Su nombre era Alan Kurdi, y tenía tres años de edad. Junto a su hermano Galip, de cinco años, y su madre Rihan aparecieron ahogados cuando huían de la guerra en Siria. La imagen del cadáver del pequeño kurdo sobre la arena de una playa turca ha conmocionado a la opinión pública mundial.

La publicación de la foto de Alan Kurdi se ha convertido en la imagen icónica del éxodo de los refugiados sirios que huyen de la guerra, guerra en la que Europa y EE.UU. tienen mucho que ver, armando a unos y otros, apoyando ahora a unos, y antes a otros, con los pozos de petróleo de fondo. A pesar de que hace cuatro años que Siria está en guerra, cuando familias enteras, cientos de miles de personas llaman a las puertas de Europa es cuando nos damos cuenta de la dimensión de la tragedia, sobre todo cuando vemos que la Europa de la libre circulación de las personas se convierte en un búnker lleno de alambradas, y los muros de antaño se vuelven a levantar, como los que España ha levantado para impedir el paso de otros “refugiados”, los económicos, que huyen del hambre y las guerras en África.

Los cadáveres de los que perdieron la vida en el intento desesperado de huir de la guerra, empezaron a llegar a las playas, entre ellos el del citado Alan (la traducción al turco lo nombra erróneamente como Aylan), cuyo padre, que pudo sobrevivir, venía con su familia a Europa, pero con destino al Canadá, donde tienen familia. La imagen del frágil cuerpo del niño sobre la arena hizo que se extendiera la indignación y la solidaridad. Una vez más, la ciudadanía tomaba la delantera a sus políticos y salía a la calle. Las iniciativas para acoger refugiados en casas privadas de ciudadanos solidarios se extendían por el mundo. En Barcelona primero, y en Madrid después, sus ayuntamientos se proclamaban en “Ciudades Refugios”, igual que muchas otras ciudades del mundo. Pero con la solidaridad también se extendió cierta polémica: ¿Se deben publicar fotos como estas? ¿Es ético vender periódicos o llenar espacios de televisión con la sobre exhibición de imágenes de impacto? Por el contrario, ¿son imágenes como estas las que despiertan conciencias? La polémica se debatió durante días, los tertulianos de radio y televisión cogieron la presa y no la soltaron. En algunas redacciones de periódicos también se debatió, y algunos diarios incluso publicaron editoriales justificando la publicación de la foto, otros no la publicaron. Pero nadie les ha preguntado a ellos, los profesionales que realizan estas imágenes que, con riego y a veces sin la cobertura de un medio de comunicación o una agencia –muchos reporteros de guerra trabajan por cuenta propia- son los ojos, muchas veces a pesar de gobiernos y militares, de la sociedad. Juntamos en Barcelona a fotoperiodistas para debatir sobre el asunto. Ferran Nadeu es fotógrafo de El Periódico, Martí Escudé lo es de la agencia Europa Press y Josep Lluís Nicolás es cámara (ENG) de TV3.

¿Se deben publicar fotos como estas?

Ferran Nadeu y Josep Lluis Nicolás son rotundos en su respuesta: “Sin lugar a duda”. Por su parte Martí Escudé nos dice: “Claro que sí. La imagen mantiene intacto su poder. Es intravenosa, va directa al centro cerebral de las emociones”.

¿Creéis que la imagen ha servido como un revulsivo para provocar la solidaridad ciudadana?

J. L. N. nos dice: “Es curioso, pero para remover el estómago de la opinión pública, tiene que ser un niño, algo tierno…, las cerca de mil personas que se ahogaron en el mediterráneo unos meses antes –Nicolás se refiere a los inmigrantes que partieron de Libia rumbo a Italia y, setecientos de ellos, perecieron ahogados en el Canal de Sicilia, el 18 de abril de 2015. Se considera la mayor tragedia en la zona desde la Segunda Guerra Mundial-, y que también pudimos ver imágenes, pero no pasó nada”.

F. N. hace alusión a las características de la imagen: “También es el tipo de niño. Estamos hartos de ver niños africanos con la barriga hinchada por el hambre, y no hay una respuesta tan inmediata. Como los niños muertos en una playa de Gaza, que originó repulsa pero no tanta solidaridad –cuatro niños palestinos murieron mientras jugaban al fútbol en una playa de la Franja de Gaza. El ataque indiscriminado fue realizado por la marina israelí, en el mes de julio de 2014-. Entonces este niño, tendido en la playa –playa de Ali Ho Burnus -,que podía ser tu hijo, con los zapatitos que parece que hubiera salido del colegio, su polo y los pantaloncitos…, esto da mucha proximidad, creo que la gente ha visto en este crío a su propio hijo, a su sobrino, etc. Fotos de niños muertos y a punto de fallecer hemos visto muchas, por desgracia”.

Por su parte, M. E.: “Nada mejor que un niño sufriendo y muerto para indignarse. Hay otros casos famosos: Niña quemada en Vietnam, niños hambrientos de África… -Kim Phuc es la niña vietnamita de nueve años que vemos correr con la piel quemada por el napalm, lanzado por un avión estadounidense, en la foto de Nick Ut, que obtuvo el premio Pulitzer. El fotógrafo llevó a la niña a un hospital donde permaneció catorce meses. Hoy Kim Phuc es una activista vietnamita-canadiense que lucha a favor de los niños víctimas de las guerras, y mantiene una amistad con el fotógrafo que la inmortalizó-. Pero continúa M. E.: “Esta imagen ha causado, en gran parte, el movimiento social que ha permitido abrir las fronteras, aunque sea temporalmente, a los refugiados. Como siempre, ha sido un movimiento social (Escudé subraya lo de “social”), es decir, la gente ha obligado a los políticos a actuar. Los políticos siempre van detrás de la sociedad. Como toda clase en el poder (reyes, emperadores, tiranos, oligarcas) su máxima es el inmovilismo, la conservación de su estatus y el bienestar de su prole. Una vez publicada la imagen, los políticos sólo podían sumarse al carro o caer en el descrédito”.

Pero en España alguna televisión ha machacada con la imagen, ha habido una sobre exhibición, para luego cortar y poner un bloque de anuncios. Al final se trata, simplificando, de vender cereales para el desayuno.

F. N.: “No creo que haya habido esta sobre exhibición que dices. Nosotros no buscamos estas fotos, se encuentran, luego otro deciden si hay que publicarlas o no. Manipular sería no publicarla, porque estás ocultando una realidad que está pasando.

Claro, manipular es cuando no se publican las fotos de los cadáveres del atentado de la Torres Gemelas, o para citar algo más cercano, de los soldados españoles muertos en misiones en el extranjero. En estos casos se alude al respeto a los familiares del finado, pero en realidad en el caso de los españoles, lo que se busca es no fomentar una opinión crítica con estas intervenciones militares fuera de nuestras fronteras.

F.N.: “Claro, el fotógrafo no puede controlar el contexto donde se publica su imagen, e incluso se puede pervertir el sentido de la misma; sobre todo ahora con las redes sociales, cuando cualquiera le puede poner el pie de foto que quiera”.

Pero no sólo en las redes sociales, sino en los propios medios de comunicación, y ejemplos históricos hay de ello, que la misma foto se utilizó para ilustrar una noticia en un sentido, y en el sentido contrario…

J. N.: “Como anécdota, hace poco se publicaron fotos sobre la destrucción de Palmira por los yihadistas y, entre ellas, había fotos de los nuevos monolitos encontrados en Stonehenge”.

F. N.: “Se manipulan fotos de guerra, se manipulan fotos de manifestaciones. Donde hay dos mil, hay cuarenta mil, y donde había cuarenta mil, había dos mil. En todos los ámbitos se manipula, depende del medio que la utilice” –ahí el lector es el que debe saber discriminar y nunca perder su sentido crítico, incluso entre los medios que le sean afines ideológicamente-.

Quizá la mayor manipulación sea cuando se cosifica al enemigo, se le despoja de toda personalización, son un punto en la mira en el armamento de un dron o avión tripulado. Como en un vídeo juego, vemos volar una casa sin mostrar el resultado de muertes…

F. N.:“Tienes razón, pero hoy en día, si quieres información, puedes acceder a ella, incluso tu vecina puede ser una fuente de información, o cualquier internauta. Los periodistas y fotógrafos que estaban en la zona tienen la información, te puedes dejar manipular, pero si buscas, tienes diferentes versiones. Las guerras no son asépticas y volviendo a la foto del niño, hay que publicarla, porque la gente tiene que conocer que está pasando allí”.

Estamos de acuerdo, pero las guerras no son asépticas hasta que nos conciernen, siempre son guerras donde mueren “otros” y muy lejos, cuando los muertos son de las potencias de Occidente, entonces la censura se cierne sobre las imágenes.

F. N.: “En estos casos, los fotógrafos muchas veces no tenemos acceso. En la guerra de Irak estaban “incrustados” con el ejército, no tenían acceso a la población civil. Hacían lo que les dejaban hacer, acompañados por un militar americano, porque era muy peligroso”.

Durante la Segunda Guerra Mundial hubo fotógrafos que documentaron las consecuencias de los bombardeos sobre Berlín. Ninguna revista o periódico británico quiso publicarlas, eso podría crear empatía de la opinión pública con las víctimas inocentes de toda guerra, la población civil. Todos sabemos que la información se convierte en propaganda y arma en un conflicto bélico.

M. E. “Por eso los políticos, y el poder en general, tienen tanto interés en el control de los medios de comunicación, el “cuarto poder”.

F. N.: “Yo no sé por qué pasa, son cosa de los editores, fotos de niños que aquí no se pueden publicar, pero se publican fotos de niños de África. Pero también depende de la noticia que sea, por ejemplo: Sí a un autobús se le rompe los frenos y atropella a veinte personas y hay tres niños muertos, la foto de los críos muertos no te aporta más información, no es necesario, no hay que denunciar que a un autobús se le han roto los frenos; pero en el caso de una guerra, o el terrorismo, sí que hay que mostrarlo”.

¿El fotoperiodista se abstiene de hacer ciertas fotos?

F. N.: “Sí, claro”

¿Sólo existen las guerras que se pueden fotografiar? Quiero decir que hay cientos de guerras “mudas” que sólo nos preocupan cuando nos dicen que nos tienen que preocupar.

F. N.: “Sí, pero esos es bastante complejo, como quién las crea, quién tiene intereses en ella. Nosotros como fotógrafos somos la última escala de la pirámide”.

J. N.: “Es complejo y peligroso, hace poco he leído que han muerto tres periodistas que estaban investigando la implicación del gobierno de Estados Unidos en el atentado de las Torres Gemelas –se refiere Nicolás a la muerte de Bob Simon, David Carr y Ned Colt, autores de un documental donde se especula sobre que el 11-S fue un atentado de “falsa bandera”. Simon, presentador del programa “60 minutos” de la CBS, murió en un accidente de coche aún no aclarado. Carr de un colapso en su despacho del New York Times y Colt, corresponsal de la NBC, de un derrame cerebral. Todos murieron en el curso de una semana y como vemos por sus empleos, no eran misteriólogos conspiranoicos-.

¿Qué papel han jugado las redes sociales en todo esto?

M. E.:”Esta imagen ha sido, o podía haber sido captada por un fotoperiodista o cualquier otra persona. Ahora mismo, con los medios técnicos al alcance de cualquiera, no hay diferencia –la fotógrafa que tomó la imagen fue Nilüfer Demir, joven periodista que cubrió la crisis de los refugiados para la agencia turca Dogặn. Declaró que se quedó “petrificada al ver el cadáver”, pero luego disparó su cámara para cumplir con su trabajo-. La diferencia está en su distribución –continúa Escudé-, alguien, y ese sí que era un periodista, vio claramente que esta foto era una noticia relevante y le dio espacio en los medios de comunicación. El trabajo del periodista es justamente este: poner al alcance del público noticias relevantes y noticiables, de manera objetiva, para dotar a la audiencia de elementos de criterio y juicio.

F. N.: “Hay personas que en las redes  sociales se han ofendido por la publicación de la imagen, y muchos medios se autocensuraron para no ofender a sus lectores. El periódico El Mundo llegó a llevar al muro de su Facebook un vídeo con la discusión que tuvieron en la redacción. En Alemania muchos periódicos obviaron la imagen, y en otros se sombreó la cara del niño”.

J. N.: “La foto del guardacostas con el niño en brazos –Mehmet Ciplak se llama el policía guardacostas, que al parecer movió el cadáver del niño que fue encontrado entre unas rocas, igual o más dramática la imagen, a pesar que algunos quieran agarrarse a esto para hablar de manipulación, como si el hecho cierto no fuera el mismo, un niño muerto- no genera la misma tristeza, pero es tan dura o más que la otra”.

Terminando la conversación con estos profesionales de la imagen, Martí Escudé nos hace un alegato en defensa de los fotoperiodistas, de los que algunos medios creen, equivocadamente, que pueden prescindir: “En momentos como estos debemos reivindicar nuestra profesión, por su vigencia y necesidad. Hacemos un llamamiento a la sociedad civil en general para que nos ayude…, a los poderosos no les interesa que hagamos ciertas fotos, porque quieren ser ellos quienes comuniquen y manipulen. La imagen no miente jamás (a no ser que deliberadamente se manipule una escena o se haga una postproducción de la foto). Un artículo escrito puede llevar las ideas del autor u opiniones, legítimas, pero entonces no es pura información de los hechos. Estemos atentos al engaño. El fotógrafo también tiene su propia “mirada”, decide hacia donde enfoca, pero no miente”.

Y Ferran Nadeu cierra con una frase incontestable: “Triste es que se esté hablando más de la foto del niño, que del desastre de Siria”.

Sabemos que difícilmente una imagen pueda cambiar el mundo, pero en la historia hay ejemplos que nos enseñan que su fuerza icónica fue más allá que la simple documentación. Jacob August Riis (1849-1914) cubrió la información de sucesos de New York entre 1877 y 1888. Sociólogo de origen obrero, documentó la pobreza de los barrios marginales de la “Gran Manzana” y el trabajo esclavizado de los niños, consiguiendo que se dictaran leyes de protección de la infancia. Lo mismo pasó con las fotos que hizo Lewis W. Hine (1874-1940) a los niños mineros de las minas de carbón de Pennsylvania.

Román Gubern en su libro Patologías de la imagen escribía: “Las imágenes pueden ser espacios de conflicto o de confrontación ideológica o moral, representaciones agresivas, ofensivas o heterodoxas, susceptibles de molestar, irritar o escandalizar a algunas personas, que a veces poseen poder para prohibirlas o confiscarlas”. Muchas veces en la literatura o la pintura la transgresión es aceptada, pero cuando se muestra en una imagen fotográfica, lo que era imaginación o arte en literatura, se puede convertir en un delito -¿Si imaginan si un fotógrafo plasmara en imágenes la novela Lolita de Vladimir Nabokov?-. Seguimos pensando que “si está fotografiado es que ha sucedido”, aunque muchas veces no sea así, o por lo menos como se nos presenta y en el contexto, fácilmente manipulable y ejemplos tenemos. Pero lo que es innegable es lo que escribe Gisèle Freund en La fotografía como documento social: “…la importancia de la fotografía no sólo reside en el hecho de que es una creación sino sobre todo en el hecho de que es uno de los medios más eficaces de moldear nuestras ideas y de influir en nuestro comportamiento”.

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