires). Ha trabajado en el Centro Cultural San Martín en la elaboración de ciclos de arte y tecnologías junto a Graciela Taquini. Actualmente se encuentra trabajando en el área de comunicación y curaduría del ex Centro Clandestino de Detención “Olimpo”. Sus prácticas artísticas están centradas en problematizar la alienación que atraviesan las formas sencillas de la vida cotidiana. Su última serie de trabajos, presentados bajo el nombre de Bicha, denuncia las decisiones que toman los seres humanos ante la naturaleza y los animales, desde conceptos que cuestionan el antropocentrismo y nos introducen en un mundo de cuerpos multiespecie.

En la entrevista dialogamos sobre sus comienzos como artista y escultora, acerca de la significación del arte, de su obra Bicha, del contexto actual en Argentina con la llegada del ultraderechista Javier Milei y sobre su relación con México, en especial, con la celebración del Día de los Muertos.

Leandro A. Cuellar (LAC): ¿Cuándo comenzó la idea de querer ser una artista?

Natalia Rizzo (NR): Creo que fue un devenir de sucesos consecutivos desde mi infancia hasta el momento en que me sentí “artista” en la adolescencia o juventud. Una de las cosas que más me marcó fue ir desde los cuatro años al taller de cerámica y escultura que dictaba mi tío José. Mi abuela me pasaba a buscar por la casa de mi otra abuela y me llevaba en colectivo y tren desde el barrio de Villa Luro hasta el de Parque Chas, dos barrios alejados entre sí en la ciudad de Buenos Aires; era toda una travesía.

Pero casi sin dudarlo, puedo decirte que lo que más me llevó hacia el camino del arte fue el aburrimiento. Aburrirme de lo monótono, de lo que no es pero podría ser. De chica me impacientaban los que eran conocidos como “juegos de niñas”. A mí me gustaba jugar a la pelota, trepar árboles, plantar plantas, juntar semillas, meterme en casas abandonadas, prender fuego, hacer cosas fuera de la rutina que deparaba la cotidianeidad y estructura de la escuela, y al mismo tiempo jugar a cosas diferentes cada vez. Odiaba jugar a la maestra o a la “casita” y reproducir los quehaceres domésticos. Sentía en lo prohibido una adrenalina enorme que me conectaba con un mundo oculto y oscuro, y todo lo que iba descubriendo me parecía absolutamente divertido y novedoso.

Siempre me atrajo el terror y el suspenso. Así, cuando estaba aburrida, se despertaba en mí un deseo infinito por traer al mundo cosas nuevas que le dieran sentido al tiempo para que yo me dispusiera a ocuparlo con esas peculiaridades. Siempre fui muy sociable y a su vez también disfruté y disfruto muchísimo de mis espacios de soledad. En esos espacios, por ejemplo, escribía cuentos y los convertía en libritos, los editaba, ilustraba, compaginaba, copiando los formatos de ejemplares de la biblioteca. El primero lo hice a los siete años. En ese entonces empecé a fantasear con que “de grande iba a ser escritora”, pero en un punto yo ya era artista. Otras veces hacía intentos fallidos de construir diferentes cosas que se me ocurrían con las herramientas que robaba de los cuartitos y talleres de mis abuelos o de mi papá; a la hora de la siesta, cuando el mundo adulto descansaba, era cuando yo más trabajaba. Recuerdo las veces que quise hacer las “bolas de nieve”, ésas con un micromundo dentro que al darlas vuelta nevaba. Las quería hacer con lamparitas rotas y ramitas secas de orégano como árboles o piedras como montañas, pero siempre fracasaba en el minucioso corte del vidrio finito de las “lamparitas” o bombitas de luz.

Desde que tengo memoria, el arte formó parte de mí y no puedo imaginar mi vida sin mis labores creativas. Pero fue en la escuela de Bellas Artes, y al realizar mis primeras muestras, donde me autopercibí como artista plena, digamos. Me sentí artista cuando hubo públicos dando sentidos a mis obras, cuando otres pudieron crear a partir de mis obras, cuando mis obras empezaron a ser de otres.

LAC: ¿Cuál creés que es el significado del arte?

NR: Tiene muchos, y a su vez cada cual puede darle diferentes sentidos. No hay definiciones taxativas sobre el arte que puedan abarcar lo que es hoy, lo que fue y lo que será. Muchísimos filósofos han hecho tratados intentando definirlo, analizarlo, desde diferentes acontecimientos históricos, como ritual, como valor cultural, en su renacimiento, en la era de la reproducibilidad técnica, como artificio sin utilidad, como juego…. muches artistas han hecho manifiestos que daban a entender significados puntuales o valores con los cuales identificaban su propia producción o su valoración sobre esta actividad. Yo creo que uno de los grandes problemas que tiene hoy el arte contemporáneo es la necesidad impuesta de tener que comprender un significado, no sólo del arte en términos generales, sino de las obras de arte en particular. Y así como no se lo puede definir taxativamente, tampoco podemos darle un único sentido a creaciones cuyo principal destino es justamente una fructífera multiplicidad de sentidos infinita.

El tema es que ese ejercicio de aplicar sentido a una obra, darse esa posibilidad de interpretar, de dar razón y de crear un mundo ficticio a partir de una ficción, es un ejercicio de libertad. La cultura hegemónica marca una tendencia a que imaginemos en el horizonte de lo posible; más bien dicho, de lo imaginable; más específicamente, de lo que nos dejan; o mejor dicho aún, de lo que debemos imaginar. Analizar una obra es un acto de libertad también, es un acto creativo, y muchísimas veces esos análisis en forma de críticas o textos curatoriales amplifican los sentidos de las obras. Lo que no me parece es que el disfrute de la obra pase a ser potestad de públicos expertos únicamente, o que se piense que sólo se puede disfrutar de una obra si alguien te contesta la pregunta: ¿Qué significa x obra?, o ¿qué quisiste decir con esta obra?

Si hay algo que el arte hace es negar la realidad, imaginar lo que nos hacen creer que es imposible. De ahí, el hermoso lema y afiche del Mayo francés: “Seamos realistas, hagamos lo imposible”. Creo que el arte en el capitalismo es lo más parecido a lo que imagino que podría ser el trabajo en el comunismo. El arte es en potencia una actividad creativa que enriquece la subjetividad, en el sentido de que quien la produce se reconoce en ella o, mejor dicho, la reconoce como una expresión propia, no alienada. Bueno casi sin quererlo ya estoy tratando de definir el arte…

LAC: Contanos acerca de tu más reciente obra Bicha. ¿Creés que hay denuncia en la ficción? ¿Por qué?

NR: Bicha nace, junto a otro grupo de obras, durante la pandemia, cuando muchas personas nos revinculamos de distintos modos con la naturaleza. En mi caso, estuve observando e investigando compulsivamente el crecimiento de plantas y flores, el movimiento de insectos y hongos, que capturé durante días o semanas, sin saber exactamente cuál sería el destino final de ello. Luego me surgió combinar esos time lapse con imágenes de mi cuerpo imitando posiciones de animales que he aprendido en kung fu o en yoga. Bicha es una serie de obras que abordan conceptos ligados al transfeminismo antiespecista. Utilizo en esta serie técnicas que incluyen la fotografía lenticular y escultura con impresión 3D con incrustaciones y materiales biodegradables, el arte digital, el video holograma. Estas obras reflexionan sobre la relación de cuerpxs, su entorno y las diversas formas de opresión que actúan sobre ellxs. Lo que muestro son cuerpxs abyectos, monstruxs, formas no canónicas, excluidas, personajes multiespecie que entran en constante transformación para desafiar los límites entendidos como naturales, con estéticas, lenguajes y conceptos ligados tanto al presente como al futuro.

En torno a la ficción, creo que en el campo del arte muchísimas de las mejores denuncias que se han hecho a cualquier injusticia del sistema vinieron de la mano de grandes ficciones, de la ciencia ficción más notoriamente, pero también de películas de amor. No solamente es “denuncia” lo que es documental o lo que se cataloga como expresamente político. Me quedo pensando en una frase que le atribuyen a Tolstoi: “Pinta tu aldea y pintarás al mundo”. De alguna manera creo que es parte de la esencia del arte de protesta o de denuncia. Y no es sólo lo que se dice, sino cómo se dice, y vuelvo en mí misma y repito: es cómo se da espacio a que otres digan con lo que decís. Crear y dejar crear.

Natalia Rizzo
Serie Bicha, de Natalia Rizzo.

LAC: ¿Cómo analizás el contexto actual en Argentina y cómo afecta al arte y a la cultura con la llegada del nuevo presidente Javier Milei?

NR: Creo que estamos viviendo uno de los más grandes saqueos al pueblo trabajador desde la democracia hasta acá. El ajuste brutal que está en curso hizo que, en menos de un mes de gobierno, nuestros salarios valieran prácticamente la mitad de lo que valían (teniendo en cuenta que ya se venían devaluando desde la administración anterior). Y los planes de gobierno se pueden ver claramente con sus políticas de la aplicación del DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia) y la Ley Ómnibus, la cual logramos tirar abajo, entre otras cosas, con la lucha en las calles donde justamente la cultura —específicamente “Unidxs por la cultura”, una coordinadora de asambleas, junto con aquéllas autoconvocadas barriales— tuvo un rol fundamental.

Con este tipo de acciones pretenden imponernos un golpe institucional, medidas completamente antipopulares, antidemocráticas y que afectan de la peor manera la salud y educación públicas, limitando su acceso y calidad. Los territorios nacionales y muchos pertenecientes a comunidades originarias podrían caer en manos de grandes capitales extranjeros, afectando nuestros recursos naturales. La liberación de los precios sin control estatal, el recorte de enormes áreas y ministerios, el despido de miles de trabajadoras y trabajadores estatales son algunas de las medidas propuestas. Por si fuera poco, para poder aplicar este ajuste y quitarnos tantos derechos, quieren criminalizar la protesta social con la llamada Ley Antipiquetes.

En el ámbito de la cultura, el ajuste que están haciendo está implicando ya la pérdida de muchísimos puestos de trabajo y sigue en pie el ataque a prestigiosas instituciones como el Fondo Nacional de las Artes, el Instituto Nacional del Teatro, el Instituto Nacional de la Música, la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) y vacían el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), aunque logramos echar para atrás su cierre.

LAC: ¿Cuál es tu relación con México? Contanos si querés sobre tu obra dedicada al Día de Muertos.

NR: Entre mis intereses y obsesiones siempre aparece el entusiasmo por mostrar un imaginario amplio que abarque mis experiencias de viajes, culturas, lecturas. México siempre me gustó por su gran desarrollo cultural y la convivencia en su amplio territorio de infinitas comunidades con muy variados usos y costumbres. Sobre todo, durante un tiempo me centré en observar toda la idiosincrasia en relación a cómo los vivos piensan en la muerte y cómo celebran a sus muertos.

He trabajado en una instalación robótica en donde aparecían: El Carnaval Andino, el festejo del Día de Muertos en México y la celebración del Año Nuevo Chino. De estos tres rituales tomé tres figuras emblemáticas: el Diablo, la Muerte y el Dragón. Estas personificaciones representan en dichos rituales lo lúdico, la creación, la fortaleza, el regocijo, la memoria, entre otras cosas, conceptos muy disímiles al significado que adquieren en nuestras construcciones occidentales donde reflejan connotaciones con carga negativa. Me impresiona para bien el festejo donde los muertos son los protagonistas de una fiesta de alegría y evocación; y la muerte, la falta de los seres queridos, no se recuerda con llanto y sufrimiento, sino que se festeja, se los festeja haciendo picnics y comidas en sus propias tumbas y eso me alucina. Vivos y muertos se hacen compañía. La muerte en muchísimos lugares es un tema tabú y eso suele ocasionar que los duelos por la pérdida de seres queridos sean muy duros y dolorosos. En estas formas, o emblemas, que llamo otredades, me interesa la idea de cruce y sincretismo que revele distintas capas significativas en los prototipos que he elegido, como una visión crítica al imaginario unívoco occidental.

LAC: Por último, ¿dónde pueden los lectores de Revista Común seguir tu trabajo?

NR: Creo que el acceso más sencillo y democrático a mi trabajo es a través de mis redes sociales. La que más uso es Instagram (@rizzo_naty) donde voy anunciando muestras y subiendo imágenes y videos de mis procesos creativos. También hay información más completa en mi página web www.nataliarizzo.com, donde también figuran textos escritos por mí y por otras personas.


*Publicado originalmente en https://revistacomun.com/blog/entrevista-a-natalia-rizzo-el-significado-del-arte/

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