La cúpula del Valle de los Caídos, que ha cubierto hasta hace poco los restos del dictador Francisco Franco, tiene grabado uno de los máximos referentes del nacionalismo catalán. La silueta del macizo de Montserrat, el símbolo de la catalanidad religiosa que atrajo a personajes tan dispares como Heinrich Himmler, que buscó allí el Santo Grial en 1944, y Jordi Pujol cuya última visita para rezar por los políticos presos ha sido reciente, aparece en la cúpula de cerámica, de 33 metros de diámetro, cuyo autor fue un artista de Terrassa.
La web del monasterio de Montserrat oculta cuidadosamente en la lista de los numerosos artistas que participaron en la decoración eclesiástica del conjunto eclesial el nombre de Santiago Padrós, que firmaba también como Sant Yago, nacido en Terrassa en 1918 y fallecido a causa de un accidente de tráfico en El Vendrell en 1971. Padrós estudió Filosofía y Letras en Barcelona y arte en la Llotja y se benefició de algunas becas en Alemania y Roma, siendo calurosamente valorado por Eugeni d’Ors, el escritor novecentista que mantuvo una estrecha relación con el régimen.
En el monasterio de Montserrat Padrós dejo su huella en los mosaicos del camarín, baptisterio y escaleras que suben a la hornacina de la Virgen. Su trabajo como muralista y ceramista se encuentra en numerosas iglesias, ya que se benefició de la reconstrucción de edificios destruidos durante la guerra civil.
Hay obra suya en las iglesias de Zaragoza, Orense, Comarruga, Madrid, Lleida, Burgos, Pamplona, Terrassa, Vigo y un largo etcétera. Asimismo, creó distintos murales para establecimientos bancarios catalanes que construían sus nuevas sedes y deseaban un toque artístico para la nueva clase en auge. A pesar de lo nutrido de su obra, hoy está totalmente olvidado.
La basílica del Valle de los Caídos informa por su parte en su web del proyecto de Padrós, que estuvo cinco años, de 1951 a 1955 trabajando en este proyecto, que se basa en este concepto: “El alma española, encarnada en todas las categorías de hombres y mujeres de la historia patria, sube al cielo para unirse a la Iglesia triunfante”.
También se ofrece información sobre el proceso de trabajo del egarense: “En principio todos los mosaicos se construyen previamente en el taller del artista, sobre el suelo. Este del Valle de los Caídos, por ser de tan grandes dimensiones, se construyó en el suelo del teatro real. Desde las últimas balconadas Padrós pudo juzgar de la perfección de su obra artística.
Una vez terminado el mosaico, se pegó un papel por encima, como se hace en todos los demás mosaicos. Se cortó en trozos, se enumeró cada trozo, y se le trajo al Valle de los Caídos. Colocar los trozos en la cúpula duró relativamente poco tiempo.
En el mosaico hay varios centenares de rostros. Para no repetirse, el artista concibió la curiosa idea de viajar durante muchos días por el metro madrileño, en busca de rostros.
Comenzaba en una estación término; y, estratégicamente sentado, iba reproduciendo en una libreta que sostenía en sus rodillas los rostros más representativos del tipo español, conforme los descubría en los hombres y mujeres que viajaban en el metro”.
Padrós se ocupó de la instalación del mural y se cuenta que cuando Franco realizaba una de sus frecuentes “visitas de obra” ni siquiera saludaba al artista encaramado en el andamio. Padrós trazó la silueta de la montaña de Montserrat porque era muy devoto de la Moreneta y porque su mujer se llamaba Montserrat.
La cúpula contiene una nutrida representación del santoral hispano, elegido por Padrós, entre los cuales figura un nutrido pelotón de catalanes, entre los que destacan Santa Eulàlia, patrona de Barcelona, el obispo y mártir San Fructuoso de Tarragona, San Cucufate (Sant Cugat) mártir decapitado en Barcelona, San Narcís obispo de Girona o San Bernardo de Poblet. También se dice que el Pantocrátor que preside la cúpula es un autorretrato suyo y el de la Virgen es un retrato de su mujer.
El caso de Padrós ilustra el papel de colaboración activa y normalizada con el franquismo de muchos sectores catalanes. Como está mal visto, se les ha borrado de un plumazo. Paradójicamente, la exhumación del dictador ha rescatado del olvido, durante unos instantes, a uno de ellos.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.