El 18 de mayo de 2025, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, pronunció un discurso que resonó como un trueno en la arena internacional, declarando la intención de su gobierno de tomar el control total de la Franja de Gaza. Estas palabras, cargadas de determinación y desafío, no solo redefinieron el rumbo del conflicto israelí-palestino, sino que también expusieron, con una claridad brutal, la magnitud de la crisis humanitaria que azota a los palestinos. Mientras el mundo observa, la comunidad internacional permanece atrapada en un silencio inquietante, incapaz de responder con firmeza a lo que múltiples voces, desde organizaciones humanitarias hasta expertos en derecho internacional, califican como un genocidio en curso.
El discurso del 18 de mayo: un punto de inflexión
En un mensaje televisado, Netanyahu afirmó que el ejército israelí asumiría el «control de todo el territorio» de Gaza, justificando esta medida como una necesidad para garantizar la seguridad de Israel. Según fuentes, el primer ministro aseguró que se permitiría una «ayuda humanitaria mínima» para mantener la ofensiva militar, una declaración que encendió alarmas entre los defensores de los derechos humanos. Este discurso no fue un exabrupto aislado, sino la culminación de una serie de anuncios previos que ya insinuaban una escalada. Días antes, el 14 de mayo, Netanyahu había advertido que Israel estaba «a pocos días de entrar en Gaza con gran fuerza para completar la misión» de derrotar a Hamás, un objetivo que, según él, incluye destruir su capacidad militar y política.
El tono de Netanyahu fue inequívoco: no habrá tregua permanente hasta que Hamás sea desmantelado y los rehenes israelíes, capturados el 7 de octubre de 2023, sean liberados. Sin embargo, sus palabras también insinuaron un plan más ambicioso: la ocupación permanente de Gaza y el desplazamiento de su población. Este anuncio, respaldado por el gabinete de Netanyahu, incluye medidas para controlar la distribución de ayuda humanitaria, delegando la seguridad a contratistas privados, muchos de ellos estadounidenses, en un movimiento que las agencias de la ONU han calificado como una violación de los principios humanitarios. La retórica de Netanyahu, cargada de referencias bíblicas y apelaciones a la seguridad nacional, buscó galvanizar el apoyo interno, pero también desató una ola de críticas internacionales.
La crisis humanitaria: un abismo de sufrimiento
La Franja de Gaza, hogar de 2.3 millones de palestinos, lleva años bajo un bloqueo israelí que ha estrangulado su economía y limitado el acceso a recursos básicos. Desde el ataque de Hamás en octubre de 2023, que dejó 1,195 muertos en Israel, la respuesta militar israelí ha sido devastadora. Hasta mayo de 2025, más de 53,000 palestinos han perdido la vida, según el Ministerio de Salud de Gaza, con un 70% de las víctimas siendo mujeres y niños. La infraestructura de Gaza está en ruinas: hospitales, escuelas, mezquitas y cementerios han sido reducidos a escombros. La ONU reporta que el 90% de la población ha sido desplazada forzosamente, muchos viviendo en condiciones infrahumanas en campamentos improvisados.
El bloqueo total impuesto por Israel desde marzo de 2025 ha exacerbado la crisis. Alimentos, agua potable, medicamentos y combustible han sido restringidos, llevando a Gaza al borde de la hambruna. La Organización Mundial de la Salud informó que 57 niños murieron por desnutrición en los últimos dos meses, mientras que el Programa Mundial de Alimentos advirtió que las reservas de comida durarían apenas días. Los bombardeos continuos, incluso en áreas designadas como «seguras», han hecho imposible la distribución de ayuda. El Hospital Indonesio, uno de los pocos aún operativos, denunció un asedio militar que impide la atención a los heridos. En palabras de Ahmad Nasman, un sobreviviente que perdió a su familia en un bombardeo: «Mi cuerpo sobrevivió, pero mi espíritu murió con mis hijos».
Organizaciones como Amnistía Internacional han documentado lo que describen como actos genocidas, incluyendo bombardeos indiscriminados, el uso del hambre como arma de guerra y el desplazamiento masivo de civiles. Un informe de la ONU del 13 de marzo de 2025 acusó a Israel de atacar instalaciones de salud reproductiva, lo que constituye un intento de destruir «la capacidad reproductiva de los palestinos». Estas acusaciones, respaldadas por declaraciones de funcionarios israelíes que han deshumanizado a los palestinos, han llevado a Sudáfrica y otros países a presentar cargos por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
Las intenciones de Netanyahu: ¿seguridad o expansión?
Las declaraciones de Netanyahu del 18 de mayo no pueden entenderse sin considerar su contexto político. Enfrentado a cargos de corrupción y una coalición de gobierno dependiente de partidos ultranacionalistas como Poder Judío y Sionismo Religioso, el primer ministro ha utilizado la guerra como una herramienta para consolidar su poder. Sus socios, como Bezalel Smotrich, abogan abiertamente por la despoblación de Gaza y la reconstrucción de asentamientos judíos, un objetivo que contraviene el derecho internacional. Además, el respaldo del presidente estadounidense Donald Trump, quien ha propuesto la expulsión masiva de palestinos a países vecinos, ha envalentonado a Netanyahu.
El plan de ocupación total implica no solo el control militar, sino también la reconfiguración demográfica de Gaza. En febrero de 2025, Netanyahu ordenó a las Fuerzas de Defensa de Israel preparar un esquema para la «salida voluntaria» de los gazatíes, incluyendo rutas por tierra, mar y aire. Sin embargo, expertos como Gershon Baskin han advertido que no hay países dispuestos a aceptar a los desplazados, y que esta «voluntariedad» es una fachada para un desplazamiento forzoso. El ministro de Defensa, Israel Katz, llegó a sugerir que países como España, que han reconocido al Estado palestino, tienen la «obligación legal» de acoger a los refugiados, una propuesta que España rechazó categóricamente.
La parálisis de la comunidad internacional
La pregunta que resuena en los corazones de quienes observan esta tragedia es: ¿por qué el mundo no actúa? La respuesta yace en un entramado de intereses geopolíticos, complicidades y divisiones. Estados Unidos, el principal aliado de Israel, ha proporcionado miles de millones de dólares en ayuda militar y ha vetado resoluciones de la ONU que condenan las acciones israelíes. La administración Trump, en particular, ha respaldado abiertamente los planes de Netanyahu, incluso proponiendo una «toma estadounidense» de Gaza. Esta influencia limita la capacidad de organismos internacionales para imponer sanciones o medidas coercitivas.
Europa, aunque más crítica, está fragmentada. Países como Francia, Alemania y el Reino Unido han condenado el bloqueo y los desplazamientos forzosos, pero sus acciones se han limitado a declaraciones y envíos de ayuda insuficientes. España, por su parte, ha tomado una postura más firme, sumándose a la denuncia por genocidio en la CIJ y exigiendo un alto el fuego permanente. Sin embargo, la Unión Europea, temerosa de alienar a Estados Unidos, no ha logrado consensuar una respuesta unificada.
En el ámbito de la ONU, la Corte Internacional de Justicia ha emitido medidas provisionales ordenando a Israel permitir la entrada de ayuda humanitaria y preservar pruebas de posibles crímenes, pero Netanyahu ha desestimado estas órdenes, calificándolas de «absurdas». La Corte Penal Internacional, por su parte, emitió órdenes de arresto contra Netanyahu y su exministro de Defensa, Yoav Gallant, pero la falta de cooperación de Israel y sus aliados ha frustrado su ejecución.
Organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales han intentado llenar el vacío, organizando protestas globales y campañas de boicot a Israel. Sin embargo, la narrativa de la «lucha contra el terrorismo» promovida por Israel, junto con la deshumanización de los palestinos en algunos medios occidentales, ha dificultado la movilización masiva de la opinión pública. Además, la crisis en Gaza compite con otros conflictos globales, como la guerra en Ucrania, por la atención y los recursos internacionales.
Un grito por la humanidad
Las palabras de Netanyahu el 18 de mayo de 2025 no son solo una declaración de intenciones; son un desafío al mundo para que despierte de su letargo. La ocupación total de Gaza, si se materializa, no solo perpetuará el sufrimiento palestino, sino que también profundizará las divisiones en Israel y en la región. La comunidad internacional, atrapada entre intereses políticos y una burocracia ineficaz, ha fallado en proteger a los más vulnerables. Pero en las ruinas de Gaza, entre los escombros y el llanto, aún resuena la resistencia de un pueblo que se niega a desaparecer.
Este no es un conflicto abstracto; es una tragedia humana de proporciones bíblicas. La pregunta no es si el mundo puede actuar, sino si tendrá el coraje de hacerlo antes de que sea demasiado tarde. Porque en Gaza, cada día que pasa es un día más en el que la humanidad pierde un pedazo de su alma.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.