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Durante el último festival Casa de Asia pudimos asistir a la proyección de Sharing, una excelente película que se acerca a un tema candente y actual en Japón como es el de las centrales atómicas. Candente por el recuerdo cercano de la explosión de Fukushima y actual no solo para Japón, sino para todos, por las graves resonancias que lo atómico adquiere en el resto del planeta.

En ese sentido Sharing borda un sin número de hallazgos, desde su título con el que parece situarnos en el estado de lo global en nuestra civilización y de lo que nos afecta a todos en una conciencia y devenir planetario, a la vez que nombrando la posibilidad real del compartir como una manera de actuar junto con el resto de la población y salir más allá del agujero negro del uno, tal como lo expresa en una de sus clases en la universidad la protagonista de la película.

La solución viene a decir la protagonista, y con ella la película, es ese compartir, ese Sharing, aunque tras esta clase magistral, ella tenga que atravesar los pasadizos inabarcables de su paranoia y esa visión de lo siniestro provocada por el estatuto de lo Real Cotidiano que no es ni más ni menos que la amenaza atómica, y en su caso, el recuerdo de su compañero muerto en el accidente de Fukushima.

Acompañándose de metáforas visuales simples e incluso tópicas  (pasadizos, repeticiones oníricas y desdoblamientos), la película propone entrelazar este Real atómico (como amenaza cotidiana) con las consecuencias de la enfermedad psíquica y la configuración de lo siniestro, de la muerte como amenaza de lo cotidiano; de manera que  la película en su  construcción narrativa plantea ambiciones de vuelo literario al mejor estilo de un J.G. Ballard en “Crash”: también en Sharing lo tecnológico deja sus huellas, aunque ya no son las cicatrices en los cuerpos tal como sucedía en Crash, sino que aquí atravesamos al campo de lo imaginario, donde esas huellas son precisamente la construcción de lo SINIESTRO (en mayúsculas).

Si su director Makoto Shinozaki había practicado anteriormente con el cine de terror, mediante fantasmas y dobles al mejor estilo japonés: Walking With the Dog (2003),  Kaiki: Tales of Terror from Tokyo (2010),  aquí ya no se trata solo del miedo a lo desconocido, sino que construye un clima donde lo siniestro embarga a sus protagonistas y con ellos nos sumerge en una exquisita atmósfera de angustia. Y sobra decirlo: lo siniestro provoca algo más que miedo, es un espanto que atraviesa lo real y que nos seguirá acompañando a la salida del cine.

Por si desconocen la sensación de lo siniestro, en la película se nos presentan casi todas sus variables en las vivencias de la protagonista y de algún personaje tangencial: la repetición como pesadilla de lo cotidiano, la repetición de lo idéntico; la imagen del doble que se prolonga en su propia sombra como la extensión de otro, la pérdida del yo. Al peso de lo siniestro como enfermedad del yo, se le suma en Sharing la gravedad de lo atómico, y el gran encuentro de la película es poder articular entre estos dos polos una trama que los une, creando así una manera diferente de entender y entendernos en el ámbito global de lo destructivo que acompaña a la creación de la energía atómica.

En su construcción por capas y tiempos tangenciales de la narración central, Sharing plantea también la dificultad de compartir el sentir de los otros en la pérdida y la muerte, empatía necesaria para poder solidarizarse y hacer viable la continuidad de lo humano.

En ese sentido es difícil no recordar el share que acompaña casi todas nuestras acciones en Internet. Un share mediante el cual enviamos miles de firmas para aquellas situaciones que no queremos (la energía atómica, por ejemplo), pero a la vez un share que es incapaz de anular la repetición de lo cotidiano en la construcción de más centrales nucleares, o como se dice en la película, “en la nueva puesta en marcha de las que existen, como si nada hubiese sucedido”. 

Nosotros hacemos Sharing, “pero desde Tokyo todo se ve de otra manera” como se dice en la película; y nosotros, espectadores, sabemos que la eclosión nunca se produce en el centro, sino en lugares lejanos como en Chernobyl o Fukushima; por eso, “desde Tokyo todo se ve de otra manera”. Espeluznante.

Sharing, por su parte, se centra en la catástrofe de Fukushima, que ha sido tratada en los últimos años por un buen número de documentales que se acercan al tema desde diferentes perspectivas. La aproximación de Makoto Shinozaki, sin embargo, es muy diferente, pues prefiere utilizar las herramientas de la ficción en esta fábula con elementos fantásticos donde dos mujeres tratan de superar el gran trauma del Japón actual.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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