He observado a lo largo de mi corta vida de granuja-sherriff que, en determinadas ocasiones, la gente está más guapa callada. No es políticamente correcto lo que voy a decir, pero es cosa sabida, que por una infracción administrativa no se debe hacer nada si hay indicios de que los infractores son delincuentes peligrosos tipo psicópatas, a menos que vayas a detenerlos y cuentes con los medios para hacerlo, de lo contrario, se debe apelar a la excusa perfecta y abortar siempre de forma elegante la operación, sobre todo si hay la más leve sospecha de que el follón puede terminar en un delito grave, máxime si puede haber muertos de cualquier tipo y sobre todo si al final termina por ejemplo, como en un fatídico asesinato doble de dos servidores púbicos. Sin duda, el denunciante fue responsable y lo hizo con buena fe, pero a veces es mejor ponderar el posible resultado y la oportunidad de nuestras propias denuncias, ante la disponibilidad de recursos de las fuerzas del orden en ese preciso momento, y cabe incluso la posibilidad de preguntarnos a qué obedece la anormal impunidad y la rareza de la escena en la que los presuntos delincuentes con aire de suficiencia no temen ser abordados por la puntual patrullera de rigor. Es como un ratón que no teme a un gato. Debería ponernos enseguida sobre alerta de que algo raro está pasado. En efecto, es una imagen muy elocuente contemplar un insólito parking de narcolanchas en pleno puerto de Barbate. Tal vez es pensar mucho, ante la poco edificante imagen de aquellos funestos instrumentos de la delincuencia organizada. Sin embargo, Es pura psicología de la calle. ¿No será tal vez que debido a una eventual ventaja se sienten en superioridad numérica y material? ¿No será mejor esperar a que las fuerzas del orden puedan equilibrar o superar sus fuerzas? Una simple llamaba bastaba para saber que algunas, si no todas las lanchas de Cádiz estaban dañadas. Además del temporal que a buen seguro impedía el uso del helicóptero. Pero ahora ya es tarde para eso. ¿Y si después del proceso legal que ya se ha puesto en marcha contra los presuntos autores de la muerte de los dos guardias civiles, hubiera que hacer una reflexión más allá de la consabida falta de medios y hablar sobre una presunta venganza por la muerte del narcotraficante que había sucedido de forma accidental la semana anterior?  Yo he escuchado dos versiones distintas del por qué no salieron las lanchas de Cádiz: una sobre una avería general y otra sobre un fuerte temporal. A buen entendedor pocas palabras bastan. Y si mi teoría hipotética es correcta, entonces los guardias civiles fueron directamente a una trampa, creada bajo la idea de provocar un conflicto con las fuerzas del orden por la muerte de su amigo, y hacerlo a fuerza de tener las narcolanchas ilegales aparcadas en el puerto de Barbate, como una provocación a la espera de una carrera naval con desenlace conflictivo y que terminó siendo fatal, cuando llegaron los agentes montados en aquella barca tan endeble que parecía de juguete. Entonces un egregio César ajeno por un momento a que aquellos uniformados eran personas humanas con familias e hijos, atrajo sin querer a la guardia pretoriana a la trampa minuciosamente tramada por los vengativos narcos, hasta tal punto de congregarse al efecto, un público espontáneo que jaleaba a las narcotraficantes contra los guardias como si estuvieran viendo naumaquia en el coliseo romano lleno de barcos. Pero el público que se congregó de forma espontánea parecía imaginar lo que iba que pasar, incluso, más todavía, lo deseaba, puede que sospecharan que las aguas estaban revueltas e incluso no era ni siquiera un buen día para haber salido desde Cádiz con un par de lanchas rígidas mucho más grandes y seguras. Entonces, ¿cómo iban a salir de esa manera? Por qué nadie les avisó del peligro que corrían al ir en aquellas precarias condiciones? ¿Merecerá alguna vez alguien un reproche moral por enviarlos en aquella precaria situación y dejarlos solos ante el peligro?  Asumir las responsabilidades no está de moda en nuestro maravilloso país, pase lo que pase.  Pero una cosa está clara creo que ahora vendrá el tiempo de los funerales y de las condecoraciones y estoy seguro de que puede ser que en un futuro cercano se les compren barcas nuevas algunas que no serán de juguete. Sin embargo, todavía me estoy preguntado por qué desmantelaron la unidad de élite que estaba poniendo a los narcos contra las cuerdas. Rivalidades y pitos y flautas. Ninguna de las explicaciones que me han dado me convence y tal vez por eso yo tengo la mía propia, ¿Y si estaban haciendo tan bien su trabajo que eran molestos para ciertas opacas instancias superiores? No me hagan mucho caso, porque es pura especulación y una de las licencias literarias que se le permiten a los escritores, pero no sería la primera, ni la última vez que, en determinados ámbitos de este país, que algunos los matan y otros los echan por hacer demasiado bien su trabajo.

Articulista en Revista Rambla | Otros artículos del autor

Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.

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