Esta historia transcurre en un mundo muy parecido al nuestro, pero también marcado por algunas diferencias importantes. Por ejemplo, sin ir más lejos, la carrera espacial, tal como nosotros la conocemos, no se había desarrollado en aquel mundo paralelo.

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Ilustra Evelio Gómez.

A lo sumo, se situaron satélites en la órbita de la tierra que permitieron un avance espectacular de la meteorología y por supuesto, algo tan sustancial a nuestra historia como la guerra, había desaparecido allá por el siglo XVII, invirtiéndose todo el esfuerzo y desarrollo de la industria bélica, en el estudio y erradicación de las terribles enfermedades que diezmaban a la humanidad. E

llo no desembocó en una insostenible superpoblación mundial, puesto que el control de la natalidad se practicaba en todo el planeta de una manera racional y nada traumática, la ciencia había dado por fin el esquinazo a la fatalidad mediante los avances (y resultados) de algunos equipos científicos. Esta evolución originó una fuerte pasión mundial por las bromas. En definitiva, por éstos y muchos otros detalles, éste  no era más que un mundo distinto al nuestro, ni mejor ni peor, en el que pudiera suceder una historia como la del Conejito Lunar…

Hacía tiempo que los astrónomos lo predecían: el eclipse de luna (mejor llamado, quizá, eclipse de tierra) más importante del siglo, estaba por llegar. Se sabía hora, fecha y lugar, por supuesto. El lugar, la luna; la hora y la fecha, ya las he olvidado. Faltaba apenas un año y algunas organizaciones apuntaban hacia la necesidad de inventar una broma consecuentemente extraordinaria, única y difícilmente repetible. La broma del eclipse.

La conversación en la sede del gobierno, fue más o menos así:

Glon-Pilón  ladeó la cabeza. En tres horas de consejo, aquella era la primera noticia interesante.
-Repita, Maese Lemur, -inquirió dirigiéndose al Arcipreste Científico, e inclinando su corpachón sobre la mesa.

Maese Lemur carraspeó, preguntándose qué podía haberle molestado al Comendador y se puso de pie.

-Comodoro Comendador Supremo, he dicho que este año presenciaremos un importante eclipse de Luna.

-Está bien, puesto que un acontecimiento así, muchas veces no recibe la debida atención, convoco a todo el equipo del Arcipreste Científico a encontrar, en el plazo de 17 días, una forma de que el eclipse honre la imaginación de todos los habitantes de la tierra.

Tobías Lemur volvió a sentarse. El reto parecía grande y estaba a la altura de otras propuestas que Glon-Pilón había lanzado en su juventud. Proyectos que, una vez realizados, habían resultado ser siempre éxitos universales. El consejo continuó, tratando los temas previstos y cuando concluyó, el Comendador Glon-Pilón se quedó sólo en la butaca presidencial, rascándose la barbilla…

Se crearon comisiones que proponían ideas, institutos que investigaban, mediante sondeos, los alcances de popularidad de cada una de ellas.

Finalmente, una propuesta pareció complacer a todos o, al menos, no dejaba demasiado descontento a nadie. Fue la propuesta del Conejito Lunar. Según sus impulsores, el principal objetivo era producir una inmensa silueta de conejito, como las que proyectamos con una vela sobre la pared mediante hábiles movimientos de las manos. Recortada sobre la superficie lunar durante algunos minutos, abriría y cerraría la boca y movería las orejas. Un conejo lunar. Era el tipo de broma que podía cuajar entre la población del hemisferio en cuestión.

Puestas manos a la obra, cientos de brigadas especializadas acometieron la construcción de la gran silueta de conejito, utilizando todos los medios tecnológicos y humanos que una obra de tal envergadura podía requerir. Un aire faraónico recorrió la meseta de cuarenta kilómetros donde miles de personas trabajaban sin cesar. Hubo que instalar fábricas y fundiciones allí mismo, donde se produjeron las piezas de los artilugios que darían movimiento a las partes articuladas del conejito.

Para no extendernos en esta parte, diremos que finalmente, el conejito lunar, que alcanzaba diez veces la altura del monte más alto del planeta, estuvo listo para la noche del eclipse y el sol, convertido en bujía de feria, hizo aparecer en la luna un conejo que movía las orejas para regocijo de un hemisferio completo. La broma, que había sido un éxito, pasó a ser recordada como la más colosal de la historia humana. Algo sin parangón, que había unido aún más al arte, la ciencia y el sentido del humor.

Y pasaron los años. Cierto día, los científicos anunciaron que estaba proximo un interesante eclipse de sol. Como durante los eclipses de sol no puede hacerse gran cosa desde la tierra excepto oír cantar a los gallos y todo éso, medio mundo preparó sus cristales ahumados y se dispuso para el día del eclipse. Y hete aquí que a medio mundo se le paró el corazón durante unos segundos, pues una silueta de conejito comenzó a desplazarse por el disco solar a medida que éste iba desapareciendo.

Eran los habitantes de la Luna, que devolvían así la broma de años atrás. Unos bromistas, éstos lunáticos, pensaron los habitantes de la Tierra. Desde entonces, unos y otros, aprovechan los eclipses para saludarse, enviarse mensajes o gastarse bromas.

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