En las calles de Katmandú y otras ciudades de Nepal, una ola de protestas lideradas por jóvenes de la Generación Z ha sacudido los cimientos del gobierno, culminando en la renuncia del primer ministro K.P. Sharma Oli el 9 de septiembre de 2025. Lo que comenzó como una respuesta a la prohibición de plataformas de redes sociales se ha transformado en un movimiento masivo contra la corrupción, el nepotismo y la desigualdad económica. Esta «rebelión Gen Z», como ha sido bautizada, ha dejado al menos 19 muertos y cientos de heridos, destacando las tensiones profundas en una nación que ha lidiado con inestabilidad política desde la abolición de la monarquía en 2008.

Un País en Transición Permanente

Nepal, un país himalayo de aproximadamente 30 millones de habitantes, ha experimentado una transformación política radical en las últimas décadas. Tras una guerra civil de diez años que terminó en 2006, el país abolió su monarquía de 239 años en 2008, adoptando un sistema republicano federal. Desde entonces, ha visto más de una docena de gobiernos, caracterizados por coaliciones frágiles y frecuentes cambios de liderazgo. Esta inestabilidad ha exacerbado problemas estructurales como la pobreza, con un ingreso per cápita de alrededor de 1.300 dólares anuales, y una alta dependencia de remesas de trabajadores migrantes en el Medio Oriente, Corea del Sur y Malasia.

Los jóvenes, que representan una porción significativa de la población (alrededor del 40% tiene menos de 25 años), han crecido en este contexto de promesas incumplidas. Muchos han emigrado en busca de oportunidades, mientras que los que quedan enfrentan desempleo juvenil que supera el 20% y un sistema educativo y de salud deficiente. La pandemia de COVID-19 agravó estas desigualdades, dejando a muchos sin trabajo y expuestos a la corrupción rampante en instituciones públicas. En este escenario, las redes sociales se convirtieron en un espacio vital para la expresión, la organización y la denuncia de abusos, hasta que el gobierno intervino.

Más Allá de la Prohibición de Redes Sociales

Aunque la chispa inmediata fue la prohibición gubernamental de 26 plataformas de redes sociales el 4 de septiembre de 2025, las raíces del movimiento son mucho más profundas. El Ministerio de Comunicación y Tecnología de la Información ordenó el bloqueo de sitios como Facebook, Instagram, YouTube, X (anteriormente Twitter), LinkedIn y Reddit, argumentando que no se habían registrado bajo nuevas regulaciones. Esta medida afectó a cerca del 90% de la población que usa internet, limitando no solo el entretenimiento, sino también el comercio, la educación y la comunicación diaria.

Sin embargo, analistas coinciden en que la prohibición fue solo el catalizador de un descontento acumulado. La juventud nepalesa, apodada «Gen Z», ha expresado frustración por la corrupción endémica y el nepotismo, conocido localmente como «nepo kids» –hijos de políticos y élites que acceden a posiciones de poder sin mérito. Videos virales en TikTok y otras plataformas habían expuesto el lujo ostentoso de estos «nepo kids» en un país donde millones luchan por sobrevivir. Además, el modelo de desarrollo económico ha fallado: pese a las remesas que representan el 25% del PIB, el crecimiento es estancado, y los jóvenes enfrentan una falta crónica de empleos dignos, educación de calidad y servicios de salud accesibles.

Otras causas incluyen la percepción de un gobierno autoritario. El primer ministro Oli, líder del Partido Comunista de Nepal (Unificado Marxista-Leninista), ha sido criticado por centralizar el poder y reprimir disidencias. La inestabilidad política, con coaliciones débiles, ha impedido reformas estructurales, dejando a los jóvenes sintiéndose marginados. Como señaló un análisis reciente, instituciones que deberían elevar a la juventud se han convertido en botines políticos. Esta combinación de factores económicos, sociales y políticos ha creado un polvorín, donde la prohibición de redes sociales actuó como detonante, privando a los jóvenes de su principal herramienta de movilización.

De la Indignación a la Confrontación

Las protestas comenzaron pacíficamente el 8 de septiembre, con miles de jóvenes congregándose en Maitighar Mandala y alrededor del parlamento federal en Nueva Baneshwor, Katmandú. Los manifestantes, mayoritariamente adolescentes y adultos jóvenes, portaban pancartas contra la corrupción y exigían la renuncia masiva de funcionarios. Simbólicamente, algunos usaron banderas del Jolly Roger de la serie manga «One Piece», un gesto de rebelión juvenil similar a protestas en Indonesia.

La situación escaló cuando los manifestantes intentaron ingresar al parlamento. Las fuerzas de seguridad respondieron con gases lacrimógenos, cañones de agua, balas de goma y, en algunos casos, munición real. Al menos 19 personas murieron ese día en Katmandú, Pokhara, Biratnagar y Bharatpur, con más de 100 heridos. Imágenes de manifestantes transportando heridos en motocicletas circularon ampliamente, intensificando la ira pública.

Al día siguiente, el 9 de septiembre, las protestas continuaron pese a toques de queda en Katmandú y Rupandehi. Los jóvenes desafiaron las restricciones, incendiando edificios gubernamentales como el complejo Singha Durbar –sede del primer ministro– y oficinas de partidos políticos. En respuesta, el ejército fue desplegado, y el jefe del ejército, Ashok Raj Sigdel, instó al diálogo para evitar más pérdidas. Ese mismo día, Oli renunció, junto con varios ministros, huyendo del país según algunos reportes. El gobierno levantó la prohibición de redes sociales, pero el daño ya estaba hecho.

Las Consecuencias

Las consecuencias de esta rebelión son multifacéticas y de largo alcance. Políticamente, la renuncia de Oli marca el fin de otra coalición frágil, exacerbando la inestabilidad. Con 14 gobiernos en 17 años, Nepal enfrenta ahora la tarea de formar un nuevo gabinete en medio de divisiones partidarias. Opositores y aliados de Oli han llamado a investigaciones independientes sobre la violencia, mientras que la ONU ha ofrecido asistencia y exigido accountability por las muertes. Amnistía Internacional ha condenado la represión, urgiendo investigaciones transparentes.

Socialmente, el movimiento ha unido a una generación previamente apática, pero a un costo humano alto. Las muertes –al menos 19 confirmadas, posiblemente hasta 25– han traumatizado a familias y comunidades. Heridos llenan hospitales, y el cierre de aeropuertos y curfews ha disruptido la vida diaria. Sin embargo, ha empoderado a los jóvenes, demostrando que la movilización puede forzar cambios. El levantamiento de la prohibición de redes sociales restaura un canal clave de expresión, pero deja cicatrices de desconfianza hacia las autoridades.

Económicamente, las protestas han paralizado sectores clave. Katmandú, centro comercial, vio cierres masivos, y el turismo –vital para Nepal– podría sufrir por la percepción de inestabilidad. Remesas podrían verse afectadas si migrantes regresan ante la incertidumbre. A largo plazo, si no se abordan las demandas de empleos y anti-corrupción, el éxodo juvenil podría intensificarse, debilitando la fuerza laboral. Internacionalmente, países como EE.UU., Reino Unido y Japón han expresado preocupación, firmando declaraciones en apoyo a la libertad de expresión.

Perspectivas Futuras: ¿Reforma o Más Inestabilidad?

El futuro de Nepal depende de cómo se maneje esta crisis. Un nuevo gobierno podría implementar reformas anti-corrupción, como transparencia en contrataciones públicas y límites al nepotismo, para apaciguar a los jóvenes. Comités independientes, como el formado por marxistas independientes para proteger manifestantes, podrían evolucionar en plataformas de diálogo. Sin embargo, sin cambios estructurales, el descontento podría resurgir, inspirado en movimientos similares en Bangladesh o Sri Lanka.

Expertos advierten que la inestabilidad crónica podría atraer influencias externas de India y China, vecinos con intereses estratégicos en Nepal. La juventud, ahora movilizada, podría presionar por elecciones anticipadas o un sistema más inclusivo. Como indicó la coordinadora residente de la ONU en Nepal, Hanaa Singer-Hamdy, esta violencia es «tan poco propia de Nepal», sugiriendo un punto de inflexión hacia el diálogo o más confrontación.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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