La Circulación Meridional de Vuelco Atlántica (AMOC, por sus siglas en inglés), conocida también como la circulación termohalina en el Atlántico, es un componente crucial del sistema climático global. Esta corriente oceánica transporta agua cálida desde los trópicos hacia el norte, influyendo en el clima de regiones enteras, especialmente en el hemisferio norte. En las últimas décadas, los científicos han advertido sobre un posible debilitamiento o colapso de la AMOC debido al cambio climático antropogénico, principalmente por el aumento de las temperaturas globales y el derretimiento de los glaciares, que introducen agua dulce en el océano y alteran la densidad del agua. Un colapso de esta corriente no solo sería un evento de gran magnitud, sino que podría desencadenar cambios abruptos en el clima mundial, con consecuencias catastróficas para la sociedad humana y los ecosistemas.

La AMOC actúa como una «cinta transportadora» oceánica: agua cálida y salina fluye hacia el norte en la superficie, liberando calor a la atmósfera y moderando el clima de Europa y América del Norte. Al llegar a latitudes altas, se enfría, se vuelve más densa y se hunde, regresando al sur en profundidad. Sin embargo, el calentamiento global acelera el derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia, inyectando agua dulce que reduce la salinidad y, por ende, la densidad del agua, impidiendo que se hunda efectivamente. Estudios paleoclimáticos, como los eventos Dansgaard-Oeschger y Heinrich, muestran que colapsos pasados de la AMOC han causado cambios abruptos en el clima, con enfriamientos rápidos en el hemisferio norte. Aunque algunos modelos sugieren que un colapso completo es improbable en este siglo, otros indican que podría ocurrir tan pronto como en 2057 bajo escenarios de emisiones altas.
Posible Colapso
Observaciones recientes indican que la AMOC se ha debilitado en un 15-20% desde mediados del siglo XX, según mediciones directas y proxies paleoclimáticos. Un estudio publicado en Science Advances utiliza señales de advertencia temprana basadas en física, como la variabilidad de la salinidad, para estimar que la AMOC podría estar acercándose a un punto de inflexión. Los autores proyectan un colapso entre 2025 y 2095, con un promedio en 2057, bajo escenarios de negocio como de costumbre. Sin embargo, un modelo reciente en Nature recomienda que, incluso bajo cambio climático, la circulación podría persistir, aunque debilitada, gracias a formaciones de corrientes en el Pacífico Norte que estabilizan el sistema. El IPCC, en su Sexto Informe de Evaluación, califica el riesgo de colapso como de «baja probabilidad, pero alto impacto», pero advierte que un colapso causaría shifts (oscilaciones) abruptos en patrones climáticos regionales. Estudios multi-modelo, como los del Proyecto de Intercomparación de Modelos Acoplados (CMIP), confirman que el aumento de agua dulce de Groenlandia es el principal driver de este debilitamiento.
Impactos Climáticos y Meteorológicos
Un colapso de la AMOC redistribuiría drásticamente el calor global, causando un enfriamiento significativo en el hemisferio norte mientras el sur se calienta más. En Europa, las temperaturas invernales podrían caer hasta 10-15 °C en regiones como Escandinavia y el Reino Unido, incluso en un mundo con calentamiento global de 2 °C. Un estudio en Geophysical Research Letters, utilizando el modelo CESM, proyecta que en un escenario de emisiones intermedias (RCP4.5), el colapso causaría un «enfriamiento profundo» en el noroeste de Europa, con temperaturas medias invernales en Oslo bajando a -16.5 °C y extremos de -47.9 °C. Londres vería días de congelación aumentando a 17.6 por año, y París experimentaría extremos de -18 °C. Esto se debe a la pérdida de transporte de calor y la expansión de hielo marino, que amplifica el enfriamiento.
Globalmente, el colapso desplazaría las bandas de lluvia tropicales hacia el sur, debilitando los monzones africanos y asiáticos mientras fortalece los del hemisferio sur. Un análisis multi-modelo en Earth’s Future muestra que los monzones del Oeste Africano (WAM), Indio (ISM) y Este Asiático (EASM) verían reducciones anuales de precipitación, con impactos severos en la agricultura. En América del Norte, el enfriamiento afectaría el noreste, con más tormentas invernales, mientras que el hemisferio sur experimentaría calentamiento adicional, exacerbando sequías en Australia y América del Sur. Además, la frecuencia de eventos extremos aumentaría: olas de calor en verano en Europa podrían persistir debido a cambios en el jet stream, y huracanes más intensos en el Atlántico por gradientes térmicos alterados.
Impactos en el Nivel del Mar
El colapso de la AMOC tendría efectos pronunciados en el nivel del mar, particularmente asimétricos. Sin el transporte norteño del Gulf Stream, el agua se acumularía en la costa este de Estados Unidos debido a cambios en la fuerza de Coriolis, causando un aumento adicional de 15-20 cm para 2100, más allá del ascenso global por derretimiento de hielo. Estudios como los de Levermann et al. (2005) y Yin et al. (2010) modelan este «efecto dinámico», que agravaría inundaciones costeras, erosión y daños por tormentas en ciudades como Nueva York y Miami. En Europa, el enfriamiento podría reducir el ascenso local por contracción térmica del agua, pero globalmente, el colapso contribuiría a un ascenso neto al alterar la distribución de masa oceánica. Paleodatos de eventos Heinrich muestran ascensos de varios metros por inyecciones masivas de agua dulce, un análogo para escenarios futuros.
Impactos en Ecosistemas y Biodiversidad
Los ecosistemas marinos y terrestres sufrirían gravemente. En el océano Atlántico norte, la reducción del oxígeno en aguas profundas y la menor absorción de CO₂ llevarían a un colapso ecosistémico, afectando pesquerías y biodiversidad marina. El IPCC advierte de hipoxia extendida, que mataría especies bentónicas y alteraría cadenas alimentarias. En tierra, el enfriamiento en Europa podría transformar bosques boreales, con especies como el abeto desplazado por tundra, según proyecciones en Frontiers in Forests and Global Change. En la Amazonia, un colapso inicial estabilizaría temporalmente la selva al aumentar precipitaciones, pero combinado con calentamiento global, aceleraría su tipping point hacia sabana. Biodiversidad marina en el Ártico sufriría por enfriamiento, con extinciones locales de peces y mamíferos marinos, mientras que en trópicos, shifts en monzones causarían sequías que amenazan corales y manglares. Globalmente, estos cambios podrían desencadenar cascadas ecológicas, reduciendo servicios ecosistémicos como la polinización y purificación de agua.
Impactos Socioeconómicos
Las repercusiones humanas serían profundas. En agricultura, reducciones en precipitación en monzones asiáticos y africanos llevarían a fallos de cosechas, inseguridad alimentaria y aumentos de precios, afectando miles de millones. Europa enfrentaría inviernos más duros, incrementando demanda energética y costos de calefacción, con disrupciones en transporte por hielo. Ascensos en nivel del mar en costas estadounidenses agravaría daños económicos por inundaciones, estimados en billones de dólares. Un estudio en Nature Communications destaca que el colapso reduciría la absorción oceánica de carbono, exacerbando el calentamiento y costos de mitigación. Cadenas de suministro globales se verían interrumpidas, con impactos en comercio marítimo y migraciones forzadas por climas inhabitables. En Islandia, considerado un riesgo de seguridad nacional, el colapso podría bajar temperaturas invernales drásticamente, afectando economía pesquera y turismo. Globalmente, el OECD estima que combinar colapso con calentamiento empeoraría producción alimentaria, con costos socioeconómicos incalculables.
Un colapso de la AMOC representaría una catástrofe climática, con enfriamiento en el norte, shifts en precipitaciones, ascensos en nivel del mar y colapsos ecosistémicos, exacerbando desigualdades globales. Aunque la probabilidad exacta varía, la urgencia de reducir emisiones es clara para evitar este tipping point. Investigaciones futuras deben enfocarse en monitoreo mejorado y modelizaciones para predecir y mitigar estos riesgos. La humanidad debe actuar ahora para preservar este vital sistema oceánico.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.





