Ayer, sábado 28 de junio, las calles de Budapest se tiñeron de arcoíris en una manifestación del Orgullo LGTBIQ+ que marcó un hito en la historia de Hungría. A pesar de la prohibición oficial del gobierno ultranacionalista de Viktor Orbán y las amenazas de sanciones legales, decenas de miles de personas –con estimaciones que oscilan entre 70.000 y 200.000 asistentes según medios como Hvg.hu y los organizadores– desafiaron las restricciones para celebrar la 30ª edición del Budapest Pride. Bajo el lema “La libertad y el amor no pueden ser prohibidos”, la marcha no solo fue un acto de visibilidad y resistencia, sino también un símbolo de solidaridad internacional frente a las políticas represivas del gobierno húngaro.

Un acto de resistencia frente a la represión

La jornada comenzó al mediodía en la plaza Deák, en el corazón de la capital húngara, donde miles de personas se congregaron en un ambiente festivo pero cargado de tensión. La marcha, organizada como un evento municipal por el alcalde de Budapest, Gergely Karácsony, sorteó la prohibición gubernamental al ser registrada como una actividad oficial del ayuntamiento, una maniobra que permitió eludir la necesidad de autorización policial. Desde las 15:00, el desfile recorrió las principales arterias de la ciudad, incluyendo la avenida Károly körút, la plaza Kálvin y el puente Erzsébet, que sustituyó al puente de la Libertad en el itinerario original debido a la presencia de contramanifestaciones ultraderechistas.

La prohibición del Orgullo se fundamenta en una ley aprobada en marzo de 2025 por el Parlamento húngaro, dominado por el partido Fidesz de Orbán, que restringe las reuniones públicas que “promuevan la homosexualidad” bajo el pretexto de “proteger a la infancia”. Esta normativa, una extensión de la controvertida “Ley de Propaganda” de 2021, establece multas de hasta 500 euros para los participantes y posibles penas de prisión para los organizadores. Además, el gobierno autorizó el uso de tecnología de reconocimiento facial para identificar a los asistentes, lo que generó temores de represalias. Sin embargo, la presencia policial fue mínima y, según reportes de El País y EFE, se centró más en contener a pequeños grupos de extrema derecha que en reprimir la marcha.

A pesar de las amenazas, el ambiente fue predominantemente festivo. Pancartas con mensajes como “Freedom or Ban” (un juego de palabras con el apellido de Orbán) y banderas arcoíris llenaron las calles, acompañadas por música y disfraces que reflejaban la diversidad de la comunidad LGTBIQ+. “No tenemos miedo de las multas, esto es un evento del ayuntamiento”, afirmó Andrea, una manifestante de 50 años, a EFE. Una joven universitaria, citada por el mismo medio, expresó su deseo de que Hungría no siga el camino de Rusia: “Queremos ser libres, no una región de Putin”.

Solidaridad internacional: un respaldo sin precedentes

La marcha de 2025 destacó por su dimensión internacional. Más de 70 eurodiputados de grupos como Socialistas y Demócratas, Los Verdes, Renew Europe y La Izquierda, junto a representantes de una treintena de países, acudieron a Budapest para mostrar su apoyo. Entre ellos, figuras como la vicepresidenta segunda del gobierno español, Yolanda Díaz, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, y el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, se unieron a la protesta. La delegación española también incluyó a la exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau, la eurodiputada Irene Montero y una representación del Parlament de Catalunya con miembros de PSC, ERC, Junts y Comuns. Desde la Comisión Europea, la comisaria de Igualdad, Hadja Lahbib, y la presidenta Ursula von der Leyen expresaron su respaldo, calificando la libertad de manifestación como un pilar fundamental de la Unión Europea.

“Estamos luchando por el alma de Europa”, declaró Yolanda Díaz, según El País, destacando la necesidad de una “internacional de la esperanza” frente a la “internacional del odio” representada por Orbán. Collboni, por su parte, alertó sobre el riesgo de que prohibiciones como la de Budapest se repliquen en otras ciudades europeas, subrayando que “las ciudades son los bastiones de resistencia contra la ola reaccionaria”. La presencia de activistas como Greta Thunberg y representantes de Amnistía Internacional, la Sociedad Háttér y el Comité de Helsinki Húngaro reforzó el carácter global de la movilización.

Contramanifestaciones ultras: una amenaza contenida

El temor a enfrentamientos con grupos de extrema derecha era palpable. El partido Mi Hazánk y el Movimiento Juvenil de los 64 Condados (HVIM), conocidos por su retórica homófoba, convocaron contramanifestaciones autorizadas por la policía en puntos clave del recorrido, como el puente de la Libertad. Un pequeño grupo ultracristiano también se presentó al inicio de la marcha con proclamas homófobas, pero la rápida intervención policial evitó incidentes mayores. Según El Mundo, los contramanifestantes fueron mantenidos a raya, y la marcha transcurrió sin altercados significativos, aunque un manifestante ultra intentó acercarse a la cabecera del desfile, siendo rápidamente contenido.

El diputado de Mi Hazánk, Előd Novák, calificó el Orgullo como un “movimiento político agresivo”, pero la escasa participación en las contramanifestaciones –apenas unas decenas de personas, según El Confidencial– contrastó con la masiva afluencia al Pride. La organización del evento, liderada por figuras como Viktória Radványi, directora del Budapest Pride, destacó que la marcha no solo defendía los derechos LGTBIQ+, sino también la libertad de expresión y los valores democráticos en un contexto de creciente autoritarismo.

Un contexto de retroceso en derechos

La prohibición del Orgullo se inscribe en un proceso de regresión de derechos LGTBIQ+ en Hungría. Desde 2020, el gobierno de Orbán ha implementado medidas como la prohibición de adopciones por parejas del mismo sexo, la imposibilidad de cambiar el sexo legal para personas trans y la “Ley de Propaganda” de 2021, que limita la representación LGTBIQ+ en medios y espacios públicos. Estas políticas, inspiradas en la legislación rusa, han sido criticadas por la Comisión Europea, que ha iniciado un procedimiento sancionador contra Hungría, con un fallo pendiente en el Tribunal de Justicia de la UE.

La marcha de 2025, descrita por los organizadores como la más multitudinaria en tres décadas, fue un acto de desafío colectivo. Máté Hegedüs, portavoz del Budapest Pride, la calificó como “uno de los hitos más importantes para la comunidad LGTBIQ+” en el país. La masiva participación, estimada en hasta 200.000 personas por los organizadores, superó todas las expectativas y reflejó el rechazo de la ciudadanía a las políticas de Orbán. Una encuesta de Publicus citada por Sport.es reveló que el 78% de los habitantes de Budapest se oponía a la prohibición de la marcha.

Un símbolo de esperanza y resistencia

La marcha culminó en el muelle Megyetem rakpart con discursos y actuaciones musicales que reforzaron el mensaje de resistencia. “Este sábado o todos somos libres o nadie lo será”, afirmó el alcalde Karácsony, quien encabezó el desfile junto a líderes internacionales. La imagen de miles de personas cruzando el puente Erzsébet, abarrotado de banderas arcoíris, se convirtió en un símbolo icónico de la jornada, ampliamente compartido en redes sociales y medios como Reuters y EFE.

La presencia de figuras internacionales no solo dio visibilidad al evento, sino que también puso en entredicho las restricciones de Orbán. “Si el gobierno húngaro puede prohibir a las personas LGTBIQ+ marchar por sus derechos, puede suceder en otras partes de la UE”, advirtió Viktória Radványi, señalando casos similares en Bulgaria y Eslovaquia. La cobertura mediática, tanto en Europa como en España, destacó la dimensión histórica de la protesta, que trascendió las reivindicaciones LGTBIQ+ para convertirse en una defensa de los derechos humanos y la democracia.

Un mensaje para el futuro

La marcha del Orgullo de Budapest 2025 no solo fue una celebración de la diversidad, sino también un recordatorio de que los derechos no están garantizados. En un contexto de creciente polarización en Europa, el evento se erigió como un faro de resistencia frente a los retrocesos democráticos. Como señaló la eurodiputada finlandesa Li Andersson, “esto no es solo sobre el Orgullo, sino sobre los derechos fundamentales de todos”. La solidaridad internacional, la valentía de los manifestantes y el respaldo del alcalde Karácsony demostraron que, incluso bajo amenazas, la lucha por la igualdad no se detendrá.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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