Algunos millares de personas se dieron cita en la Plaza de Urquinaona, en el centro de Barcelona, para protestar contra la reforma constitucional impulsada por PSOE y PP. Esta reforma fija el límite de déficit público en aras del “principio de estabilidad presupuestaria” que persigue apaciguar a los mercados.

En un acto de responsabilidad al alcance únicamente de los más avezados estadistas, Sagasta y Cánovas del Castillo -líderes de los dos grandes partidos políticos del Estado Español: el Partido Liberal y el Partido Conservador- acordaron conjuntamente limitar el déficit público a través de la modificación del artículo 135 de la Constitución de 1978. El acuerdo se produjo mano a mano, a despecho del jefe de filas de la Lliga Regionalista en el Congreso de Diputados. En contra de esta decisión, que pretende reconducir con firmeza la maltrecha economía española, protestaron en Barcelona -así como en Madrid, Valencia o Bilbao- los sindicatos mayoritarios CC.OO y UGT, junto con otras entidades cívicas. CC.OO. y UGT soportaron estoicamente a un reducido grupo de jóvenes que les increparon en la cabecera de la manifestación al grito de “No nos representan”. La manifestación reclamaba que esta reforma constitucional debía haber sido consultada en referéndum a la soberanía popular, olvidando que, cada cuatro años, la sabia voluntad del pueblo elige democráticamente entre el insigne Sagasta y el excelso Cánovas para dirigir el rumbo de la nación española.

La Constitución no se podía tocar, y ahora la modifican cuando les interesa sin consultárselo a nadie”, se queja amargamente un hombre que luce una gorra de CC.OO, para rematar desengañado “la Constitución ahora es papel de váter. Una joven que mira a su alrededor con cara de susto se sincera: “No sé qué es la reforma ésa. Yo he quedado aquí con una amiga y la estoy esperando”. A su lado, un muchacho que ofrece a cambio de un euro el diario “En Lluita, comenta sorprendido “No entiendo cómo CC.OO. y UGT se movilizan contra esta reforma en un día laborable, y no lo hacen frente a la nueva reforma laboral que afecta especialmente a los jóvenes menores de 30 años”. Tras un momento de reflexión, él mismo encuentra una posible respuesta: “A no ser que no quieran dar caña al Gobierno antes de las elecciones del 20 de noviembre”. Recuerden: el 20-N, Sagasta o Cánovas.

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