El expresidente francés Nicolas Sarkozy, de 70 años, vivió una noche turbulenta en su debut como recluso en la prisión de La Santé, en el corazón de París. Condenado a cinco años de cárcel por conspiración criminal en el escándalo de financiación ilegal de su campaña presidencial de 2007, Sarkozy fue perturbado por los gritos constantes de otros presos, quienes no dudaron en grabar y difundir videos en redes sociales como TikTok, donde se oyen insultos y amenazas explícitas. Según testimonios y grabaciones virales, los reclusos le dieron una «bienvenida» hostil, invocando venganza por la muerte del dictador libio Muammar Gaddafi y exigiendo la devolución de «miles de millones de dólares» supuestamente desviados.

El incidente marca un hito sin precedentes en la historia de la V República francesa: es la primera vez que un exjefe de Estado cumple pena efectiva en prisión común, aunque bajo estrictas medidas de aislamiento y protección. Sarkozy ingresó al centro penitenciario el martes 21 de octubre por la mañana, escoltado por una comitiva policial y tras un emotivo adiós a su familia en su residencia del distrito 16 de París. Frente a un centenar de simpatizantes que ondeaban banderas tricolores y gritaban «¡Nicolas, estamos contigo!», el exmandatario, acompañado por su esposa Carla Bruni, se despidió con un gesto estoico antes de partir hacia La Santé.

La prisión de La Santé, construida en 1867 y renovada entre 2015 y 2019, es una de las más emblemáticas de Francia. Ubicada en el distrito 14, cuenta con un diseño radial que facilita la vigilancia constante, y ha albergado a figuras notorias como el criminal Guillaume Apollinaire o el colaboracionista Maurice Papon. Sarkozy fue asignado al «sector de los vulnerables», un área reservada para internos de alto perfil que requieren protección especial, con celdas individuales de nueve metros cuadrados equipadas con cama, mesa, inodoro y un teléfono personal para contactar a abogados o familia. A pesar del régimen de aislamiento, que impide el contacto físico con otros reclusos, la ventana de su celda da directamente al patio interno, permitiendo que los gritos resuenen con claridad.

Según videos circulados en TikTok y otras plataformas, capturados por presos con acceso a dispositivos móviles –a pesar de las prohibiciones–, Sarkozy fue blanco de insultos desde el atardecer. En una transmisión en vivo, un recluso grita: «¡Oh, Sarko, coño de tu madre, despierta!», mientras enfoca el patio y la fachada de la prisión. Otras voces se suman: «¡Llama a Sarko!», «¡Muéstranos la cabeza!». Estas grabaciones se viralizaron rápidamente, acumulando miles de visualizaciones en horas y generando debate sobre la seguridad en las prisiones francesas y el uso de redes sociales por parte de internos.

Un segundo video, aún más alarmante, muestra a un preso advirtiendo que Sarkozy «va a pasar un mal rato en prisión». El hombre, filmando a través de las rejas, explica: «Debajo está la celda de castigo, él está justo encima y lo sabemos todo». Luego, invoca venganza: «Vamos a vengar a Gaddafi. Lo sabemos todo, Sarko, Ziad Takieddine, lo sabemos todo. Devuelvan los miles de millones de dólares». Estas referencias aluden directamente al núcleo del caso judicial: Sarkozy fue condenado por recibir fondos ilícitos del régimen de Gaddafi a través de intermediarios como el empresario franco-libanés Ziad Takieddine, quien actuó como testigo clave y acusador en el proceso.

El escándalo libio, investigado desde 2012, involucra acusaciones de que Sarkozy aceptó hasta 50 millones de euros de Gaddafi para financiar su campaña victoriosa de 2007, a cambio de favores diplomáticos y contratos armamentísticos. Takieddine, inicialmente un testigo de cargo, retractó parte de sus declaraciones en 2020, pero el tribunal parisino lo consideró creíble en lo esencial, condenando a Sarkozy por «asociación ilícita» en septiembre de 2025. Esta no es la única condena del exlíder: en 2021, fue sentenciado a un año con brazalete electrónico por corrupción en el caso Bygmalion, y enfrenta otros procesos por influencia peddling y lavado de dinero.

Ante las amenazas explícitas, las autoridades activaron protocolos de seguridad excepcionales. Sarkozy fue puesto bajo protección policial, con dos agentes del Servicio de Protección (SDLP), la unidad élite encargada de dignatarios, alojados en una celda adyacente. Laurent Nuñez, ministro del Interior, justificó la medida en una declaración oficial: «Dada su condición y las amenazas que enfrenta, nuestra responsabilidad es mantener la seguridad de los altos funcionarios». Éric Ciotti, presidente de Los Republicanos –el partido de Sarkozy–, respaldó esta decisión, afirmando que es «completamente legítimo garantizar la seguridad de un expresidente en todo momento».

La reacción política ha sido intensa. El presidente Emmanuel Macron, quien se reunió discretamente con Sarkozy en el Elíseo días antes del ingreso, calificó el caso de «debate legítimo en una democracia», defendiendo el derecho a apelación. Sin embargo, críticos como Olivier Faure, líder del Partido Socialista, lo acusaron de ejercer «presión sobre la justicia». Gérald Darmanin, ministro de Justicia y excolaborador de Sarkozy, expresó «profunda tristeza» y anunció una visita al recluso para verificar su bienestar.

En el plano personal, Carla Bruni ha sido un pilar de apoyo. La exmodelo y cantante compartió en Instagram fotos familiares y mensajes de resiliencia: «No tengo miedo a la cárcel», citando palabras de su esposo en una entrevista reciente con La Tribune Dimanche. Sarkozy, por su parte, llevó consigo dos libros a la celda: una biografía de Winston Churchill y un ensayo sobre resiliencia política, según fuentes cercanas.

Los abogados de Sarkozy presentaron inmediatamente un recurso de apelación y una solicitud de libertad condicional, argumentando su edad y la ausencia de riesgo de fuga. «Una noche en prisión es demasiado», declararon, esperando una resolución en semanas o meses. Expertos legales coinciden en que, dada la ejecución provisoria de la pena –un punto controvertido en Francia–, podría beneficiarse de medidas alternativas como arresto domiciliario.

Este episodio no solo resalta las vulnerabilidades de las prisiones francesas, donde el ruido constante –gritos, portazos y timbres– agrava el estrés de los internos, sino que también cuestiona el equilibrio entre justicia y protección de figuras públicas. La Santé, con su historia de ejecuciones (la guillotina operó hasta 1972), simboliza la caída de un político que dominó la escena europea, pero cuya ambición lo llevó a enredos fatales.

Mientras las grabaciones continúan circulando, autoridades penitenciarias investigan cómo los presos accedieron a dispositivos para filmar, exponiendo fallos en el control interno. Para Sarkozy, esta primera noche podría ser el inicio de un calvario, o el catalizador de una redención judicial. Francia observa, dividida entre quienes ven justicia y quienes lamentan un «juicio político».

Redacción en  | Web |  Otros artículos del autor

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

Comparte: