Nacida como Kathleen Mansfield Beauchamp el 14 de octubre de 1888 en Wellington (Nueva Zelanda), Katherine fue la tercera de los seis hijos del matrimonio compuesto por Harold Beauchamp y Annie Beauchamp. De ascendencia inglesa y procedentes de la alta burguesía neozelandesa, inculcan en ella una rígida educación acorde con la estricta moral victoriana de la época.

Mansfield ingresa en la escuela de primaria Karori en 1895. Allí, con apenas doce años, vive su primera experiencia amorosa con su compañera Mahata Mahupuku, nieta de un jefe maorí.

Tras pasar por prestigiosas instituciones educativas de Wellington, sus padres deciden enviarla a estudiar al Queen’s College de Londres junto a sus hermanas Vera y Charlotte, entre 1903 y 1906. Regresa a Wellington en 1906 con el alma arrebatada por el glamour de la vida literaria de Inglaterra, y consigue volver a Londres en 1908, con la firme decisión de convertirse en escritora con tan solo diecinueve años.

Londres tumultuoso

El 1 de octubre de 1908 publica en Native Companion su primer relato, “Vignettes”, por el que recibe dos libras. La pieza tiene muy buena acogida entre la crítica y exhibe ya el talento de una joven escritora destinada a ser una de las maestras del relato corto en lengua inglesa del siglo XX.

Tras apenas un año en Londres, Mansfield queda embarazada del joven violinista Garnet Trowell. En febrero de 1909 conoce al profesor de canto George Bowden, de 34 años de edad, con el que se casa al mes siguiente.

Pero 1909 será un presagio de la convulsa y apasionada vida de la autora: Mansfield abandona a Bowden en la misma noche de bodas, es despachada definitivamente por su amante Garnet Trowell en abril y en junio pierde el hijo que esperaba de este.

Mientras tanto, entre 1908 y 1910 escribe y publica poemas y relatos en distintas revistas literarias. En 1911, Mansfield conoce a John Middleton Murry, fundador y editor de la revista Rhythm, donde también empiezan a publicarse muchos de sus relatos. Ambos inician una relación sentimental a principios de 1911 y se casarán en 1918, tras divorciarse de su primer marido.

Lesley Moore

Durante este tiempo también tiene contacto constante con su íntima amiga Ida Baker, a quien conoce desde su etapa en el Queen’s College. Con el tiempo, Baker adoptará el nombre literario de “Lesley Moore” a petición de Mansfield, y pasará a ser su confidente y amante.

Baker y Murry serán los pilares sobre los que Mansfield se sostendrá emocional e intelectualmente. Conocedores de la relación que la escritora mantiene con los dos, ambos consienten un modelo sentimental poliamoroso en una época en la que el concepto mismo es impopular y el término ni siquiera existe.

Según Murry, Baker es “de lejos y con diferencia, la mujer más importante en la vida de Katherine Mansfield: criada, amiga, compañera, confidente, esposa…”.

En diciembre de 1920, con treinta y dos años, Mansfield alcanza el reconocimiento unánime de la crítica tras la publicación de su colección de relatos Bliss and Other Stories en la editorial Constable, de Londres, considerada una obra maestra de la literatura modernista en lengua inglesa del pasado siglo.

Con una salud frágil, acosada por la tuberculosis y una gonorrea sistémica contagiada en 1909 por el donjuan y traductor polaco Floryan Sobieniowski, a quien había conocido en Baviera en el verano de 1909 y con quien mantuvo una tórrida y breve aventura amorosa, la escritora presiente el final de su vida.

Tras diversos intentos desesperados por recuperar la salud, incluso con terapias alejadas de toda base científica, fallecerá en Fontainebleau (Francia) el 9 de enero de 1923.

Mansfield y el pájaro

Un año antes de su muerte, durante su estancia en el palaciego hotel Château Belle Vue, en Sierre (Suiza), Mansfield compone, a modo de metáfora zoomórfica, el poema “El pájaro herido” (“The Wounded Bird” en el original inglés). Según Ida Baker, será el “penumbroso sol de la habitación de Mansfield en el Château Belle Vue la fuente de inspiración del poema”.

La imagen de “un pájaro herido”, como título y asunto central del poema, refleja el estado de ánimo de una Katherine Mansfield que empieza a comparar la calma, la tenue luz y la paz del lugar con el trayecto final de sus días:

“En la amplia cama

bajo la colcha verde bordada

con flores y hojas siempre en suave movimiento

ella es como un pájaro herido que descansa en un estanque”.

Katherine Mansfield, El pájaro herido y otros poemas

Pero su descanso en ese “estanque” que es su habitación de hotel no le devolverá las fuerzas necesarias para remontar el vuelo, pese a la insistencia de una voz lírica que se resiste a fenecer hasta el último suspiro:

“¡Oh, aguas – no me cubráis!

¡Quisiera contemplar largo y tendido esas hermosas estrellas!

Oh, estas mis alas, levantadme, levantadme,

que no estoy mortalmente herido…”

Dos reputados estudiosos de la vida y obra de la autora, Kimber y Davison, encuentran un símil entre las «alas» encharcadas que se repiten en la primera y última estrofa y «los pulmones» también encharcados, de mucosidad y sangre, de Mansfield.

Este poema es la memoria literaria definitiva de la neozelandesa, escrito días después de su último relato, El canario, y en la misma habitación. En ese escenario también escribe su testamento, con apenas treinta y tres años, en presencia de su amante y amiga Ida Baker, testigo fiel de su infortunado final:

“Creo que la idea de la muerte ya empezaba a atormentarla: no la muerte en sí, sino la idea de que aún tenía mucho que escribir, que contarle al mundo, que aclarar, si bien le faltaba tiempo para expresarlo con palabras”.

Aunque Mansfield vive el amor por todos sus amantes con idéntica intensidad, John Murry es relegado a un segundo plano durante los últimos dos años de su vida, porque finalmente la intención de Mansfield es fundirse con Baker en un solo ser, como manifiesta en la última carta que le escribe, el 22 de diciembre de 1922:

“Sabes que no debes preocuparte por mí. Es exactamente como si tomaras un poco de mi carne y la royeras. No te ayuda ni a ti ni a mí. La preocupación es un derroche de energía. Es, por tanto, un pecado. Y si tú derrochas tu energía, se destruye la energía que hay en mí, por lo que pecas de dos maneras”.

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