La crisis de la economía capitalista se profundiza y -como ocurriera con sectores enteros de América Latina o Africa desde hace años- está dejando miseria, destrucción, emigración… a su paso. El capitalismo financiero impone su lógica al resto de la sociedad: todo para la banca, miseria y hambre para los trabajadores/as En los países europeos más afectados como Grecia, Irlanda, Portugal y España, frente a los duros planes de ajuste no hay alternativa pero se va extendiendo exigiendo. La disyuntiva es pagar a la banca (o rescatarla) y los durísimos planes de ajuste o no pagar y dedicar del dinero a las necesidades de la población.

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El pasado 22 y 23 de marzo se reunió en Túnez un encuentro de organizaciones de la izquierda contra la deuda. El encuentro estaba organizado por el Frente Popular de Túnez, en el que participan 13 organizaciones de la izquierda tunecina, para compartir el debate junto a otras de Marruecos, Argelia, Egipto, Siria, Grecia, Italia, Portugal, Francia, Bélgica y, por el Estado español, estaban presentes Izquierda Unida, Izquierda Anticapita-lista, Sortu, CUP y Lucha Internacionalista.

Se presentaron tres informes sobre las consecuencias de la deuda en Túnez, Egipto, Grecia, Portugal y España. Los efectos del pago de la deuda en todos estos países han sido terribles en las clases trabajadoras: despidos a miles, caída de salario, desahucios, aumento de impuestos directos, destrucción del sistema público de sanidad y educación… De esta forma miles de millones cada año salen del salario directo e indirecto de los trabajadores/as para ir a las arcas del sistema financiero y a las grandes fortunas. La consecuencia del ajuste es un hundimiento progresivo del tejido económico. La jornada abordó la cuestión de ¿cómo hacer frente a esta lacra y robo social masivo?

El debate sobre la deuda ilegítima y la auditoría

La resolución final y la política defendida con un tiempo especialmente amplio por Eric Toussaint, -economista belga del Secretariado Unificado de la IV Internacional (la organización internacional de Izquierda Anticapitalista y Revolta Global)- centraron la lucha contra la deuda en la necesidad de establecer una auditoría para definir su carácter, y concluir qué parte de la deuda es legítima o ilegítima. A partir de esta definición, se plantea una la política de rechazo al pago de la deuda ilegítima. Pero cuando hablamos de deuda, no sólo analizamos el destino del dinero que pedimos prestado, sino su misma la formación, producto, como se demuestra en los cuadros aquí recogidos, de políticas neoliberales realizadas por los gobiernos en los años 90 y 2000 y que hundieron las finanzas públicas, obligando a los estados a recurrir a la emisión de deuda. Esto se hizo por distintos medios:

1) aplicar reformas fiscales para hacer caer las cotizaciones patronales y las relacionadas con los beneficios empresariales y el patrimonio de las grandes fortunas;

2) se favorecieron políticas de evasión fiscal y fraude ( encubierto como las SICAV 3) en los mecanismos de usura establecidos para la financiación de la deuda, pues los bancos pasan por la barra libre del Banco Central Europeo tomando el dinero público al 1% aproximadamente y se permiten especular con las necesidades de financiación de los estados para colocar los préstamos al 6, 7 o más. Así pues los trabajadores/as no debemos de sentirnos obligados a responder por políticas que se hicieron contra nosotros.

Y, efectivamente también hay que abordar el capítulo de cómo se ha gastado el dinero obtenido de préstamos en deuda pública: 1) al servicio de políticas de saneamiento con dinero público para privatizar una parte del sector público; 2) se disparó el déficit público al emplear cantidades inmensas de dinero público para los planes de rescate de la banca 3) los gastos en capítulos que no revierten en el conjunto de la sociedad.

Siendo esto así ¿cómo y quien discrimina qué parte del dinero prestado y a quien sí es legítimo devolver y en qué cantidad? El tema de la auditoría hoy en día nos coloca en una maraña de discusión. Nosotros simplemente pondríamos a salvo –como en la nacionalización de la bancalos depósitos pequeños de particulares, pero la política debe ser hoy el no pago de la deuda.

No rechazamos el tema de la auditoría de plano, pero no se puede convertir en el centro de la política respecto de la deuda. Hace unos años se empezó a hablar de auditar cuando el tema de la deuda no estaba en las movilizaciones populares contra los recortes y planes de austeridad, ¿podía ser entonces un instrumento de popularización del problema? Pues probablemente, pero las políticas de austeridad son hoy directamente responsables de recortes masivos en prestaciones y servicios públicos, de despidos de trabajadores públicos. Hoy, la elección entre pagar o no pagar la deuda ya está sobre la mesa y no se puede dejar para un supuesto proceso de auditoría. Pensamos que la consigna de la auditoría simplemente va un paso por detrás de lo que ya se está exigiendo en la calle y que la consigna del no pago puede ser ya asumida sin problemas en las movilizaciones.

A lo largo de la discusión fueron apareciendo nuevos adjetivos para delimitar nuevas partes de la deuda, como el caso de «deuda odiosa» o «deuda colonial» según fuera la contraída por dictaduras para mantenerse en el poder o como consecuencia de la dominación colonial que sufren algunos países. Está bien que utilicemos estos términos para fortalecer el rechazo de los trabajadores a asumir la deuda, pero no para hacer en ella discriminación. Por ejemplo en el caso de Túnez el monto mayoritario de la deuda no es la que contrajo Ben Ali, sino la desarrollada en los dos años de la revolución, por la política de los islamistas en el gobierno¿entonces? El principal argumento en defensa de la auditoría es que no hay que caer en la acusación de que no pagas lo que debes. Pero ese argumento tiene muchos problemas.

En primer lugar porque cuando hay que proceder a los pagos hay que elegir claramente entre la prioridad de la gente o el pago a los bancos, al margen del carácter de la deuda. La respuesta al peso de la deuda y la política de austeridad no se basa en precisiones morales, o en todo caso hablamos de otra moral. Es inmoral dedicar dinero a pagar a grandes bancos cuando las necesidades vitales de la gente están sin resolver. El no pago de la deuda nace de las urgentes necesidades sociales a las que hay que dar respuesta, nace de la necesidad de movilizar en base a ello, no nace para el debate entre intelectuales o en el parlamento.

¿Basta con medidas radicales dentro del capitalismo o hay que romper con él?

La discusión de fondo con Toussaint es si se puede salir de la crisis con una medida de reformismo radical o son necesarias políticas anticapitalistas. Él argumenta los ejemplos de Ecuador o Islandia, o de Argentina de hace unos años: se pueden hacer cosas que mejoran la situación de los trabajadores/ as. Pero lo que no dice Toussaint es que el no pago de la deuda -sin un conjunto de medidas directamente anticapitalistas como son la expropiación de la banca- ha supuesto también la ruina para la población trabajadora, sin resolver el problema. Lo vimos en Islandia con una terrible devaluación de la moneda que empobreció repentinamente todos los trabajadores/as, lo vimos en Argentina, como en Ecuador.

Así pues lo más grave es que los argumentos para la auditoría y el no pago de la deuda ilegítima, se tratan de inscribir en la reforma radical del capitalismo, para intentar convencer de que no hay aspiraciones revolucionarias en la lucha, y es justo lo contrario a lo que hay que decir: que no hay futuro dentro del capitalismo, por eso hay que cuestionar el capital financiero, los g r a n d e s inversores, la política de los estados a su servicio.

El no pago tiene que ser la respuesta obrera a los planes de ajuste y en base a ello organizar la lucha. Que este debate sea con organismos como ONG’s o con la propia IU, que aplica recortes allí donde gobierna (antes en Catalunya o Asturias, como ahora en Andalucía) y que no va aplicar una política anticapitalista, puede tener una razón de ser, pero que sea con la dirección de un organización que reclama de la IV Internacional, a la que adhieren Izquierda Anticapitalista o Revolta Global, nos parece que es disolver la política revolucionaria en el reformismo.

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