La demarcación de Barcelona se encuentra frente a una realidad inquietante que pone en jaque la dignidad de sus personas mayores. Según datos revelados por la Diputación de Barcelona y difundidos por la agencia ACN el 13 de junio de 2025, se detectaron 722 casos de malos tratos a personas mayores durante el año 2024. Esta cifra, que refleja un aumento significativo respecto a años anteriores, pone de manifiesto una problemática que, a menudo, permanece oculta tras las puertas de los hogares y las instituciones. Las formas de maltrato más prevalentes son de naturaleza psicológica, representando el 70,4% de los casos, seguidas por el maltrato económico, que afecta al 50,1%. Además, un dato alarmante indica que una de cada cuatro víctimas tiene entre 80 y 84 años, un grupo de edad particularmente vulnerable.

Un panorama alarmante

Los 722 casos registrados en 2024 marcan un punto de inflexión en la percepción del maltrato a personas mayores en la provincia. Comparados con años previos, como los 440 casos de 2017 o los 392 de 2019, el incremento sugiere que la detección está mejorando, pero también que la incidencia podría estar creciendo. La Diputación, a través de su grupo de trabajo contra el maltrato a las personas mayores —impulsado desde 2011—, ha identificado que el entorno familiar es el principal escenario de estos abusos, un hecho que complica su visibilización y denuncia.

El maltrato psicológico, que domina con un 70,4%, incluye comportamientos como humillaciones, amenazas o aislamiento emocional, dejando cicatrices invisibles pero profundas. El maltrato económico, presente en el 50,1% de los casos, abarca desde el control indebido de pensiones hasta el desvío de recursos para fines personales por parte de cuidadores o familiares. Otras formas, como la negligencia (25,2%) y el maltrato físico (22,3%), aunque menos frecuentes, agravan el cuadro de una población que merece protección y respeto.

El perfil de las víctimas

La franja de edad de 80 a 84 años destaca como especialmente vulnerable, representando el 22,4% de los casos. Este grupo, que a menudo enfrenta limitaciones físicas y dependencia, se encuentra en una posición de riesgo agravada por el deterioro cognitivo, presente en un 34,2% de las víctimas. La mayoría de estas personas viven acompañadas —el 89,6% según los datos—, y cerca de la mitad convive con sus hijos, lo que sugiere que los maltratadores suelen ser miembros del núcleo familiar más cercano.

Las mujeres constituyen una proporción significativa de las víctimas, un patrón que se repite en estudios anteriores y que refleja la intersección entre edadismo y desigualdades de género. La dependencia económica y la soledad no deseada emergen como factores de riesgo clave, mientras que el aislamiento social, común en esta etapa de la vida, dificulta que las víctimas busquen ayuda. La Diputación subraya que el 94% de las personas maltratadas tienen ingresos, lo que indica que el problema trasciende las barreras económicas y afecta a diversos estratos sociales.

Factores subyacentes

La raíz de esta crisis es multifacética. El envejecimiento de la población, un fenómeno global que en Barcelona se acelera con el aumento de la esperanza de vida, plantea desafíos estructurales. Se estima que para 2030, las personas mayores de 65 años representarán una cuarta parte de la población catalana, un cambio demográfico que exige recursos y políticas adaptadas. Sin embargo, la falta de formación y apoyo para cuidadores familiares, combinada con la presión económica, crea un caldo de cultivo para el maltrato.

El estrés de cuidar a una persona dependiente, especialmente en hogares con recursos limitados, puede derivar en conductas abusivas, incluso sin intención maliciosa. A esto se suma el edadismo, un prejuicio arraigado que desvaloriza a los mayores, normalizando actitudes de desprecio o negligencia. La pandemia de COVID-19, con su impacto en el aislamiento y la salud mental, pudo haber exacerbado estas dinámicas, dejando secuelas que persisten en 2024.

El rol de los servicios de teleasistencia

Un pilar clave en la detección ha sido el Servicio Local de Teleasistencia (SLT), que en 2024 identificó 290 casos de alto riesgo, equivalentes al 40% del total. Este servicio, que gestionó 480 llamadas de emergencia relacionadas con violencia o conflictos —el 90% de las cuales derivaron en aceptación de apoyo—, demuestra su eficacia como herramienta preventiva. Desde su implementación en 2016, el SLT ha evaluado 3.640 situaciones con indicios de maltrato, consolidándose como un recurso esencial para romper el silencio que rodea esta problemática.

Sin embargo, la detección no siempre equivale a resolución. La falta de coordinación entre servicios sociales, sanitarios y judiciales sigue siendo un obstáculo. Muchas víctimas rechazan la intervención por vergüenza o miedo a represalias, mientras que los procedimientos legales para protegerlas pueden ser lentos, dejando a los mayores en situaciones de vulnerabilidad prolongada.

Respuestas institucionales y comunitarias

La Diputación de Barcelona ha intensificado sus esfuerzos con el grupo de trabajo contra el maltrato, que integra a 278 municipios —el 89% de la provincia—. Este organismo promueve protocolos de intervención, formación para profesionales y campañas de sensibilización, alineándose con el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, que se celebra el 15 de junio. La iniciativa busca no solo detectar casos, sino prevenirlos mediante la educación y el fortalecimiento de redes comunitarias.

A nivel municipal, el Ayuntamiento de Barcelona ha reforzado su Estrategia de Cambio Demográfico y Envejecimiento, que incluye el buen trato como objetivo central. Programas como el Servicio de Atención Domiciliaria (SAD), con más de 20.000 usuarios, y convenios con el Consorcio Sanitario de Barcelona buscan mejorar la coordinación entre sectores. Sin embargo, las asociaciones locales advierten que estos esfuerzos son insuficientes sin una inversión sostenida y una reforma legislativa que priorice los derechos de los mayores.

La voz de la sociedad civil

Organizaciones como el Sindicat de Llogaters y asociaciones de derechos humanos han elevado la voz, vinculando el maltrato a las personas mayores con la crisis habitacional y la precariedad económica. Casos como el reciente suicidio de un hombre de 73 años en el Raval, desahuciado y aislado, ilustran cómo la vulnerabilidad habitacional puede agravar otros tipos de abuso. Estas entidades exigen alojamientos específicos para aislar a las víctimas de sus agresores y un teléfono de atención especializado, demandas que resuenan en un contexto de creciente conciencia social.

La comunidad también juega un papel crucial. Vecinos y voluntarios han impulsado iniciativas de acompañamiento, rompiendo el aislamiento que facilita el maltrato. Sin embargo, la estigmatización y el silencio cultural siguen siendo barreras. Como señala la OMS, el maltrato a los mayores es la tercera forma de discriminación más común tras el racismo y el sexismo, un hecho que requiere una transformación profunda en las actitudes sociales.

Desafíos futuros

El aumento de casos detectados en 2024 plantea retos inmediatos. La formación de jueces y fiscales en maltrato geriátrico, la creación de equipos multidisciplinares y la agilización de procesos judiciales son prioridades urgentes. Además, la prevención debe empezar desde edades tempranas, empoderando a las personas para establecer límites y planificar su cuidado futuro, como sugiere el movimiento “El Buen Trato nos hace Grandes”.

La Diputación estima que, con una población envejecida en crecimiento, los casos podrían duplicarse en la próxima década si no se actúa. Esto exige no solo más recursos, sino un cambio cultural que valore la experiencia y la autonomía de los mayores. La tecnología, como la teleasistencia avanzada, y la educación intergeneracional podrían ser aliadas clave, siempre que se acompañen de políticas inclusivas.

Una llamada a la acción

Barcelona, conocida por su dinamismo y solidaridad, enfrenta un espejo incómodo con estos 722 casos. La cifra no es solo un número, sino el reflejo de historias de sufrimiento silenciado. La sociedad debe responder con empatía y compromiso, asegurando que los mayores no sean relegados a las sombras. Desde las instituciones hasta los hogares, el desafío es claro: transformar el maltrato en buen trato, reconociendo que la dignidad no tiene edad.

A medida que se acerca el Día Mundial de Toma de Conciencia, el 15 de junio, la ciudad tiene la oportunidad de reafirmar su compromiso. La prevención, la detección y la protección deben ser pilares de una Barcelona que cuida, donde los 722 casos de 2024 no sean un recordatorio de fracaso, sino un punto de partida para un futuro más justo. La pregunta que queda en el aire es si la voluntad política y social estará a la altura de esta tarea.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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