Al autobús de «HazteOír» le queda poco tiempo útil. Avanza a trompicares; pega un acelerón y una rueda le sale disparada como una piedra; atraviesa un bache y se le resquebraja el cárter; se le echa combustible y lo escupe con asco. No está bien ni parado ni en marcha. No se sabe qué marca lo ha fabricado, y presumo de que no se sabrá jamás si a manos de hombres, ya que nadie soporta su visión. En suma, no sirve para nada. Pero como un espectro inopinado, se echa de ver en los lugares donde menos se lo estima. El último, en la Universidad Complutense de Madrid. Allí ha sido recibido según su justo mérito (al respecto léanse los periódicos).

El beso de la esfinge, de Franz von Stuck

Y es que no se podía haber reaccionado de otra manera ante un negador como el dichoso autobús. De cuantas cosas rehúsa y maldice, lo que más me molesta es, sin duda, cómo se ceba con el de Idealismo Alemán. ¿Es que en la carrera de derecho no se le enseñó a amar la filosofía clásica alemana, señor Arsuaga? Porque, así que muchos no ven lo que verdaderamente está detrás de su campaña de maledicencia, a mí no se me escapa. Usted y sus lacayos me atacan a mí, que tanto gusto de Fichte, Schelling, Hegel y Solger. Ustedes, repito, la han tomado contra los Idealistas, quienes, como yo, creen aún ciegamente en la síntesis final de la Multiplicidad. Ustedes deben de conocer muy bien aquello que profiriese una vez August Wilhelm Schlegel: que el futuro de la humanidad pasaba por la reunificación de los sexos. Y por eso la pandecta homófoba de ustedes; pero en último término, bajo sus patrañas odiosas lo que pretenden es suprimir la susomentada profecía de Schlegel. ¡Que no he nacido ayer!

Ustedes, que proclaman la libertad de expresión, hagan el favor de dejar que el Idealismo se exprese. El Idealismo del Tiempo, que encuentra su entidad precisamente en estos días. Métanselo en la cabeza: que al final perderán su batalla de negar la injerencia del Idealismo en nuestras vidas. Pues el destino es irrevocable; está sentenciado por quienes moldeasen la realidad en las postrimerías de la edad moderna. Kleist, Schlegel, Fichte, Hegel, etc., ¿piensan que su autobús podrá llevarse por delante el muro colosal que ellos nos han levantado? Inténtenlo, y la buena nueva nos llegará como una explosión en lontananza. ¡Su renuencia nos crispa los nervios!

Que el hombre y la mujer están en vías de extinción no es ya, como pensase Schlegel, un futuro, sino el presente. Los géneros, los sexos y sus actividades propias se disipan no obstante los esfuerzos de ustedes por evitarlo. Y contra más se esfuercen, más quedarán atrapados ustedes en el torbellino hirviente que se forma en torno a su inepcia. ¿Es que no reparan en que dilapidan su precioso tiempo? Arsuaga, con el corazón en la mano le digo: ¡no aplace, el autobús al desguace!

¡Si es que no sirve para nada! ¡Si es que usted no gana nada! El Idealismo vencerá. «Voici, voici venir les temps de l’Androgyne», escribió Samain. ¡Estamos ciertos de ello! No puede ser de otro modo. Dios no trazó otro plan para la humanidad que su reencuentro y, en cierto sentido, su recapitulación. El hombre reabsorbido en la mujer, y la mujer reabsorbida en el hombre. Y de tal suma, Dios otra vez. Unamuno creía en la apocatástasis tradicional; yo creo en una apocatástasis más verosímil: la de la escisión entre masculino y femenino, en la Tolerancia Éter, que no es otra cosa que la Libertad. ¡Jodido autobús! ¡Cómo nos ofende que un puto autobús se proclame adversario de la misma Libertad! ¡El Idealismo vencerá! ¡Porque es el programa más antiguo de la humanidad y deriva en el Amor!

Lo Absoluto tiene coño y polla. Pues si le faltase uno de estos dos órganos, ¿cómo sería Absoluto entonces? ¡Es lo Absoluto! Y mea de pie y sentado a la vez; y si quiere, pues mea de pie con el coño y sentado con la polla, que para eso es lo Absoluto. Pura lógica, pura teología. Y si no me apoyo en una cita de Tomás de Aquino no es porque le falte, sino porque no he tenido los cojones todavía de acabarme la Summa Theologiae. Pero no por eso cejo en mi ascensión a lo Absoluto; yo ansío su prestigio. Ustedes, los de «HazteOír», no podrán llegar tan alto si no le pegan unas alas al puto autobús. Entre tanto se lo piensan, nosotros iremos viviendo por nosotros unidos y por no dejar a nadie afuera (aunque tal vez hagamos una excepción).

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