altEl dispositivo LEM, el festival dedicado a la música experimental de Barcelona, llega a su 17ª edición. Han sido diecisiete años de apuesta firme por aquellas expresiones artísticas que se escapan de los cánones comerciales. El LEM ha sobrevivido a los diferentes cambios de gobierno, las modas y, más recientemente, a la crisis. Este año, y a pesar de los ajustes presupuestarios, el festival presenta un cartel portentoso; Esplendor Geométrico, Julia Kent, Surfin Sirles, Peter Brotzmann y la celebración del premio Luigi Russolo… Para saber cómo se gestó el proyecto y qué peculiaridades tiene hablamos con Víctor Nubla, músico, ensayista, activista de la experimentación, escritor, programador y director artístico del festival.

¿Podrías explicarnos qué es y cómo empezó el proyecto?

El LEM es una más de las actividades de Gràcia Territori Sonor, un proyecto que nace después de la crisis cultural que hubo en Barcelona tras la celebración de la Olimpiada cultural del 92. Después de aquello todo el bullicio cultural se desinfló. La Olimpiada supuso la descapitalización de la ciudad y la desaparición de la mayoría de productos culturales o artísticos. Actuó como hacen algunos de los grandes festivales que tenemos actualmente. Aparecen durante unos días como un ovni que aterriza en un lugar y proyecta unos rayos de luz para marcharse luego y dejarlo todo quemado. Incluso se reestructuró el Ayuntamiento y desapareció el departamento de cultura. No obstante, la sociedad civil mantuvo su actividad, se organizó y se generó la semilla de lo que después sería el ICUB (Instituto de Cultura de Barcelona)

En el año 96 parece que desde el Ayuntamiento de Barcelona hay la voluntad de fortalecer la cultura local y volver a internacionalizarla. Por aquel entonces se estaban gestando una serie de proyectos como el Sonar, la Caldera o nosotros mismos. Puesto que ese año Copenhague era la capital cultural europea nos fuimos para allá y presentamos el proyecto al Simposio europeo de la música experimental. Ese mismo octubre la U.E. nos dio una subvención y creamos lo que después sería un programa piloto de la propia comunidad europea (englobado en el programa Caleidoscopio). Gracias a ello pudimos montar el primer LEM.

¿Cuál era el objetivo? ¿Qué os movió a crear el proyecto?

La idea era dinamizar un territorio, Gracia, que cuenta con una tradición cultural y política muy importante. Queríamos evitar la masificación y vulgarización del barrio convirtiéndolo en un referente europeo. Hay que tener en cuenta que en esos años gran parte de la vida nocturna y cultural que tenía lugar en el Born se desplazó hacía Gracia. Nosotros queríamos que ese bullicio no se banalizara sino que se relacionara e integrara en el territorio generando arte desde el mismo pueblo. Para ello teníamos 3 objetivos, convencer a las instituciones, al público y profesionalizar el proyecto.

¿Por qué apostasteis por la música experimental?

No lo decidimos. Sencillamente el resto de música nos parecía una mierda. Lo que no puedes hacer es pedir subvenciones, es decir, el dinero de todos, para ofrecerle a la gente lo que recibe todo el día a través de la televisión y las multinacionales. Se trataba más bien de ofrecer algo que si no, no hubiera llegado hasta ellos. La industria ya se ocupa de lo otro.

En un bloc definían al LEM como “raro para los no introducidos y clásico para los iniciados”. A mí eso me parece estupendo porque significa que estamos creando un público nuevo y estamos ayudando a la gente a entender cosas raras.  A los snobs que les den por culo.

¿Cómo ha sido la relación con las instituciones durante estos 17 años?

Cordial. Además de muy simbiótica porque nosotros estamos haciendo para las instituciones una cosa que ellas no podrían hacer y que además nos sale más económica que si la hiciera la administración. Ellos no llegan al substrato territorial. Además, nosotros salimos baratos. La basura es carísima pero lo más auténtico e interesante es barato.

¿Pero los políticos no suelen recibir con escepticismo propuestas tan poco comerciales como el LEM?

Hemos tenido mala suerte con el Ministerio de cultura, por ejemplo, que nunca nos ha hecho ni caso. Pero con los políticos locales ha habido más suerte porque nos han escuchado, sobre todo los que pertenecen al ámbito más local. En los distritos, por ejemplo, te encuentras a personas con la cabeza más amueblada. Muchos de ellos provienen de la sociedad civil, mientras que a medida que subes de nivel político esto ya no es así. O son delincuentes, millonarios, latifundistas o hijos de políticos que luego han pasado a ser políticos. Este tipo de gente no debe tener mucha vinculación con la realidad, al menos con la realidad social, con la suya es otra cosa.

¿Qué diferencia al LEM de los grandes festivales?

El LEM es la antítesis de los grandes festivales. Empieza el día 11 y acaba el 27 sin ningún concierto simultáneo, todo va seguido. Puedes ver los 23 conciertos que hay, entender los diferentes tipos de música que se ofrecen (siempre alejadas de los géneros industriales y masificados) e ir a conciertos con un precio muy económico en lugares muchas veces inusuales. Además hay mucha proximidad. Cuando acaban los conciertos vamos al bar y todo el mundo se mezcla. Como no podemos pagar un gran caché compensamos éste déficit con una relación muy  familiar con los músicos. Vamos al mercado y comemos todos juntos en casa de alguien por ejemplo. Se crean unas sinergias muy buenas.

El LEM gusta a los artistas porque es un festival que los acoge. Los trata de igual a igual y ellos quieren tocar en el festival. No sólo los de aquí sino los de todo el mundo. Que el LEM tenga artistas tan potentes internacionalmente con el poco presupuesto que tiene sólo se explica por el hecho de que para ellos es importante tocar en el festival

¿Habéis creado escuela con este modelo de festival?

El Modelo del LEM ha servido de inspiración para otros festivales estatales e internacionales. En el año 96 nos inspiramos en Francia. Gracias a las leyes de André Malraux habían prosperado las Maisons de Jeunes et de la Culture en las ciudades pequeñas de provincias. Se ofrecían programaciones extraordinarias que no tenían lugar en Paris o Lyon. Existía la idea de que lo más importante no tiene que pasar en la ciudad más cosmopolita o grande. Al contrario. Si pasa en una ciudad que todavía es humana, eso hace que los que participan se sientan más humanos. Esta proximidad también se da en Gracia. Como decía Dalí “del ultralocalismo a la universalidad”.

¿Una música tan libre como la experimental, qué posibilidades de evolución tiene? ¿Queda algo por explorar?

La música experimental tiene las mismas posibilidades de evolución que el sexo. La música no es como las artes plásticas. En los directos hay una relación entre el músico y el espectador. La música siempre es evolutiva si los músicos son libres y el público también.

Redactor en Revista Rambla

Licenciado en Periodismo y Filosofía con experiencia en medios de comunicación tanto en el campo de la redacción como en el de la cobertura audiovisual.

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