Nacida en Nueva York en 1917, Jane Auer, más conocida por el apellido de su marido, Bowles, es un caso singular de la literatura contemporánea. Muy joven, publico una excéntrica novela (Dos damas muy serias, 1941), que el público ignoró y que los críticos encontraron incomprensible. Afectada por este fracaso durante el resto de su vida, estuvo intentando, sin lograrlo, terminar otra novela, que habría de llamarse En el mundo exterior. Aparte de Dos damas muy serias, hoy revalorizada como una obra que se adelantó a su tiempo, de Jane solo quedan un puñado de relatos, una obra de relatos… y estas Cartas.

 

Jane Bowles a Paul Bowles

[East Montpelier, Vermont]

[Diciembre de 1947]

Mi querido Bupple,

Tu carta desde Tánger -la que me escribiste el Día de Acción de Gracias- me ha puesto muy nerviosa. Creo que es muy mezquino por tu parte no llevar cuidado con lo que dices, sabiendo con qué facilidad me altero y con qué rapidez me siento culpable, incluso sabiendo que no estoy equivocada. No sé de dónde has sacado la idea de que yo llegaría repentinamente a Tánger. Sin duda tiene que haber sido Oliver el que te ha confundido, a menos que lo desees tanto, porque está aburrido y preparado para verme llegar, que así te ha parecido que sería. Te incluyo una carta (más bien el extracto de una carta) escrita a Helvetia el pasado septiembre. Mi plan siempre había sido ir hacia el mes de enero, si es que tú no habías regresado antes, al menos desde que empecé a planificarlo. Antes de eso fue le néant porque, para empezar, tú tenías la intención de regresar. No es que yo piense que deberías haberlo hecho. Lo que sucede es que las seis últimas semanas tus cartas son muy apremiantes, sobre todo una en particular, escrita durante el periodo del ‘Villa’ [Villa de France, hotel en Tánger], cuando de pronto dijiste que no debería llegar tan tarde como X, porque entonces los hoteles estarían llenos. Eso me sorprendió mucho, porque si yo hubiera podido llegar allí tan pronto como X, habría sido un verdadero milagro, aunque solo fuera por la cuestión de obtener pasaje. Después de eso hubo un largo periodo en blanco en el que pareciste escribirle a Ollie, pero no a mí, cosa que te mencioné en otra carta, en la que decidí que ello se debía a que tú no creías que a mí me gustara la idea de la casa y que por eso me evitabas temporalmente. ¿Quizás Oliver ha estado anunciando toda clase de llegadas de las que yo ni siquiera soy consciente? También te dije que, antes de marcharme, pasaría aproximadamente un mes con H., ya que de otro modo no me marcharía sintiéndome feliz. A partir del momento en que pensé de una forma concreta en la posibilidad de que no regresaras, enero me pareció el mes más adecuado, aunque Oliver lo pospuso luego hasta febrero. Es posible que, en algún momento del verano, me haya referido nebulosamente a una llegada anterior, en el otoño, pero estoy segura de que no te dije nada definitivo. Todo exigió mucho más tiempo del que pensé. Quizá también ha sido así para ti. Pero para terminar con esto, de modo que en tu mente quede claro que no tengo la impresión de haber hecho que me esperaras en Tánger, había planeado llegar posiblemente en enero, sin Oliver, pero con tu aprobación, naturalmente, hasta que surgió la operación de Julian [Julian Fuhs, el padrastro de Jane]. Y eso sólo porque siempre tuve la impresión de que O. podía no emprender el viaje ni siquiera en febrero. Luego, Julian echó a perder la posibilidad de enero, hasta que mi madre, de repente, decidió hace unas pocas semanas que lo de J. no era nada demasiado grave, de lo que te informé en mi última carta. Sigo intentando marcharme en enero, pero las líneas Fern no me dan muchas esperanzas, aunque me dicen que es mejor que esté incluida en la lista de espera, por si surge la menor posibilidad. Ahora, sin embargo, desde que recibí la carta sobre el clarividente [una carta de Paul había mencionado una advertencia, una predicción de enfermedad o muerte en relación con un viaje, hecha por parte de un clarividente] tengo la impresión de que no me marcharé en el último minuto, sin que importe lo que haga, y eso me preocupa terriblemente porque creo que afectará a la enfermedad de Julian el que consiguiera un pasaje en las Líneas Fern para enero y luego que Cory está ahora en Nueva York, encargándose de todo eso por mí, de modo que yo puedo dedicarme al menos a trabajar. Finalmente, el trabajo parece marchar bien, como si, de algún modo, todas esas pequeñas señales que parecen patas de mosca en mi libreta de notas se estuvieran convirtiendo por fin en frases y párrafos. Esa es también la razón por la que hubiera deseado que no me hubieses preocupado en este momento, en particular acerca de la absurda idea de que te he dejado plantado, esperándome en Tánger. Eso es algo extremadamente irritante, injusto e incierto; no me refiero a que la idea haya surgido en tu imaginación, sino que es incierto que yo haya dicho: «Voy en cualquier momento». Naturalmente, a lo largo del verano hubo momentos en que sentí ganas de marcharme inmediatamente y otros en que me sentí tan profundamente abatida a causa de mi trabajo que, de algún modo, tus informes acerca del progreso lento, pero firme de tu propio trabajo, se combinaron para hacerme sentir que ce n’était pas le moment encore, sobre todo porque sabía que tú te pasarías fuera toda la noche. En mi actual estado de ánimo, algo más optimista, eso ya no me importaría lo más mínimo. Quiero llegar ahí y tengo la impresión de que lo haría de no haber sido por el adivino. Desde luego, no tendrías que haberme escrito nada de eso. No me imagino qué podría hacerme cambiar de idea después de haber comprado el pasaje, como no fuera la enfermedad o la muerte de alguien muy querido, así que ya comprenderás en qué estado de ánimo me siento respecto al asunto. ¿Crees que ese hombre es infalible? Desde luego, cabe la posibilidad de que no consiga el dinero en enero, pero estoy bastante segura de que lo conseguiré de algún modo. De todas formas, no viajaré antes de mediados de mes, así que no llegaré a Tánger hasta febrero, lo que te da tiempo suficiente para volver del desierto y acudir a me encuentro cuando yo llegue, o poco después. Si voy en enero, Cory vendrá conmigo, como ya te expliqué, así que bien podría esperar en Tánger. Si no he podido partir a mediados o a finales de enero, entonces lo haré a finales de febrero o en marzo. (Definitivamente, he decidido no viajar el 13 de febrero, como te mencioné en mi última carta.) También es posible que haga un corto viaje en coche con Cory, de seis a ocho semanas. (También estaría bien si pudiéramos encontrar un pequeño barco que fuera a Haití o a Jamaica, pero, de todos modos, creo que tendremos que ir a alguna parte, por aquí.) Desde luego me siento muy frustrada cuando pienso en mi madre, que tanto me alarmó acerca de la enfermedad de Julian, y luego cambió de opinión y me hizo creer que sería una tontería por mi parte quedarme a causa de esto. (En realidad, no es culpa suya, ya que al parecer, los médicos cometieron un error al principio, de lo que, naturalmente, me alegro.) Pero lo cierto es que a estas alturas ya podría tener mi pasaje, además de una compañera de viaje, y podría haberte visto en África casi enseguida. Es algo enfurecedor. Por otra parte, si yo no hubiera decidido a principios del verano, o tú te hubieras mostrado más insistente acerca de mi llegada, yo quizá lo habría dejado todo y también habría acudido antes. Pero ¿de qué sirve escribir todo esto? Si por alguna especie de milagro consigo partir en enero, nos dirigiremos a Tánger, y tú llegarás allí cuando puedas. Te cablegrafiaré. Me imagino que para el mes de febrero ya habrás tenido tiempo suficiente para verlo todo. Confío en que comprendas que, si no llego entonces, partiré en febrero. Eso lo significaría todo para mi nueva amiga, y después de todo sólo sería un mes o así para nosotras, lo que bien sabe Dios no significa nada en estos momentos. Tampoco pienses que me he retrasado a causa de ella. Au contraire. 1. Hasta el pasado mes no esperaba que ella no fuera finalmente a América del Sur con su compañero (han viajado juntos desde hace dieciséis años). 2. Ella hubiera preferido partir a primeros de diciembre, o en una fecha lo más cercana posible a esa, y me preguntó si yo estaría preparada para entonces, pero ya fue demasiado tarde cuando me lo sugirió. Yo aún no había visto a Helvetia, y poco después se produjo ese problema con mi madre, así que pensé que enero también quedaba descartado. Su compañero se ha marchado a Honolulu, en un semienfado, y sería cruel por mi parte dejarla en febrero para llegar un mes antes a Tánger. De eso estoy moralmente segura. Ella no podría marcharse en febrero y estar de regreso en marzo. En cuanto a llegar a Tánger durante el mes de enero, yo desearía, naturalmente, que cuando llegáramos tú estuvieras allí si pudieras, pero no quiero que te pongas histérico si ya has emprendido el camino, o si recibes esta carta y decides que no puedes marcharte debido a mi posible llegada, algo que no toleraría en estos momentos. Casi es mejor que pienses que llegaré en marzo (excepto que en el último minuto ella pudiera renunciar a su billete y así no iría. ¡Me siento realmente furiosa por el hecho de que me hayas escrito eso!). Oliver se ha decidido, más o menos, a emprender el viaje en mayo, a menos que decida efectuarlo en avión, con rapidez, en febrero. Abriga la idea de que, para cuando lleguemos allí, tú ya deberías haber efectuado todos tus viajes primitivos. En cuanto a Egipto, el Volcania y el Saturnia, va allí, de modo que quizá tenga algo que ver con eso: me refiero a la predicción del vidente. Oliver se niega a viajar en un carguero, así que es posible que desee que tú salgas ahí a su encuentro. Sigo sin creer que se tarde tanto en ir desde Nápoles a Tánger como desde Nueva York a Tánger. ¿Qué te parece? Solo hay que mirar el mapa, sobre todo cuando se trata de la clase de barcos grandes que atracan en Gibraltar. Creo que sería divertido hacer el viaje de ese modo. También puedo esperar hasta mayo y viajar con Oliver y Maggie si tú crees que eso es mejor, pero en cualquier caso reservaré un pasaje para marzo, y ya veremos cuál es para entonces tu estado de ánimo o el mío, y qué es lo que estás haciendo. Desde luego, esperaré hasta mayo si tú continúas queriendo estar en el desierto durante el mes de marzo, y te molesta la idea de tener que acudir a recibirme. Si voy con Ollie creo que tendré todos los gastos pagados; en realidad, lo sé, pero él es impredecible. No obstante, estoy segura de que, después de este invierno, él no trabajara más durante un tiempo, porque para la primavera ya estará agotado. Quiere hacer Ondina y mi obra para la próxima temporada, y, a ser posible, pasar el verano por África e Italia. Este mes estoy trabajando muy duro, mecanografiando mi narración larga («Camp Cataract») y revisándola. Espero dedicar el mes de enero a venderla, y quizá conseguiré así un pago por adelantado sobre algunos extractos de mi novela, pero tengo que ver a Leo Lerman para hablar del tema y llegar a un acuerdo. Él cree que yo debería dirigirme a Viking. Realmente, debería terminar todo este trabajo antes de partir, y si pudiera quedarme aquí sentada hasta que saliera el barco, lo haría, pero el emprender un viaje siempre implica muchas cosas, incluso en enero. En tout cas, ya veremos. Tengo la sensación de que tu libro será realmente maravilloso. No debería sentirme tan preocupada por ti. ¿Acaso no estás en el lugar que más te gusta, y escribiendo acerca del mismo, y no tienes un papagayo? Desde luego, me alaga que me quieras ahí, con todas esas riquezas. Así que iré en enero o en marzo, pero no en febrero. De todos modos, se trata de un mes corto, y estoy convencida de que comprenderás mi punto de vista.(Ella estará en Nueva York debido a mí, en lugar de estar con su amigo en Honolulu, de modo que sería terrible por mi parte marcharme ahora, y hasta enero sería tarde para ella, si quiere volver en marzo, así que febrero queda totalmente descartado. Yo no le he hecho ninguna promesa, pero no quiero ser cruel y es una mujer que me gusta mucha.) Como es habitual, he precipitado un holocausto y no puedo salir de él precisamente en ese mes. M., volverá en marzo, cuando regresan a la posada, hacia finales del mes. Además, la idea de hacer ese pequeño viaje me divierte y me encanta, aun cuando no tanto como si lograra encontrar un barco para marcharme a África. Ella ha pedido un pasaporte, por si acaso lo conseguimos. ¿Crees que el clarividente habría podido equivocarse acerca de verme comprar el billete para después no ir, y que eso significara simplemente algún tema relacionado con los barcos (he hecho que me envíen aquí, a Vermont, el Journal of Commerce), lo cual habría podido aparecer en su cabeza como una escena en la que me vio comprando un billete? Eso es lo que yo me pregunto. Realmente, jamás se lo perdonaré ni a él ni a ti. Creo que, por una carta, ya he dicho suficiente sobre el tema. Si para cuando recibas esto crees aconsejable, por alguna razón, que yo espere y no me marche en enero, aunque pueda hacerlo, por el amor de Dios, envíame un cablegrama para decírmelo, a pesar del coste. No sé qué razones puedas tener, a no ser que, de pronto, hayas decidido regresar o esperes estar fuera hasta el próximo mes de junio, en el desierto. Espero que no sea así, porque en cuanto tengo noticias tuyas me siento bien, a no ser que todo lo demás salga mal, lo que sucede a menudo, pero, estando tú en el desierto, va a ser terrible a partir de ahora, y probablemente transcurrirán varios meses entre las cartas.

Yo nunca sabré qué está sucediendo, o qué debo hacer si tuviera que decidir algo de repente.

Me encantó tu narración («cuántas mediasnoches»). Todo lo que ocurría en ella conducía perfectamente al hombre que andaba buscando a Riley y su angustioso regreso al apartamento (¡Con el portero teniendo que subir el ascensor desde el sótano!). Creo que escribes maravillosamente acerca de este país, como lo haces con respecto a cualquier otro país. De hecho, estoy convencida de que eres un escritor hasta la médula de los huesos. Desde entonces, no habría esperado que esta clase de historia surgiera de ti. Resulta incluso más sorprendente que la que escribiste sobre Prue y las otras dos mujeres («El eco»). Además, yo diría que esta es sumamente vendible. La tensión, como es habitual, resulta terrorífica. Parece una pequeña historia muy inocente cuando empieza, y la forma en la que has matizado parece hacerla más y más sombría es casi imperceptible, tanto para el lector como para la propia chica, y yo diría que magistral. Tuve que leerla dos veces, porque casi no pude cogerle el ritmo. El efecto fue casi como si fuera esa noche y no de algo escrito sobre una noche, hasta el punto de que tuve que leerla de nuevo para ver como diablos lo habías conseguido, y si es que lo habías logrado en realidad. Desde luego, ni siquiera ahora lo comprendo, como no sea a través de la elección de los detalles, hecha por una mano experta y naturalmente instintiva. Las velas, el sonido del leño partiéndose en dos, los cubitos de hielo que se funden, y alguna que otra palabra perfecta que utilizas al hablar de sus dedos en el cuenco de hielo. A mí no se me ocurren palabras así, ni siquiera después de haberlas leído. Fue suficientemente sencillo, pero muy exacto. El cajón de la cómoda, ella corriendo hacia el altavoz del portero automático, sin apretarlo, para regresar al cajón y luego volver al portero automático, y finalmente el hombre llamado «Riley», todo eso me resultó tan terrible y excitante que casi estuve a punto de abandonar la lectura. Creo que el momento más artístico se produce cuando ella no contesta al timbre la primera vez que este suena, lo que inicia el suspense justo en la tonalidad adecuada. Es una historia acogedora, y la mañana era maravillosa para leerla. Ha sido incluso mejor leerla por segunda vez, porque una se da cuenta entonces de pequeñas indicaciones acerca del carácter del muchacho, incluidas al principio, tan ligeramente trazadas como aparecen, puesto que de otro modo habrían arruinado el suspense y una habría esperado que el personaje no regresara, o que se hubiera producido al menos alguna calamidad. Yo diría que toda la narración es astuta y perfecta para el estilo de narración corta. (No tenemos de hablar aquí de tu talento y tu originalidad, porque eso nunca se ha cuestionado entre nosotros.) Quizá la escritura sea para ti un medio para llevar una vida nómada, pero confío en que no dejes por ello de seguir escribiendo música. Creo que harás ambas cosas. De todos modos, tú siempre has querido regresar a la escritura, y recuerdo que en cierta ocasión, en Chelsea, hablaste de ello de una forma muy solemne. Estabas de pie, apoyado en una mesa. Desde luego, me siento furiosa por lo ocurrido con la otra narración, pero Oliver insiste en que no se ha perdido, sino solo traspapelado. Desgraciadamente, tiene que ir personalmente a la aduana para recoger los libros, y yo no veo que lo termine de hacer nunca. Es un fastidio, pero cuando vaya a Nueva York ya veré que puedo hacer. Mientras tanto, le daré instrucciones para que no pierda el pequeño aviso de [?] en una carta que escribiré ahora mismo.

Por favor, sé bueno y no te preocupes por mi llegada a África. En otras palabras, no seas descuidado y no te confundas con lo que te digo. Tus cartas también dan lugar a muchas confusiones, pero yo trato de captar el significado de ellas sin falsificar su contenido. En la más reciente que he recibido, no mencionas tu viaje al desierto, sino solo a Fez, y por lo que decías en una anterior tenía entendido que te disponías a iniciar un verdadero safari. Me preocupa mucho no tener noticias tuyas durante varios meses. Por favor, cuídate y no se te ocurra ponerte enfermo allá bajo. También temo no disponer de ningún lugar desde donde enviar por correo una copia de mi narración cuando esté terminada, dentro de mucho tiempo. ¿Hay servicio de correos en el desierto?

El perro está muy bien. Espero que esta carta te llegue. Hace dos meses vinieron los vecinos (los pelmazos que viven calle arriba y que tienen las niñas pequeñas). Yo estaba un poco tirante, así que, para compensarlo, insistí en que me encantaría asistir con ellos a una conferencia sobre «Cooperativas en Vermont», o algún otro tema por el estilo. El caso es que hoy es la noche, y puedes imaginarte lo horrorizada que me siento por haberme metido en tamaño berenjenal. Me llevarán al auditorio de la escuela superior, me volverán a traer a casa, y cenaremos algo aquí hacia las diez de la noche. Hoy he preparado estofado de carne con tallarines. Cocino muy poco y me paso la mayor parte del tiempo trabajando o escribiendo cartas. Mi energía procede del hecho de que, finalmente, ha llegado el invierno. Funciono mal en el bochornoso y caluroso verano, y este otoño ha sido bastante cálido durante todo el mes de septiembre y buena parte de octubre. A Libby también le gustaría ir a África en mayo. Yo, desde luego, me siento desgarrada entre verte antes y evitar tener que viajar yo sola, así que esperaré a ver qué me aconsejas y, mientras tanto, haré que me incluyan en la lista de espera de las líneas Fern para enero y para marzo. Helvetia quiere que la incluyan en la lista de espera de julio. Tengo más cosas que escribir, pero lo haré en alguna otra ocasión, cuando sepa donde estás. Dirigiré la correspondencia, lo poco que hay de interés, al British Post Office.

Con mucho amor como siempre,

Teresa

 

En enero de 1948, Jane Bowles llegó a Gibraltar en compañía de Cory, y de allí cruzó a Tánger en ferry. Acompañadas por Paul y Edwin Denpy, Jane y Cory fueron primero a Fez y luego emprendieron su propia gira por Marruecos. En marzo, Jane acompañó a Cory a España, la despidió en viaje de vuelta a Estados Unidos, y regresó a Tánger, donde se instaló en el hotel Farbar. Paul se unió a ella y poco después recibió un cablegrama de Margo Jones, que dirigía la obra Verano y humo, de Tennessee Williams, pidiéndole que regresara a Nueva York a preparar la música para la obra.

A principio de mayo, Jane y Paul fueron a Fez, donde se instalaron en el hotel Belvedere. Mientras estaban allí, Jane terminó su narración corta «Camp Katarac», y Paul acabó su novela El cielo protector.

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

Comparte: