Al día de hoy el fútbol es, entre las múltiples interpretaciones que se le puede atribuir, tanto un juego de expresión corporal como la sustitución simbólica y política de las disputas, del concepto de guerra. Desde su origen en la mitad del s. XIX, se lo pensó con la intención didáctica de dirigir y acomodar el carácter de la juventud descarriada. Por otra parte, al ser un culto a la vitalidad del cuerpo joven y al fuego competitivo del espíritu más temerario, no es difícil pensar en la cantidad abrumadora de mitos que pueden crearse a partir del deporte rey: de cómo el hombre, deseoso de consumir ficciones, busca recrear en los atletas a los que alguna vez fueron los héroes de una comunidad. Puede afirmarse que el componente lúdico de las sociedades es algo crucial para su prosperidad y para el conjunto de prácticas rituales que las fortalecen. Hay, a lo largo y ancho del mundo, evidencias antropológicas de la existencia de juegos con pelota e incluso algunos estudiosos se plantean que no sería descabellado afirmar que en aquellas épocas remotas y muchas veces olvidadas ya podrían haber existido los pronósticos deportivos y las apuestas.

Juego de pelota mesoamericano

Incluso en el ilustrado pueblo maya, acaso la civilización precolombina con un mayor desarrollo simbólico de toda América, ya se podía encontrar un juego de pelota que implicaba finalidades rituales. Lo religioso, por supuesto, es indivisible de la mayoría de las prácticas antiguas, no siendo una particularidad llamativa de estas y sí su finalidad en sí misma. Conceptos actuales como el fuera de juego, el penalti o el lanzamiento del tiro de esquina desde luego no estaban presentes en este deporte, y, de hecho, es algo hasta incomprobable a la fecha de hoy cuáles eran las normas que regulaban su correcto funcionamiento. 

Solo se sabe que la pequeña pelota fabricada de hule, que era el sustituto metafórico del Sol –astro central en los sistemas cosmológicos mesoamericanos –no debía dejarse caer al suelo por ninguna circunstancia, pues representaba el hundimiento de este en las aguas turbulentas y oscuras del inframundo. Debido a la descomunal viralidad con la que contó en todo el territorio maya, no existía una convención de cuáles partes del cuerpo estaban habilitadas para su práctica adecuada, pero siendo lo más popular y estándar el uso de rodillas, caderas y codos de la parte derecha del cuerpo. La referencia más popular a esta costumbre es, probablemente, la del libro quiché del Popol Vuh, en el que Ixbalanqué y Hun Hunahpú, dioses mellizos y representantes de la luna y el sol, así como de la femineidad y la masculinidad, respectivamente, son invitados a disputar un partido al reino oscuro de Xibalbá para vengar la derrota de sus propios padres a manos de los habitantes de este. A partir de aquí se puede entender la verdadera finalidad a la que respondía esta celebración en sus representaciones de mayor solemnidad: el sacrificio de seres humanos para saciar el hambre voraz de los dioses. En concordancia con este manto de misterio y oscuridad, tampoco hay una posición uniforme de los historiadores respecto a la distinción de si los entregados eran los victoriosos, lo que tendría mayor sentido por la honra correspondiente, o, en cambio, el equipo derrotado tras el duelo. Aparentemente, en un sentido arqueológico, las canchas estaban estructuradas como dos plataformas enfrentadas con una ranura entre medio, y con el paso del tiempo, se le fueron agregando ciertos aros minúsculos para complejizar el deporte por los que si pasaba la pelota se les daba un valor distinto a los tantos de los goleadores.

Cuju

Por otra parte, en la China Antigua, existía un deporte urbano, en la actualidad ya extinto, incluso más semejante a la idea del fútbol de hoy en día, a tal punto que también requería de convertir un gol con una pelota al atravesar una red. Las sorpresas en el parecido no terminan aquí, puesto que las únicas partes del cuerpo con las que se podía rematar eran, justamente, los pies. Si bien resulta tentador pensar en una posible influencia de este juego en el deporte más popular del mundo, seguramente sea solo producto del azar. Sin embargo, y a diferencia del juego maya ya descrito, esta competencia se asemejaba más en su origen a un tipo de entrenamiento marcial para trabajar la coordinación y el compañerismo que a una necesidad religiosa. Había entrenadores, estrellas cotizadas y hasta patrocinadores. No sería para nada descabellado pensar incluso en un deportista mandarín con la fama y la admiración sembradas proporcionales a las de “El bicho” Cristiano Ronaldo, Neymar, o Lionel Messi en estas décadas. Hace algunos años el Manchester City quiso honrar a su populosa afición china con un homenaje del futbolista portugués Bernardo Silva dominando un balón similar al esférico emplumado del cuju y ataviado con prendas procedentes de aquel país del este de Asia. Como detalle, no solo se premiaba la efectividad del tanto, también la belleza y gracilidad de los movimientos. Se piensa que en lo que concierne a la forma de su cancha podrían haber sido seis áreas en vez de dos. Debido a que la cultura china es una muy propensa a preservar todo en registros escritos, sí se ha recopilado más información veraz sobre este juego y su variable más famosa: el Bai Da, disputado entre equipos de seis jugadores, en el que un jugador designado en la formación de estrella debía anotar en una red.

*Foto de portada: https://www.pixabay.com/

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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